Sempiterno

8| Acercamientos |Yannick

Sus labios hacían un compás con los míos. Lo evité, en serio. Pero esos labios carnosos me impidieron alejarme; parecía drogada, embriagada, hechizada. Pero el encantamiento no duró mucho. Fui separada bruscamente de él, hasta que quedó a una considerable distancia y mis labios quedaron estáticos y alzados como los de un pato.

—¡Pero qué mierda es esta!

La voz tronadora de Noah causó que lo localizase a mi izquierda, la imagen de su furia indescriptible hizo que temblara en miedo y palideciera.

—Vengo a ver a mi "novia" y me la encuentro de zorra —aplaudió, fingiendo enardecimiento—. Tan mosquita muerta que te mostrabas y mira ¡sacando las garras como tal gata!

La rabia invadió todo de mí, desde la planta de mis pies hasta la coronilla de mi cabeza. Mamá me enseñó a jamás dejarme de un hombre, por mucho que lo amara. Dispuesta a darle la cachetada de su vida, me le acerqué iracunda pero para mí lamento, alguien más también le deseaba dar su merecido.

—Maldito hijo de puta.

Tadd arremetió contra él, tirándolo al piso de un remoquete y ambos rodaron por el pasillo. El licántropo se posicionó sobre Noah, lo tomó del cuello de la camiseta, y lo golpeaba a puño limpio. Mi —podríamos decir— exnovio trataba de defenderse, más la imparable mole que era Tadd no se lo permitió ni un segundo. Antes de que alguien llamase a la policía y viendo cómo posiblemente mi ex pareja saldría muerto, exclamé:

—¡No lo hagas, Tadd!

Cuando levantó su vista, sus ojos habían cambiado. No era él. Pero al notar que era yo quien le llamaba, sacudió su cabeza y soltó de inmediato el cuerpo de Noah, ocasionando que la cabeza de éste se estrellara contra el frío piso. Me dio lastima, era el chico con quien había compartido más que besos, más que tiempo, más que cariño. Pero decidí implementar todo eso que mi madre me enseñó en vida: Nunca, pero jamás, permitir que un hombre me haga sentir menos y mucho menos, darle el dominio de llamarme por algo que no era.

Tomando a Tadd de la mano e ignorando el escalofrío que me provocó su tacto, nos dirigí hacia mi apartamento pero me giré hacia donde se encontraba un adolorido exnovio y vociferé:

—Mañana mismo hago llegar las cosas que dejaste en mi casa, espero que tu portero las reciba amablemente porque si vuelvo a ver tu jodida cara, ten por seguro que conocerás mi tan admirado gancho izquierdo.

Agitada me abrí paso al interior de mi hogar, sintiendo cómo mi madre estaría de orgullosa. Me senté en mi sillón, el cual probablemente no vería en un tiempo indefinido y abracé un cojín bordado.

Un resoplo estupefacto hizo que virara hacia su procedencia. El chico de faenas verdosas me miraba maravillado, con una sonrisa tan resplandeciente como su pelaje. Con sus manos en la cadera, sacudió su cabeza.

—Eso fue... Wow.

Con la petulancia que caracterizaba a mi padre y que mi persona había heredado, batí mis pestañas y sonreí ladeado.

—Gracias —me senté mejor, invitando al hombre lobo a sentarse—. Yo... ¿estuviste a punto de perder el control, cierto? ¿Ibas a convertirte?

—¿Qué? No —aseguró, frunciendo sus cejas—. Mis ojos cambian cuando estoy ardiendo en enojo pero he sabido canalizar toda mi energía durante todos estos años. Es un largo y duro proceso.

—Y ya que estamos juntos... ¿puedes contarme algo más sobre eso? —sugerí, mordiendo el interior de mi mejilla.

Él sonrió por mi curiosidad y fijó su atención a mi florero con margaritas.

—Los lobos podemos ser desordenados a cómo podemos ser organizados, todo depende de cuan unido estés con tu animal interior y también de la manada en la que provengas —mencionó, rascando su cuello—. No siempre se puede convivir plácidamente con tu licántropo, pero con pequeñas cosas se comienza. Hay algunos que buscamos alternativas para controlar tu interior, desde pequeños nos enseñan a dominar nuestra fuerza al igual que los instintos, a desarrollar un lazo infigurable con la Madre naturaleza y también a respetar nuestras creencias, reglas y tradiciones.

»Algunos nos volvemos Rogues con tal de fortalecer el vínculo con nuestro animal, y en la mayoría de casos, funciona. Yo soy una prueba de ello. Tratamos fervientemente que ninguno de nosotros se vuelva un Salvaje porque de ser ese caso, debe ser cazado y exterminado —tapé mi boca, espantada. Él me tranquilizó con la mirada—. Ellos son desastrosos, busca problemas y asesinos, por causa de ellos han conseguido saber de nuestra existencia.

Brevemente me explicó lo que era un 'Rogue' y un 'Salvaje', aunque debía admitir que lo último causó cierto pavor en mí.

—¿Y hay quienes nacen licántropos o también puede... pasarse por medio de una mordedura?

—Hablas como si fuese una peste —rio, pasándose la mano sobre la barbilla. Gesto sumamente masculino y sexy—, y estás excitada, puedo sentirlo.




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