—¡Selina! —me llamó una voz familiar. Afuera no había mucho ruido por lo que pude saber de donde procedía.
—¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Y cómo me has encontrado? —comencé a caminar hacia él, dejando a mi amiga un par de metros detrás mía.
Caleb apartó a unas chicas de su lado, las cuales se quejaron por el empujón. Agarró mi codo con fuerza en cuanto me tuvo en frente, pero me solté enseguida. Estaba serio, demasiado para ser él, y sin decir palabra, apoyó su mano justo donde estaba mi marca de nacimiento. Las piernas comenzaron a pesarme tanto que parecía como si hubiera caminado por días, pero no era lo único, sentía como los ojos empezaban a cerrarse. ¿Qué estaba sucediendo?
—¡SEL!
Abrí los ojos de golpe al oír la voz de mi amiga. Esta apareció frente a mí, me cogió del brazo echándome hacia atrás y Caleb se apartó de golpe. Qué raro, hacía un momento creía que me iba a dormir.
Eché un vistazo hacia los lados, había algunas personas mirándonos a los tres con atención, me estaba muriendo de vergüenza, pero me hice la dura, volví la mirada hacia el chico y me crucé de brazos.
—Hazme el favor de venir conmigo —su tono de voz era de súplica.
—¡Venga, Caleb, no le fastidies el cumpleaños a Sel! —replicó Madi frunciendo el ceño. Se notaba que este tipo de situaciones ya la cansaban por la manera en que estaba encarando al chico que le gustaba, por mucho que tuviera sentimientos hacia mi amigo, le importaba más yo.
La morena me arrastró dentro de la mansión dejándole a él fuera. Sabía que no se iría a casa y estaría merodeando por aquí hasta que Madi liase alguna o yo me cansase y decidiera irme con él por mi propio pie.
Pasamos las dos horas siguientes bailando, cantando y haciendo el tonto. Del tiempo que llevaba en la fiesta solo un disfraz me llamó la atención, era el de un chico, iba vestido de Lady Gaga, la verdad me hizo mucha gracia porque no sabía cómo podía mantenerse en equilibrio con los pedazos de tacones que me llevaba puestos. Luego había otros disfraces más típicos como el de vampiro, doctora, ángel y hasta un oso panda monísimo.
—¡Oye, Sel! Ese bombón de allá no deja de mirarte —señaló con su barbilla la esquina del salón. La luz estaba muy baja por lo que solo pude ver la figura de un chico alto y delgado. Cuando una de las luces pasó rápido por su lado, vi su melena pelirroja.
Solo me giré un momento a llamar a mi amiga, pero esta ya no estaba. Volví la mirada al chico que se había esfumado también, aunque ahora lo que me preocupaba era donde demonios se había metido Madi, solo fueron dos segundos y desapareció. Grité su nombre varias veces entre la multitud. Los adolescentes y no tan adolescentes ya comenzaban a estar algo más que bebidos, muchos estaban tirados en las esquinas, otros vomitando en los jarrones y floreros mientras los que les miraban ponían cara de asco. Y no nos olvidemos de los que parecían darse más que besos en los sillones y sofás, así que me intenté dar prisa en buscar a la marinera antes de que a algún estúpido se le fuera la mano.
—¡Madison! —chillé al verla con otro vaso de Vodka en la escalera del porche. Esta chica me iba a volver loca.
—¡Hey, amiga! Vamos a hacer un juego, ¿te apuntas? —me preguntó divertida y entonces me di cuenta que estaba con más gente, algunos de ellos de mi instituto.
—¿Selina?
Al lado de la morena se encontraba uno de mis ex novios, Adam, nadador del equipo de natación masculina y el chico con el que había tenido una relación de apenas tres meses, gracias a dios lo dejamos, porque besaba horrible. Lo tuve detrás de mí durante todo un año hasta que acepté tener una cita con él, no sabía como pudimos pasar de eso a ser pareja, la verdad.
—Adam... —le sonreí falsamente. De todas las fiestas a las que podía ir, tenía que venir a esta.
«¿Se puede saber qué haces con este personaje, Madison?» Me pregunté mientras la miraba con cara de pocos amigos.
Explicaron de que iba ese juego, querían entrar a una casa abandonada en parejas y la pareja que más tiempo aguantase dentro ganaría. Al principio me negué en rotundo porque Madison estaba demasiado borracha y empapada, pero ella insistía en que quería ir, así que me tocó ir a vigilarla. Me encantaba investigar las casas abandonadas, pero en un día como hoy y en una ciudad como Detroit, era una nefasta idea. Ahora mismo seguro que habría vagabundos metidos en ellas y adolescentes teniendo relaciones, y entrar a una sin asegurarse antes no me parecía de las mejores ideas.
—Selina y Adam serán la última pareja en entrar —era de esperar. Puse los ojos en blanco.
Éramos tres parejas y un tío que controlaba el tiempo. Mi amiga había entrado hacía cinco minutos y aún no oíamos ningún grito, así que este juego se terminaría pronto. El chico del cronómetro nos dio el visto bueno a mi pareja y a mí para entrar dentro de la casa. El suelo de madera crujía nada más rozarlo con la planta del zapato, entonces misteriosamente la puerta se cerró de golpe y Adam soltó un grito. «No puedo creerme que haya salido con este idiota» pensé al verlo todo cagado de miedo. Eran dos plantas, yo iba por delante de él y lo único que nos permitía ver algo era la luz de la luna.
—¿Oíste eso? —me preguntó y corrió hacia mí tomándome del brazo. Achiné los ojos sin creerme lo que tenía que estar aguantando.
Un mal presentimiento vino a mí, era como si alguien me estuviera observando, di una rápida mirada hacia atrás, pero solo había oscuridad. Unos gritos llamaron nuestra atención, era la anterior pareja en el piso de arriba. Del techo comenzó a caer polvo por los golpes de los zapatos contra los tablones, se oyeron pisadas de varias personas bajando las escaleras y después una puerta abriéndose. Los gritos cesaron, por lo que debieron de salir por la puerta trasera, quedando ahora solo Adam y yo, así que le agarré fuertemente del brazo para que no se soltara y subimos juntos las escaleras.