Ya había pasado dos semanas desde que Marie había logrado gracias a Richard, lo que tanto buscaba, acercarse a Gerald Rutbson, además ella ya era parte del grupo más selecto de la Universidad de Castella, lo cual le permitía crear lazos de amistad con los hijos de las familias más adineradas no solo de ese pueblo, sino además del país, aunque ello también era un riesgo para ella, pues alguno de los jóvenes si eran de su pueblo natal, bien podían conocer de su condición actual.
Por otro lado Matheu tras la fiesta había estado meditando la manera de brindarle apoyo a Marie, claro no apoyo económico, pues lo que el ganaba a las justas le alcanzaba para cubrir sus gastos personales, pero si tenía claro que podía ayudarla al menos con su mano de obra, aunque también estaba consiente que ella no le aceptaría ningún tipo de ayuda, si se la ofrecida como él, por ello, estaba pensando ofrecérsela bajo un disfraz, total ya había usado un disfraz una vez, y ella ni noto que era él, entonces bien podía nuevamente usar otro disfraz, solo que esta vez no sería tan extremista en la edad.
—Creo que con esto ya es suficiente — expreso Matheu, tras colocarse una pañoleta sobre su cabello, y ver a través de los lentes oscuros que llevaba puesto su rostro en un espejo. Si, ya estoy listo, y creo que ella también debe estar lista para irse ya a su casa — añadió, posando su mirada en una hoja impresa que tenía pegada en la pared de la habitación en que se quedaba. «Tuve suerte de conseguir su horario» — pensó.
El joven tomo una llave, su celular, y salió de la modesta habitación. En tanto, en una aula, una joven de cabello claros un tanto ondulado se ponía de pie, al tiempo que alguien se acercaba a ella.
—Mantén tu distancia — pronunció Richard, con calma.
—¿Qué? — dijo una joven peliroja, que había ingresado recientemente al aula, tras ver salir al profesor de la misma.
—Es que a la vanidosa no se le puede acercar mucho, sino a más de 1 metro de distancia — expreso una joven de cabello marrón, mientras Marie se ponía de pie.
—¡Pero que idiotez! Ni que fuera de la realeza — pronunció con molestia la peliroja.
—Como si lo fuera su familia es una de las más adineradas de su pueblo natal, ella es una Portman — acoto un joven de lentes, mientras Marie continuaba su camino.
—Pues yo soy una Brietch, y llegué de traslado de Ciudad Luz — respondió con firmeza la joven, haciendo que lo presentes en el aula murmuren entre sí, y Marie detenga sus pasos.
—«No, esto no puede estarme pasando» — pensó Marie.
—Aunque nuestro pueblo natal no es muy grande, nunca tuve la dicha o la desdicha de compartir algún espacio con la señorita Portman, es más justo cuando pensé que nos conoceríamos en el aniversario del pueblo, pues su familia fue invitada por la mía que estaba a cargo de la organización, supe que ellos dejaron el pueblo misteriosamente,…..
—Nos mudamos a Castella, por negocios de mi abuelo — dijo con firmeza Marie, tras girar a ver directamente a la otra joven.
—Claro, negocios — pronunció con cierta ironía la joven.
—El señor Portman y mi familia están invirtiendo en viñedos aquí en Castella — expreso Richard para sacar del apuro a Marie.
—Ah sí, entonces solo fueron rumores los que oí, pues si tu abuelo está invirtiendo con los Hamilton, significa que no perdió su fortuna — dijo la joven sonriendo.
—Claro que no la perdió, mi abuelo es más adinerado que nunca — pronunció con firmeza Marie.
—¡Qué bueno oírlo! entonces te tendré en cuenta para la maravillosa fiesta de este fin de semana que estoy organizando — agrego la joven peliroja.
Marie no respondió nada, solo miro con frialdad a la joven, al tiempo que giro nuevamente sus pasos para retirarse del lugar.
—Oí que era un tanto engreída, pero no solo es ello, es una antipática, pero si es adinerada como yo, tendré que invitarla no más — expreso la peliroja, mirando al joven gordito para agregar — Tú también estarás invitado.
—¡Eh! ¡gracias! — pronunció Richard, luego de ello hecho a correr hacia la salida, provocando la risa de sus compañeros.
—¿Qué le paso? — dijo la peliroja.
—Se le escapa su presa o mejor dicho su jefa — respondió sonriendo uno de los presentes.
Richard logro alcanzar a una pensativa y nerviosa Marie, quién al verlo frente a ella, se puso un tanto pálida.
—Necesito hablar contigo, pero aquí no — decía un tanto nervioso Richard.
—Imagino de lo que quieres que hablemos, pero como bien has dicho no puede ser acá, menos en este momento, ya es tarde, y no puedo hacerme más tarde aún — respondió Marie, con la mayor calma que pudo.
—Bien, comprendo... tú dime cuando y donde — agregaba con voz titubeante el joven.
—Mañana, tras la primera clase, el lugar elígelo tú — contestó ella.
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Editado: 09.08.2024