Sentimientos a la Rossi

El chiste del pan #3

—Sentimientos a la Rossi—

DYLAN… ✒

 

Y el dolor de cabeza se transformó en migraña. Oh, señor. 

Me masajeo las sienes ante las terribles punzadas, joder. Hasta parece que un jodido hijo de puta me está martillando la cabeza o sólo deben ser mis oídos quejándose por el constante timbre de voz que emplea mi odiosa asistente que no pudo dejarme en paz el día de hoy. 

—¿Me está escuchando, señorita Rossi?

¡No, joder! ¡Tengo dolor de cabeza! Y unas inexplicables ganas de pegarme un tiro con la escopeta del difunto nonno André. Tanteo buscando uno de los muchos cojines del sofá del salón principal de la villa para taparme la cara, cuando por fin logró pescar uno hago lo que quería y de paso suelto un graznido molesta. ¿Porque coño no me dejó en paz para revolcarme en mi dolor? ¡Porque! ¡Tiene que joder hasta en la enfermedad! Es una sanguijuela. 

—... Gracias a su dolor de cabeza hoy perdimos una valiosa entrevista en el programa matutino de—entrevistas y chismes—la señora Portobello, aunque sí su dolor ha menguado aunque sea una décima puede asistir a la cata de vinos y queso de Eliseo D'Angello—no me pasa desapercibido el tonito lleno de sarcasmo que emplea cuando dice «dolor de cabeza». ¿Que se piensa? ¿Que finjo esto? Hija de... Una nueva punzada corta el manantial de pensamientos haciéndome liberar un sonoro gemido adolorido. 

¿Y cuando piensa hacer efecto la maldita aspirina? Infierno, hasta parece que estoy sufriendo una resaca y de las buenas. Escucho un leve taconeo acercarse y doy gracias a mi Dios por compadecerse de mí. 

—¿Señorita Bianchi? ¿Que hace aquí?—pregunta la voz de mi mamma, con un tono exagerado y teatral. 

Evito rodar los ojos. Siempre tan mala para fingir, mamma... Aunque, yo soy otra.

—Adria...—interrumpo. Jesús. ¿Siempre ha sido su voz tan estridente como ahora?—Señora Rossi, estoy leyéndole a su hija la agenda del resto de la semana—carraspea. 

—Pero si es martes, querida. Además tengo entendido que ayer estuviste leyéndole a mi hija la agenda de la semana—escucho el reproche en su voz. Quiero decirle a mamma que la despache para... ¡Donde sea! La he corrido de mi puta casa más de cinco veces y no siente que no la quiero aquí. 

Por la virgen Maria. Hay quienes no sienten el desprecio.

—Sí, así es señora Rossi, pero su hija debe estar al tanto de cada detalle de su agenda diaria—hasta mis oídos llega el sonido de sus dientes—perfectos y blancos—rechinando. Ha. 

—Vete a casa, muchacha. Mi hija está enferma y no creo que en estos momentos pueda atenderte como es debido—el tono de mi mamma no admite discusiones y lo agradezco. Me quitó el cojín de la cara para apreciar con sumo placer como mi asistente recoge sus cosas para irse. ¡Por fin!

—Nos veremos mañana... 

Antes de que continúe mi mamma interrumpe con altanería. 

—De eso nada. Mi hija tiene que descansar, ya te llamara ella cuando se sienta mejor. 

El rostro de la señorita Bianchi se pone rígido y con una sonrisa que no le llega a los ojos le contesta—con un muy comercial—tono cordial a mamma un: «Que se recupere, pase un buen dia» para luego irse taconeando fuerte sobre el mármol del salón. 

—¡Madonna mia, Leona!—exclama  mamma con exasperación—¿Alguna vez esa mujer te deja en paz? Infiernos, hasta parece tu esposa.

Rodea el sofá en forma de «L» blanco y se deja caer cerca de mi cabeza, con cuidado y con supremo mimo, digno de una adorable mamma que cuida a sus hijos alza mi cabeza y se arrima aún más cerca para dejarla sobre su regazo. Los ojos ámbar—a veces amarillos—de mi mamma me observaron con cariño mientras su mano me acaricia el cabello cariñosamente. 

—Sabes... Estuve hablando con la nonna Gabs—cierro los ojos y suelto un suspiro. Seguramente la nonna Gabs le fue con un comentario insinuando algo sobre nuestra plática de ayer.—Ella creé que es tiempo de que tomes unas vacaciones y realmente es una idea que he venido sopesando hace unos meses—abro los ojos de golpe. ¿Que acaba de decir? Observo a mi mamma más allá de sorprendida. Incrédula. Estoica. 

¿Mi mamma diciendo esto? Tan probable como que a Cara le llegue una carta de aceptación para entrar a Hogwarts que cabe destacar espera desde los cuatro. 

—¿Que...—sé que sueno aflautada, pero a ver. Mamma no es la persona más razonable cuando se trata de sus pequeños hijos, si sólo el fin de semana pasado estaba llorando por todos los rincones de la casa porque se dio cuenta de que Paolo estaba teniendo citas a escondidas. 

Aún puedo escuchar los lamentos de mamma seguidos de sus largos sollozos:—¡No, mi bebé! Es sólo mi pequeño hijito... Esa asquerosa arpía quiere quitarme a mi querido niño... Espera que la vea... ¡André, amor,  llama a las chicas! ¡Vamos a cazar a esa arpía roba hijos!

Cabe destacar que mi hermano—su “hijito”—es ya un hombre de veinticinco años, pero yo no me atrevería a decirle eso… Es capaz de… Solo Dio sabe.

Nada razonable. Papá que ya está acostumbrado a sus episodios de mamma osa. Logró calmarla luego de dos horas con—asquerosos—besos en frente de todos nosotros. Buag, seré una mujer joven de veintiocho años, pero siempre seré la niña de ambos y aún me parece algo asqueroso que se besen en frente de nosotros. 

—Sí, mi Leona. Creo que sería fantástico que te tomaras un tiempo de vacaciones... Imagina un día soleado con un cóctel bien fresquito en tu mano y disfrutando de la vitamina D—oh, Dio. Si, algo como el Caribe... Ya puedo sentir el agradable calor del sol en mi piel. Hace rato que no luzco un saludable tono dorado en mi blanquecina piel. Me vendría de fábula un buen bronceado justo ahora—y el agradable olor de la carne a la parrilla que cocina tu zia Polly. 

¿Que? ¿Zia Polly? ¿Y que iba a hacer zia Polly conmigo en el Caribe? Frunzo las cejas y entrecierro los ojos. Oh no.

—Si, mi Leona. Seguro que Marcello puede mantener a raya a esa sanguijuela de tu asistente por al menos unas dos semanas—¡Esto es increíble! Sin mediar palabra comienzo a reír sin importarme el dolor de cabeza. Claro, ya me parecía muy extraño que mamma me dejara salir del país sola.—¡Eh, de que te ríes, mocosa! ¿Te estas riendo de tú mamma?

Quiero decirle que si, pero si le respondo eso capaz me manda a dormir a la casa de Da Vinci. Y no es que me desagrade por completo, es sólo que la última vez que esa mole con patas durmió conmigo casi muero asfixiada.

—No, mamma. Me acordé de un chiste que me contó Marcello ayer—la mentira es mala. Y peor cuando parte de tu mentira es un mal contador de chistes. Mamma estrecha sus tupidas cejas de color oro. 

—Ah, a ver. ¿Cual es ese chiste? Cuéntame para reírme también. 

Mi risa va menguando hasta a callarse, infiernos. Pienso algún chiste, pero soy tan graciosa como un crucigrama. Sigo pensando algún chiste hasta que una pequeña luz se ilumina en mi mente. ¡Allegra y sus divertidos chistes! 

—Ah... Buenas... ¿Tiene pan integral? 

—¿Pan? ¿Un chiste de pan?—achino los ojos.—Ya, ya, me callo. 

—No, pero si quiere le derivó una tostada—término el chiste y mamma se queda quieta. Parece pensarlo, a ver... Cuando Allegra me lo contó el fin de semana me partí de la risa, vamos. Es un chiste matemático de los mejores. 

—Ah... Derivar... Integral, ya, ya...—murmura mamma, me vuelve a ver—Mi amor, que bueno que te ganas la conduciendo coches y de tu bonito rostro porque como comediante estuvieras muriendo de hambre. 

Bufo. Claro y con un público tan serio como tu mamma fuese peor. 

 




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