Hannah.
El hermoso rostro de David yace sobre mi pecho aún acelerado, su cabello despeinado y esa suave respiración me llena de una ternura inexplicable. Parece un niño pequeño, uno cuya inocencia es la esencia de su ser, podría pasar casi desapercibido, en su estado de profunda somnolencia nadie sería capaz de deducir que minutos antes, me poseyó como nunca antes lo había hecho.
Suspiro observando el techo de la habitación, los débiles rayos de sol que aún se dejan ver tras las cortinas de seda nos sumen en una mediana oscuridad. Mis ojos se cierran lentamente y pareciera que estoy a punto de ser inducida en un profundo sueño, contagiado por mi apuesto amante.
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Cuando abro los ojos, me encuentro en la parte trasera de un auto. Mis manos están atadas y mi cuerpo se siente adolorido, como si anteriormente me hubiesen golpeado con un bate de béisbol. Se me dificulta enfocar la mirada hacia el retrovisor del auto, escucho una pieza de Frank Sinatra en la radio.
Intento gritar, sin embargo, tengo una cinta rodeando mi boca que no me permite pedir ayuda. De manera imprevista, el auto se detiene en seco, escucho la puerta del conductor abrirse y un sentimiento de pánico finalmente se apodera de mí.
Sin ver el rostro del secuestrador, me tomó firmemente de los brazos y con una rabia descomunal, me tira sobre el suelo de lo que parece ser una villa olvidada. Las montañas y el aspecto arenoso le pertenece a la ciudad de Texas, de eso estoy completamente segura.
La persona cuya identidad desconozco, desquita su ira contenida en un golpe en seco sobre mi vientre, siento que el aire me hace falta y poco a poco, comienzo a marearme. Por sus golpes parece tratarse de una mujer, quien se esmera por golpearme y cuando estoy a punto de perder la consciencia, una voz me saca de mi letargo.
Escucho un auto y las sirenas de la policía, a lo lejos observo como David baja en compañía de Theodore y es entonces, cuando la mujer sostiene un arma sobre mi sien. Dicha acción atemoriza a los hermanos quienes intentan acercarse cautelosamente.
—Detente, no hagas esto —pidió—. Si tienes una deuda pendiente es conmigo y no con Hannah, déjala irse junto a Theodore.
—¡David, cuidado! —Theo pasa una mano sobre el hombro de su hermano, el arma abandona mi sien y se coloca frente a ellos.
Un último golpe me hace cerrar los ojos, ya no poseo fuerzas para sostenerme y mi cabeza cae sobre el suelo. Escucho el llamado de David que soy incapaz de responder, escucho también una advertencia por parte de Theodore y el disparo que me robó el último aliento.
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—David... —Ahogo un gemido, colocando una mano sobre mi pecho acelerado mientras cierro precipitadamente los ojos, sintiendo las pequeñas gotas de sudor acumularse sobre mi frente.
Giro la mirada hacia la cama y el espacio de David se encuentra vacío, observo el ventanal del balcón entreabierto. Y en un inútil intento por controlar la respiración, me levanto de la cama caminando hacia donde supongo se encuentra, mis pequeños pies descalzos apenas producen ruido sobre el suelo y la mirada grisácea de mi amado se encuentra ahí.
Mis ojos se cristalizan y el corazón se me encoge, esa pesadilla se ha sentido tan real y pareciera que ha conseguido su propósito, atormentarme. David se encuentra ahí, sentado sobre la mecedora de madera con la mirada perdida sobre la luna, como si los pensamientos le estuvieran atormentando tanto como a mí. Y es que, a pesar de habernos tranquilizado con las palabras de la gitana, las dudas azotan con brusquedad sobre nosotros y la tranquilidad se desmorona con la misma facilidad con la cual la hemos adquirido.
Puede que nos estemos preocupando por el futuro y a la perspectiva del espectador, puede parecer precipitado. Para nosotros es una realidad certera que tiene que suceder, sucederá y cobrará la vida de quien sea necesario, ciertamente me parece tan injusto que de manera precisa sea nuestra cruz. Y me pregunto con gran constancia qué es lo que estaremos pagando con esta maldición y cuál es el propósito de esta.
—¿Por qué lloras cariño? —La voz de David sacude cada uno de mis pensamientos, lo que causa que reaccione casi de inmediato. Estoy de pie frente al balcón, con los ojos lagrimosos y el pecho acelerado, ante el desconcierto de David.
Me muerdo los labios, el primer pensamiento que pasa por mi cabeza no permite pronunciar palabra alguna. ¿Cuánto tiempo más tendré que guardar mi error? Ocultarselo a David es una manera indirecta de mentirle, de ocultarle lo que pasó no solo en su oficina sino aquella ocasión en la casa de campo de mi padre. Si consigo retenerlo por más tiempo, esta mentira puede llegar a convertirse en la causa de ese maldito accidente.
—Creo que estoy cansada aún, debería volver a la cama. —Tartamudeo, girando mis talones hacia el lado contrario y sin embargo, David logra tomarme de las muñecas recostandome sobre su regazo, analizando cada una de mis reacciones.
—Algo te pasa Hannah, que me parta un rayo si no es así. Puedo reconocer cuando esa mirada color ámbar me mira con tristeza, cuando existe una preocupación dentro de tu corazón que no te permite sonreír.
—No tiene importancia, amor, te lo prometo. —Miento descaradamente, pero mi corazón me pide a gritos que lo calle, que guarde esa enorme preocupación que me genera el accidente y las constantes pesadillas que aparecen en mis sueños.
—Mírame —eleva mi mentón con una de sus manos, sus dedos acarician mis labios con gran detenimiento—, por supuesto que ocurre algo y puedo verlo en tus ojos, hermosa. ¿Hay algo que desees decirme?
¡Confiésalo y asume las consecuencias de tus actos! Dile que besaste a Joyce y que no has podido hacer nada al respecto, que temes a que se aleje de tu vida cuando siempre ha permanecido en ella. Dile también que no has querido lastimarlo pero no encuentras la manera de imponer los límites necesarios.
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Editado: 09.05.2023