Fue un domingo por la mañana, me amarré mis tenis. Me coloqué mi cinto con porte y firmeza propia de un elemento castrense. Mis pasos estaban tan repletos de decisión, me encaminé hacia un nuevo cuartel, sí, hacia la Unidad Teniente Gonzalo Hidalgo. No debo mentir, pero un cúmulo de nervios y sensaciones de ilusión se hacen depositar en mi ser. Espero ascender hasta donde Pentathlón me permita, ser una buena elemento. Sé que necesito vocación y es algo que me sobra completamente. Esto es Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario, es una escuela militarizada y tienes que venir preparado. En pocas palabras, he vuelto a mi honorable institución. Soy una oso gris supersónica, sí, superó la barrera del sonido mismo.
Se trata de un 5 de marzo de 2023, llegó a mi nueva unidad, recibo noticias de que la instrucción de ese día domingo sería en la Unidad Edgardo del Rincón Camacho, así que fue de improvisto que tomé un DiDi, acompañada de una compañera del grupo juvenil, nos dirigimos hacia allá llegando atrasadas diez minutos. En el camino, los regaños ya revoloteaban por mi cabeza, pues no era bueno ser impuntual, aunque en mi caso estaba justificado. Al llegar estaba allí, mi ejemplo a seguir, la sargento Grecia, una joven que conocí desde secundaria y la admiré siempre sin haberle dirigido una palabra. Hasta ese día tuve la dicha de preguntarle: «Sargento, ¿en dónde me incorporo? Antes estaba en esta unidad, pero me cambié de casa y ahora fui con la unidad Teniente Gonzalo Hidalgo», ella con su seguridad que tanto me inspira, me dirigió con el sargento Mario, intenté buscarlo. Luego me acercó al comandante Santiago, el mismo con el que ya había hablado. El instructor Santiago me dijo: «Escoge: sanidad, defensa personal o deportiva». Es una decisión complicada para mí, pero ya tenía experiencia en las tres áreas con mi anterior sargento Tiana, así que descarté defensa personal debido a que odiaba esos movimientos y aparte el tener que trotar más. Por otra parte, la deportiva, soy detestable en los deportes, trotar y correr, me cansaban mis desgastados pulmones. Así que la mejor opción era sanidad, esa elegí.
Me incorporé al grupo de sanidad, quienes estaban haciendo calentamiento para acondicionamiento físico. Me gustó la idea, pues este grupo se encarga de los primeros auxilios, admito que no me agrada ver sangre, pero uno como pentathleta se somete a perder cualquier clase de miedo.
Luego, nos pusimos a hacer carreras hasta un punto determinado, trotamos, hicimos pista de obstáculos entre los mismos compañeros, cargamos a nuestra pareja alrededor de una cancha. Para mí fue un reto, aunque mi compañera era delgada, soportar el peso en mi espalda fue difícil.
Llegó un punto en qué sentí que mi vista se llenaba de estrellitas, estaba mareada, comencé a aturdirme. Tenía miedo, mucho miedo, pero me motivé y dije: «Tú puedes dar más, el límite está en tu mente, confía en tu fuerza mental». Por suerte, el sargento Mario nos puso a hacer ejercicios de respiración, me cayó de maravilla y se me desvanecieron aquellas estrellas. Regresamos al cuartel en trote. Tomamos un descanso.
Después, nos reunieron al mayor femenil para invitarnos a la Convención Nacional en la Ciudad de México en las pruebas deportivas, claramente yo no tenía interés alguno.
Luego, nos reunimos de nuevo para hacer un examen ideológico, en el cual salí con 6.5 de calificación, claramente no estudié, ni enterada estaba.
Por último, hicimos un ensayo de la Jura de Bandera que habría el fin de semana siguiente, pues irían personajes importantes, incluso hasta generales del ejército. Habría entrega de nueva Bandera. Y sí, estaba la banda de guerra, al fin cumpliría mi sueño de saludar en firmes como una soldadito con las notas de guerra. Siempre fue un deseo en mi corazón portar mi uniforme de medio militar con estos toques tan extasiados.
El medio militar siempre lo tuve muy presente en mi corazón. Desde pequeña tengo ese sueño, cuando iba en la escuela primaria escuché hablar de militares gracias al padre de una amiga, desde allí surgió la idea de trabajar para lograr este sueño. Para mí, la esperanza siempre permanece como una llama ardiente, todo lo que deseé en mi niñez lo estoy obteniendo poco a poco. El medio militar me lo ha dado todo, ese encuentro de las entrañas de mis sueños.
Mi familia creía que sería una princesa, pero se equivocó, mi futuro se sumerge en rifles, tiros, camuflajes, órdenes, taconeo de botas... No todas las mujeres deseamos el halago, hay que forjar el carácter, orientar la agresividad, manejar la frustración y ser perseverante.
Aún recuerdo cuando mi madre me dijo: «Hija, ¿qué necesidad tienes de tener moretones en tu cuerpo por ir a instrucción?», yo tan solo sonreí y le dije con un rostro repleto de plenitud «Mamá, es parte del medio y eso lo que me gusta hacer, así se forja el carácter».
Así que ni aguantar las lágrimas, ser pentathleta es la meta de mi vida. Siempre lo tuve clarísimo que estaría uniformada de alguna u otra forma.
Me atrevo a culminar este libro con un día sábado 11 de marzo de 2023 con la ceremonia del 78 aniversario de la XXV Zona Sinaloa y reposición de la Bandera Nacional.
Son las 6:00 de la mañana, la quietud toma por asombro mi ser. Me pongo de pie, me pongo mi playera institucional, mi pantalón granadero, mis botas con un brillo especial, la gorra militar, el cinto y la fajilla. Es un gran día, mis compañeros hacen Jura de Pentálogo y mi grupo junto a mí hacemos Jura de Bandera. Hacemos un juramento a nuestra insignia nacional, protestamos cuidar y defender la Bandera hasta perder la vida o alcanzar la victoria.