El cuerpo entero me pesaba, era como si un maldito camión me hubiera pasado por encima una veintena de veces. Eran las dos de la tarde y no recordaba a que hora había llegado a casa después de la fiesta, pero sabía que no había dormido lo suficiente porque no paraba de bostezar cada dos por tres.
Me saqué el vestido de animadora con el cual había dormido y lo tiré al suelo, lo mismo hice con la ropa interior. Me metí en la bañera la cual estaba hasta arriba de agua caliente y espuma y cerré los ojos para relajarme un poco. El sueño de esta noche había sido demasiado real, tanto que ahora mismo dudaba de si realmente era cosa de mi imaginación, y más después de que Madi me enviara un mensaje pidiéndome perdón por dejarme plantada con Adam en la casa. Y diciéndome que las otras tres personas y ella habían visto una sombra rara y que todos se había asustado tanto que casi se hicieron pis encima.
Salí de la bañera, aún con más preguntas en la cabeza. Pero a la vez no quería respuestas, me daba miedo lo que pudieran decirme para explicarme lo que habían visto mis ojos, si en todo caso fuera real. Yo era una chica a la que le encantaba investigar, y eso en más de una ocasión me había metido en problemas, pero esta vez todo era diferente, tanto, que el miedo me impedía querer saber lo que había ocurrido. Así que hice como si nada hubiera pasado y seguí con mí día a día. Comí en total silencio con Caleb ya que mi tía se encontraba trabajando.
Estaba preparándome para irme a la cafetería cuando este entró a mi habitación. Sabía a que había venido y de verdad que aun que me dijera lo que había sido esa cosa negra con tentáculos yo solo quería olvidarla y pasar página. Pero sabía que no sería posible, así que acepté escucharle tan solo por la intriga y por su cara de querer explicármelo, parecía que hasta que no lo hiciera, no se marcharía.
Estaba de pie frente a mí, yo me senté en la cama y le miré. Tenía su cabello recogido en una coleta, se rascó la poca barba que tenía y exhaló el aire que parecía haberse estado aguantando.
—Lo de ayer... —hizo una pausa, esperando a que yo le preguntase algo, pero cuando vio que no lo haría, prosiguió —. Esa cosa, era un demonio.
¿Demonio? Procuré no echarme a reír, pero la situación me pudo. Le di una palmada en la espalda mientras me reía. Él seguía serio, tanto que tuve que parar de reír.
Salí de mi cuarto y examiné por el salón y en la habitación de invitados al culpable de hacer pensar a Caleb que los demonios existían. Me consideraba una persona atea, no creía en Dios, aunque si en espíritus, en la reencarnación... Y os preguntaréis, ¿pero si crees en espíritus, por qué no en demonios? Es fácil, porque un ente para mí tiene forma de persona y lo de aquella casa era más un animal, algo que solo se vería en películas de terror, de esos que luego te hacen quedarte toda la noche despierta por miedo a que aparezcan bajo tu cama o frente a ti.
—¿Se puede saber qué buscas? —me preguntó apareciendo por la puerta con el gato detrás de él.
Me encontró tirada en el suelo mirando bajo la cama en la que él solía dormir cuando se quedaba. No encontré lo que buscaba, puede que mi tía lo quitara antes de irse a la escuela. Aún así seguí inspeccionando el cuarto de arriba a abajo.
—Incienso, mi tía debió de volver a hacer uno de sus estúpidos experimentos y tú lo inhalaste —argumenté.
Me hubiera creído más la idea de que fuera un fantasma... ¿pero un demonio? Volví a reírme al recordar la estupidez.
Hoy me tocaba trabajar, conque decidí ir a la cafetería andando para tomar un poco el aire. Caleb me había dicho que no debía ir hoy, pero yo me negué y le dije que no viniera a buscarme cuando terminara mi turno.
En la caminata más de una vez tuve que mirar hacia atrás, no sabía si eran imaginaciones mías, pero notaba como si alguien me siguiera todo el tiempo. Mientras trabajaba me pasó lo mismo.
En el descanso salí con Jess a la calle para que se fumara un cigarro, estábamos hablando de mi cambio de look, del cual seguía preguntándome quien era el culpable, cuando me dio por fijarme en el árbol que tenía a unos metros de mí. Encima de una de las ramas había un cuervo, no le di mucha importancia hasta que mi amiga me dijo que el pájaro parecía estar observándome fijamente, dándome así muy mala espina. Decidí entrar y exacto, me siguió con la mirada. Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Desde ayer me estaban ocurriendo cosas muy extrañas, tantas que yo ya me estaba proponiendo ir a algún lugar donde hicieran una limpieza espiritual, no fuera a ser que alguien me hubiera echado un mal de ojo o tuviera a un muerto rondándome sin yo saberlo.
Terminé mi turno antes de tiempo, por lo que pensé en ir a dar un paseo por el parque que había a cinco minutos de mi casa. Vi que tenía un mensaje de mi tía en el móvil, lo abrí y lo leí, este decía que volviera a casa directa y que no me entretuviera por el camino, ella no sabía que había salido antes, así que tenía media hora más o menos para estar un rato sola. No había ni un alma en la zona donde se solía hacer picnics. Me tumbé en el césped que estaba fresco por el tiempo que hacía y admiré las brillantes estrellas que había esta noche. Lo bueno de esta ciudad era que como no había mucha gente, el ayuntamiento no gastaba dinero en farolas, y así las estrellas se podían ver mucho mejor.
Estaba algo cansada, cerré un rato los ojos para descansar la vista cuando algo rozó mi brazo al poco tiempo. Lo agité en el aire pensando que sería algún bicho, pero cuando volví a apoyarlo en el suelo algo o más bien una especie de mano me agarró, abrí los ojos de golpe y pegué el grito más fuerte que había dado en mi vida del susto.
—¡No me toques, qué asco! —aún sentada, fui moviéndome hacia atrás a la vez que soltaba patadas a las cosas que sobresalían del césped. Eran brazos y cabezas. Parecían trasparentes, pero podían tocarme.
Eché a correr como una loca lejos de esas cosas inhumanas, recordando lo que me había dicho Caleb. Pero aquello no eran demonios.