El tiempo seguía revuelto, las nubes grisáceas no dejaban ver el sol y había comenzado a chispear cuando los tres pisamos Florencia. Las calles se encontraban colmadas de gente con sus paraguas, sobre seguro la mayoría extranjeros que no querían perderse nada de esta hermosa ciudad por culpa del clima.
—¿Y dónde se supone qué está ese demonio? —les pregunté después de quince minutos andando por unos enormes jardines.
Caleb no respondió, simplemente hizo un gesto con sus hombros hacia atrás y sus preciosas alas blancas aparecieron en su espalda, con esta, era la segunda vez que las veía. ¿Qué se sentiría al ver tan espléndidas ciudades desde el cielo? ¿Y el volar cómo un pájaro? Todo el mundo siempre soñó alguna vez con poder volar como una simple paloma, hasta yo, y conocer a alguien que pudiera hacerlo era increíble.
—Yo buscaré desde el aire, vosotros dos ir entre esos pequeños bosques y tened los ojos bien abiertos —nos ordenó y de un pequeño salto salió volando haciendo que sus alas levantaran una pequeña brisa que hizo que varios de mis mechones se alzaran en el aire.
—Son hermosas —murmuré y me giré para dirigirme hacia el montón de árboles de la derecha.
—Después de verlas tantas veces te cansarás —puse mis ojos sobre el chico moreno que tenía una de sus manos sobre una de sus pistolas.
—Puede, aún así desde que era pequeña tengo otro tipo de alas favoritas, ahora que sé que los ángeles existen, puede que las vea algún día —sonreí al recordar aquella pluma.
—¿Otro tipo? ¿Cuáles? —parecía interesado, así que decidí dejarle con la intriga y salí corriendo hacia el lugar que me tocaba inspeccionar.
A aquello no se le debía llamar bosque, había bastantes árboles, pero ni de lejos llegaba a ser un bosque como el del castillo. Pisé con cuidado las ramas que cubrían el suelo, iba preparada, con el arco y la flecha lista para disparar, esta, como todas las demás, estaba bañada en agua bendita para provocar el mayor daño posible a aquellos monstruos. Observé a mis lados y hacia arriba, pero no divisé nada anormal.
Cerraron los jardines poco antes de llegar nosotros porque decían que algo parecido a una sombra negra que corría a gran velocidad por el bosque intentaba atraer a niños. Era posible que un Nephilim fuese quien alertó a un ángel mensajero para que avisara a Caleb.
—¡Selina, va hacia ti! —oí gritar desde el cielo al ángel, el cual no podía bajar por los árboles.
Me puse en posición y esperé a que el demonio apareciera frente a mí, de entre los árboles apareció dicha sobra. Era un demonio Milia, estaba hecho de algo de color negro y seguramente pegajoso, de él goteaban partes de su cuerpo que al tocar el suelo fundía cualquier cosa que se encontrara en el. Tenía la forma de una persona, pero en su rostro solo había una enorme boca con dientes afilados, como su nombre indicaba, podía tener miles de aspectos, pero siempre tendrían esa boca, por eso a cualquier ser le era fácil distinguirlos.
Previamente de poder lanzar la flecha, su cuerpo comenzó a separarse hasta formar cuatro como él, tres de ellos corrieron en distintas direcciones, antes de que el cuarto pudiera hacer lo mismo le lancé la saeta.
—Como supuse, debió ser un humano o Nephilim antes de convertirse en eso —dije en voz baja al ver como aquel ser con aspecto de persona se convertía en azufre y a continuación en ceniza.
Busqué a los chicos cerca de la fuente donde habíamos dicho que esperaríamos, pero no estaban, un disparo fue lo que llamó mi atención, corrí por los jardines hasta llegar al sitio donde estaban luchando con aquellos Milia, ahora había más, casi como una docena y todos ellos iban a por ambos.
Tomé otra flecha y la coloqué en el arco. Visualicé a uno de los cinco demonios que estaban atacando a Caleb y la solté, se dirigió en línea recta hasta su victima provocando su muerte.
—¡Selina, hay que matar al Milia principal para que todos desaparezcan! —gritó Caleb mientras mataba a los Milia de su alrededor con el bastón que ahora era más extenso y parecía dar descargas que electrocutaban hasta la muerte con solo tocarlos.
¿Principal?
«Piensa Selina, en la demonología ponía algo para poder descubrirlo» farfullé en mi cabeza mientras seguía lanzando flechas. Contemplé a aquellos demonios con forma humanoide y entonces caí, los demonios antes de morir soltaban un grito como de agonía, pero estos no lo hacían, por lo que el principal debía estar notando el dolor ya que estábamos acabando con partes de él. Miré a mi alrededor. Observé a todos aquellos Milia cuando disparaba a uno, pero ninguno parecía quejarse.
—¡El principal no está aquí! —grité a los chicos desde las escaleras.
Seguía chispeando, estaban peleando frente a una enorme mansión que había en los jardines, ambos estaban empapados. Bajé de donde estaba subida para ir en su dirección a ayudarles, si no encontrábamos enseguida al principal nos quedaríamos un buen tiempo aquí.
Mikkel usaba su revólver, pero por lo que había visto tenía que disparar dos veces para matarlos y eran tan rápidos que les daba tiempo a expulsar la primera bala y seguir atacando. Aunque él no lo dijera necesitaba apoyo, y así nunca terminaríamos.
Solo quedaban seis, fallé un par de veces cuando intenté darles y lo único que conseguí fue que me vieran dos de ellos. Cargué rápido el arco antes de que llegaran a mí, pero no fue suficiente matar a uno ya que el otro seguía avanzando, se oyeron dos fuertes disparos y este se desintegró dejando ver la figura y la mala cara que me estaba poniendo el chico.
—No necesito tu ayuda —como me imaginaba, orgulloso hasta la médula. Uno de los Milia saltó de un árbol con intención de caer sobre él, pareció darse cuenta porque levantó su arma, pero yo lancé otra flecha tan solo por molestar, deshaciéndome así de él a la primera.
—No pienso quedarme aquí todo el día —repliqué y le di la espalda.
No tenía ni la menor idea de cuantos quedaban, pero me estaba comenzando a agotar. Otro de esos seres decidió cansarme aún más, yo le esquivé con rapidez y agilidad, era como ir a cámara lenta, pude observarlo pasar a paso de tortuga a mi lado. Había sido la primera vez que notaba lo rápida que era, aun así, si no fuera por el arma y el tener algo de mi madre, lo que me daba seguridad y fuerza en mí misma, estaría muerta en cosa de dos segundos