Al día siguiente....
Me levanto por el resplandor que entra por la ventana de el sol. Un hermoso y cálido sol.
Salgo de las sábanas con cautela de no despertar a Ares quien sigue durmiendo como si tuviera mil años sin pegar un ojo.
Me dirijo al baño, me baño con tanta calma que podría pasar de todo fuera y yo no me doy cuenta. Lavo mis dientes, pongo crema en mi piel, perfume entre otros. Me visto con un simple vestido color jade “agua cristalina” un hermoso diseño de transparencia en medio de el estómago, y unos cuatro dedos más arriba de las rodillas. Opto por unos tacones bajitos grisáceo con pedrería en la parte de adelante.
Salgo y Ares ya no está en cama, supongo que fue a desayunar. Un hermoso ramo de flores del cual me percato cuando me acerco a la mesita de noche con una nota escrita a mano.
Buenos días a la mujer más hermosa de este planeta, con la que pasaré todos los días de mi vida. Mi increíble esposa. Quiero demostrarte cada día cuanto te amo, y volver a conquistarte cada día que pase. ¡TE AMO!
Muero. ¡MUERO!
Solo recordar su rostro con esa sonrisa increíblemente sensual que solo él sabe hacer me hace sonrojar de sobremanera. Toco mis mejillas.
—¿En que pensaba esta hermosura?— pregunta Ares entrando con una bandeja de desayuno.
—Amor. Bueno básicamente en ti—digo con las manos en mis mejillas.
—Hmm, ¿a si? En que situación—dice acercándose lentamente, con una sonrisa perversa.
—¡Ares!—me pongo más roja que un tomate.
—Que, yo no he hecho nada. Aún. Y recuerda que no tienes nada que no vaya a ver—. Dice relajando.
¡Por Dios! Que tonta soy.
—Hoy es nuestra hermosa luna de miel—deposita un suave beso en mi frente.
—Hoy es.
Estoy avergonzada, aún después de haberme casado con él, y compartir tanto.
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