Señores Dragones y Señores Piratas

Capítulo 11

Los hombres empezaron a poblar el mundo mucho después que los dragones ya se hubieran expandido. Los humanos eran solo unas criaturas de poca relevancia, que empezaban a usar troncos y piedras para encontrar comida. Por aquel entonces era la Era de los Dragones, y como a los hombres les gustaría siglos después, les gustaba ser la clase dominante.

Los dragones más poderosos se habían construido monumentos para vivir, pues a la mayoría de ellos les gustaba la opulencia, mostrar todo lo que poseían, y sobre todas las cosas, les gustaba mantener su territorio bajo control, sin otros dragones intrusos que pusieran en riesgo sus crías. Algunos habían empezado a vivir en pequeños núcleos, pero lo normal era que prefirieran la soledad.

La Isla de las Dos Lunas fue creada por una dragona, grande y negro como la más oscura noche. Era una dragona celosa y posesiva, que odiaba que otros se acercaran a sus tesoros y a sus riquezas. Buscó un volcán bajo del océano y lo hizo estallar con tal violencia que con su lava formó una gran isla, luego la impregnó de potente magia para que la isla nunca estuviera en el mismo lugar. Que se moviera por el océano, escapando de otros codiciosos dragones que amenazaran a su hogar.

Con los años nacieron plantas y árboles que acabaron convirtiéndose en una frondosa jungla. Cada pocos años el volcán entraba de nuevo en erupción para escupir la lava suficiente para hacer más grande la montaña sobre la que se iba alzando, con una entrada tan grande que la dragona podía entrar y salir con facilidad, transformando su interior en su fantástico hogar.

Y tras mucho tiempo, llegaron los primeros humanos. Buscaban un nuevo hogar, un lugar al que habitar y conquistar. Desembarcaron en una de las playas de la isla y la dragona inmediatamente vio en ellos una amenaza. Ni siquiera llegó a batalla, los humanos se vieron tan sorprendidos ante la enorme criatura que no pudieron hacer otra cosa que tratar de esconderse y sobrevivir.

Uno de los niños humanos, llevando con él únicamente una linterna, logró subirse a un bote y escapar. Al verlo lejos de su playa, la dragona no lo persiguió. Temerosa que regresaran otros, volvió a hacer magia y rodeó la isla con una espesa niebla para impedir que otras embarcaciones llegaran a sus arenas... ignoraba, pero, que aquel niño con aquel bote y aquella linterna, aun se encontraba en las inmediaciones de la isla, volviéndose inmune a su magia.

Él vio cómo surgía la niebla, vio cómo la luna, en el firmamento, se dividía reflejándose en las bajas nubes mágicas, y permaneció como un reflejo siempre permanente.

Cuando el pequeño fue rescatado por un barco, habló de una isla con dos lunas y de un dragón que atacó a toda su familia y amigos. La mayoría no creyeron al pequeño pelirrojo, pues los pelirrojos eran considerados entes del mal, peligrosos y mentirosos... pero los rumores empezaron a expandirse, y los más aventureros y valientes, decidieron ir a ver qué tan real había de aquella historia de una isla con dos lunas y un dragón.

Los pocos que regresaron, lo hicieron para dar más veracidad a la historia.

Aquel niño se volvió un hombre, y lejos de haberse asustado, decidió que iba a vengar a su familia, podría tardar más o menos, pero regresaría a la isla para hacer sufrir al dragón lo que él había sufrido. Por eso buscó a otro dragón. Recorrió montañas y ríos, volcanes y lagos... y finalmente lo encontró. Escondido en el interior de una cueva, comía pequeños animales, temeroso de salir, pues era joven y de pequeño tamaño, demasiado como para enfrentar a los verdaderos dueños de aquellos territorios. Era rojo como los más preciosos rubís, con destellos violetas cuando el sol le daba de lleno en las escamas.

El joven le prometió una isla secreta entera para él. Un refugio en el interior de un volcán, él mismo se aseguraría que nunca le faltara comida, allí podría descansar todo lo que quisiera, hasta el fin de los tiempos. Y además, se aseguraría que también le llegaran riquezas de todo tipo... el dragón, interesado, le preguntó qué había que hacer a cambio. "Solo echar al dragón que allí habita. Pero yo te ayudaré", respondió. De no haber sido el premio tan jugoso, el dragón habría rechazado la oferta inmediatamente, pero estaba desesperado para encontrar un hogar, un dragón sin un buen refugio era un dragón muerto, sobre todo desde que entre los humanos se puso de moda cazar dragones.

Aquel niño, que era ahora en el capitán de un pequeño navío, y el dragón, viajaron hasta la Isla de las Dos Lunas. La niebla permanecía alrededor de la isla, no estaba en el mismo lugar que la otra vez, y ahora, además, había un centenar de barcos que habían naufragado a su alrededor. Sin embargo, aquella era una pista irrefutable de que estaban llegando, y con aquella misma linterna con la que escapó, se abrieron paso con seguridad.

La pelea entre los dos dragones fue cruenta, y no parecía tener fin. La dragona era diestra en la magia, era más grande y salpicaba con ácido que salía a borbotones de su boca, pero el dragón era pequeño y sabía volar con mucha más ligereza que ella, que se movía torpemente; él lanzaba fuego por la boca. Cuando el ácido y el fuego se encontraban, daban lugar a pequeñas explosiones que incendiaban la jungla.



#20956 en Fantasía
#28876 en Otros
#3983 en Aventura

En el texto hay: piratas, dragones y magia, siglo xviii

Editado: 10.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.