Brandon
Una segunda opción, no siempre se presenta una nueva oportunidad de comenzar de nuevo. Todo por culpa de un estupido comportamiento, mal intencionado de una persona que no soy yo, si no el que intenta controlar mi vida a diario. El quiere que sea una persona fuerte, maduro y muy hombre, pero se olvida de que soy adolescente y quiero vivir la vida como los demás lo hacen. Sin tantas leyes que obliguen como debes comportarte con los demás. Soy su marioneta, quieren que sea como ellos, y no comprenden que nunca lo seré.
Tomo un sorbo del batido antes de suspirar frustrado.
Me parece curioso como puede cambiar todo en tan sólo un mínimo de tiempo, hasta perderlo todo. Tanto tiempo persiguiendo lo que mis padres querían, disciplinadome desde pequeños para ellos.
— A veces siento que sobro, por eso quiero saber que se siente estar a lado de la persona a la que amas.
La chica me mira por unos instante, los suficiente para darme cuenta y devolverle la mirada, la cual duró como unos segundos antes de apartarla para sonreír y dejar que luzcan mis hoyuelos. Dejo arrastrar la silla hacía atrás, fue un impulso, como si el cuerpo me obligará a hablar con ella, para al menos saber cómo se llama. Aunque esta vez seré más discretos, pienso quitarme el título de Seductor...quiero ser yo, ese yo que tanto oculte.
Doy varias vueltas hacía tras, rascando la parte trasera de mi cabeza, indeciso aún. Se que debería hacer lo que mi corazón me impulsa a hacer, pero a veces es lo que más daño te hace, seguir a tu corazón, lo más traicionero.
Percibo el movimiento que hace Abigail, en la otra esquina de aquel lugar, caracterizado por sus colores neones.
¿De verdad merece la pena intentarlo con otra persona?
Deslizó mis manos por mi pantalón para secarlas, puedo sentir a mi corazón palpitar tan rápido como marcan la aguja de los segundos del reloj.
— Hola, mi nombre es Brandon...la verdad no se porque me acerco a ti, si ni siquiera me conoces. Será porque me encuentro perdido y necesito a alguien que me ayude a encontrarme — sonrió nervioso, por la respuesta que me pueda llevar de su parte. Sólo me permito estar de pie como una estatua delante suya sin ni siquiera tomarme la libertad de sentarme y romper su espacio personal como hice con Abigail.
Ella me mira confusa, seguramente asustada por el atrevimiento. Un silencio recorre nuestros oídos, adentrándose en mi corazón, para ponerme aún más nervioso de los que estaba.
— No se si he sido demasiado directo, sólo quería...ser tu amigo.
¿se puede ser más desgraciado?
— Mejor...olvidalo, debería estar ya en casa - muestro una sonrisa amable un tanto desesperada, para desaparecer de aquel lugar.
Ese era uno de esos momento en el que desearía desaparecer. Estos impulsos me entran desde que soy pequeño, será porque quieras o no siempre muestras un poco de tu verdadera personalidad aunque no quieras hacerlo.
Miro a mi alrededor y todos fijan su mirada en mi al salir, hasta Abigail. Respiro antes de seguir caminado, como si eso me fuese a ayudar a recuperar mi reputación, la cual ahora está por los suelos. Tal vez no vea a esa chica nunca más en mi vida, pero puedo decir que no me arrepiento de lo que le he dicho, al fin y al cabo así se que soy yo, y ya nadie podrá impedirme ser quien soy.
— Espera — Esa voz tan conocida para mi, inunda mis oídos, dejándome un tanto frío — ¿La conoces? — pregunta extrañada Abigail.
Me mantengo dándole la espalda antes de armarme de valor.
— La verdad, es que no, pero necesito urgentemente buscar a personas que de verdad deseen estar conmigo aunque cueste a veces.
— Eso quiere decir...¿Qué ya no irás más detrás de mí?
— Puede...¿Es lo que querías no?
— Puede... ¿Alguna vez escucharte la ley del crush?
Frunzo el ceño.
— Esa ley no existe — Sonrió, haciéndome recordar lo tanto que me gusta.
— Claro que si ¿que pasa cuando te gusta alguien? parece que para esa persona no existes, pero llega el día que de tanto y tanto insistir, terminas conociendose y te das cuentas de que verdaderamente es lo que buscabas o no. En eso consiste la ley.
Mi risa tonta delata lo nervioso que me pongo con su presencia, es natural que alguien te haga sentir esas cosquillas en la barriga, la cual algunos no creen. ¿De verdad existen o sólo son...por antojo?
— Vale, vale, te creo, pero...Me tendrás que enseñar más, si tu quieres.
— Será un placer enseñar, al seductor — guiña un ojo sonriendo.
¿A qué se viene este cambio tan repentino en su forma de actuar cuando yo estoy? ¿Será verdad que yo he cambiado y esto está pasando? ¿La amo?
Esas son algunas de las preguntas que me rondan por la cabeza ante la situación en la que me encuentro.
— Hasta ahora, no te conocía
— No cantes victoria todavía es muy pronto.
— ¿Quieres hacer algo? — bajo la mirada.
— Tengo cosas que hacer, lo siento.
Su pulso se aceleró repentinamente.
— Tranquila, otro día.
Comienza a andar dejándome atrás a mi solo con su amiga. La cual parecía preocupada por algo, se encontraba sentada en las escaleras de la entrada de la cafetería. Frotaba sus manos lentamente, metiendo y sacando su anillo del dedo meñique. Me parece curioso la forma en la que cada uno tranquiliza sus preocupaciones o nervios por una manía que tengan.
La observó por unos instantes, los suficiente para darme cuentas de que ese rostro no es muy conocido para mi, lo que quiere decir que nunca antes hablé con ella. No me gusta dejar de lado a las personas que normalmente están en mi entorno.
— Hola, soy Brandon...amigo de Abigail — extiende mi mano, esperando a que ella haga lo mismo para dejarlo en un saludo.
Sus ojos se fijan en mi mano sin reaccionar.
— Se quien eres ¿Tengo que contarte algo?
Mi cuerpo sólo me indicó afirmar con la cabeza, esperando cualquier cosa.