—Sentimientos a la Rossi—
DYLAN...✒
—Diez repeticiones de cinco abdominales, Adrianne Rossi.
Mi madre le da una mirada envenenada a Tiago antes de resignarse y comenzar con las abdominales, a ver... No sé de qué se queja tanto, ella fue la que insistió en que debíamos ponernos en forma todas porqué según estábamos cogiendo barriga muy rápido. Ha, que hable por ella y mis tías, mi abdomen está tan plano como la pista de Maranello. Gracias, Giuseppe, gracias. Por encima del hombro observó como la nonna¹ Chiara y las gemelas están siendo sometidas a cuatro repeticiones de cinco lagartijas por Paolo. Se les ve que están sufriendo, pobres.
¿Y por qué las gemelas tienen que hacer ejercicio? Aún están pequeñas, no es como si una pequeña barriga les importe mucho, pero claro... Si la mamma dice algo se hace. Aunque estoy empezando a pensar que no quería venirse sola a torturarse con el intensivo entrenamiento de Tiago y Paolo.
—¿Y tú qué, Rossi? ¿Vienes a posar como Miguel Ángel o a quemar algo de grasita?
Sonrío. ¿Grasa?
—Vengo de espectadora, Tiago. Yo ya terminé mi sesión matutina de ejercicios—le digo con una sonrisa. ¿Que se creía que iba a hacer? ¿Venirme recién levantada al gimnasio de la casa y ponerme a merced de sus exhaustivos entrenamientos? No, no, de eso nada. Giuseppe fue claro, calentamiento y cinco kilómetros antes de las seis, y media, y en la noche una sesión de yoga para aflojar algo los músculos.—Mejor, dime... ¿Como van las cosas por casa? ¿Esther está bien? Escuche que casi se queda sin cadera cuando se cayó ayer de las escaleras.
—Bah, fueron sólo tres peldaños, gracias a Dio—mueve la mano derecha restándole importancia—, mi madre está como un toro.—Dice con orgullo, niego aún sonriendo.
Si, Esther está como un toro. Ya sabía yo que Allegra estaba exagerando las cosas, pero no estaba demás preguntar por otro lado, el rostro de mamma está tan rojo como una manzana recién cortada en otoño. La pobre no va a resistir la serie de 10x5 de abdominales, pero como ella dice: «Si te duele es que funciona». No creo que así sea realmente, pero no pienso contradecirla, es capaz de mandarme a dormir con la mascota del abuelo. Da Vinci, el gran danés de la familia.
«Pit. Pit. Pit»
El repetitivo y fastidioso sonido que emite mi reloj me hace apartar los ojos del rostro carmesí de mamma y fijarlos en los números negros que parpadean. Mierda, ya es demasiado tarde. Hago una recopilación mental de todo lo que tenía que hacer hoy y suspiro, jodido infierno. La maldita cita con Vittorio D'amico, la sesión de fotos modelando la nueva colección de Supreme y la prueba preliminar del coche para el evento de este fin de semana.
—¡Oye, ma! ¡Nos vemos en la cena, bañense con agua caliente después de sus ejercicios!—le gritó con urgencia. Escucho gemidos y resoplidos de parte de las mujeres, y de mi hermano Paolo sólo escucho un: «Hoy es la cena en el Gaucho».
Sólo puedo maldecir. Con suerte esta noche acabaré mi rutina de yoga e iré directito a dormir, sólo si tengo suerte.
♥♥♥
¿Estaría mal querer pegarme un tiro justo ahora? Esta demás decir que la estúpida reunión fue una total pérdida de tiempo valioso, Vittorio—alias te enviaré un estúpido ramo de flores caras para disculparme—no apareció. Ugh, estoy hasta la coronilla de sus desplantes y realmente ya me importa una caca de ratón su estúpido patrocinio para el evento del fin de semana. Su patrocinio puede meterselo entre las dos colinas del culo, al igual su asqueroso ramo de doscientos setenta y cinco euros.
—Lamento el inconveniente con el señor D'Amico, señorita Rossi—le brindo una sonrisa sin muchos ánimos a la secretaria del Vittorio imbécil y antes de poder decirle que no es su culpa mi asistente abre su gran bocaza de arpía.
Madonna mia.
—No, no te disculpamos, Amará. Tú inutilidad causó un gran retraso en las actividades de Dylan—noto el tono despectivo que emplea hacia ella y no me gusta una mierda.—Esta de más informarte que ya no nos interesa el patrocinio de D'Amico Express para el evento del fin de semana y—la interrumpo tajante.
—Cierre la boca, señorita Bianchi. La señorita Monti no tiene culpa del error del idiota señor D'Amico, cielos.—La expectación y el malhumor nubla sus ojos azules y me importa muy poco, bufo y dirijo una mirada de disculpas hacia Amará.—Disculpa a mi asistente, a veces pierde un poco los estribos y no tienes que disculparte por el fracasado de tú jefe.
Los ojos cafés de Amará Monti brillan vigorosos y asiente tratando de esconder una sonrisa que veo asomarse por la comisura derecha de su boca. Ejecuto una leve reverencia antes de volver a fijar los ojos en el cristal tintado de la ventana. No me molesto en ver a mi asistente, seguramente el antinatural color rojo se ha apoderado de su estirado rostro y quizás hasta esta jurando una vendetta hacia mi, no me preocupo.
Como dice mamma: “Es un perro sin dientes”.
Aún me parece increíble todo lo que ha pasado esta mañana. Me dejaron plantada, hace mucho que no me sucedía. Exactamente, desde que los focos me iluminaron el día que gane el Rally de Cerdeña los callejones sin salida y las puertas cerradas han ido difuminándose de mi vida hasta quedar en sólo un distante recuerdo.
Suelto el quinto suspiro cansada de esta mañana, puede que sea el sexto o séptimo. No llevo la cuenta, de repente me siento demasiado lejana de todo y siento unas irremediables ganas de echarme en un prado que tenga hierba suave. Pienso en la rapidez de todo lo que ha ocurrido en mi vida, fue un avasallamiento tremendo que sinceramente me ha dejado hecha polvo. Lo más chistoso del asunto es que y apenas he conducido a nivel profesional, si no fuese por El Gran Premio de Italia, la exhibición en Maranello y el evento de la escudería Ferrari diría que tenía más acción cuando iba al supermercado con Zia² Polly y Zia Valentina.
Conferencias, entrevistas, sesiones de foto, huidas de los medios y los negocios familiares... Amo a mi vida tal y como es ahora y realmente deseo que mi familia no vuelva a pasar necesidades, pero los últimos cuatro años han sido una gran carrera contra nada. Me siento tan estancada, siento que no avanzo y que no retrocedo.
—Al habla Viviana Bianchi... ¡Señor Riggs, que placentero escuchar de usted!—y la lame culos entra en acción.—Sí, señor Riggs... ¡Por supuesto! La señorita Rossi está más que encantada de poder asistir a la gala de C&C asociados.
Vuelvo la vista rápidamente hacia la yo-paso-sobre-mi-jefa totalmente alarmada. ¡¿Estoy encantada!? ¡Una mierda! Enfurecida le arrebato el teléfono de la mano y cuelgo la llamada, realmente no me importa mucho con quien mierda estaba hablando. Me mira con los ojos estrechados y con un brillo fulminante con esos malditos ojos que estoy empezando a detestar. Aprieto el teléfono y por un momento me olvido de que aún está aquí la secretaria del inepto señor D'amico.
Respiro profundo, cálmate, Dylan.
—¿Me encantaría ir a donde exactamente, señorita Bianchi?—trato de mantener un tono de lo más amigable, sin embargo, siento mi ánimo—y la compostura—cada vez más... Al borde, sinceramente. Sus ojos azules me fulminan en silencio y a la vez observan fijamente en su teléfono, el cual tengo entre mis garras.
La pequeña arpía que habita en mi me susurra maliciosamente que abra la ventana y tire su teléfono como si fuera una vieja envoltura de papel. Desecho esa idea de inmediato. Ni siquiera soy capaz de tirar en la calle un chicle y ahora voy a contaminar la tierra con este cacharro.
—Escucheme muy bien señorita Bianchi, no voy a tolerar que tome decisiones sobre mi tiempo libre por su cuenta. Por si no se ha enterado además de mi trabajo también tengo una familia y esa está por sobre toda las cosas, si vuelve a tomar ese tipo de acción me vere obligada a despedirla. Está advertida—mi tono no admite rezongos de su parte. Sin mediar otra palabra le devuelvo su maldito teléfono.
Escucho unos leves susurros de su parte, pero sé que no pasará de allí pues sabe que a cómo soy muy buena también puedo ser muy mala y realmente deseo que haga algo levemente grave para poder darle la patada en el culo que se merece. Ah... La nonna Gab's siempre repetía algo que hasta la fecha mamma le recuerda a papá y a los gemelos.
“—Las mujeres cuando aman de verdad son como un sueño de narcisos, pero cuando empiezan a odiarte... Ay, se convertirán en el Diablo que gobernará en tu infierno.”
Así que, mejor no me cabrees, Viviana Bianchi por que puedo convertirme en el Diablo que gobierne tu infierno. Sonrío levemente ante ese pensamiento.