Shin no sabía porque lo habían llamado al templo, no sabía porque tenía que abandonar sus deberes y a su compañero. Lo que sí sabía era que no quería encontrarse con su maestra. Esta había sido muy clara con sus palabras y no quería volver a ser una molestia para ella. El año había sido largo y cada segundo que pasaba hacía que extrañara a Alara un poco más. Nadie había podido ocupar su lugar, especialmente el que tenía en su corazón. Cuando gritó que no quería nada de él, su corazón se partió en miles de pedazos. Apenado, había vuelvo a su habitación a pensar en lo que estaba haciendo, lo que sentía por ella nunca iba a cambiar, pero su felicidad no valía nada si su maestra lo despreciaba de esa manera. Ese día decidió que iba a ser el mejor jedi posible, así su maestra podía estar orgullosa de él. Shin siempre había querido encontrarse con ella, pero Alara hacía todo lo posible para no verlo, para esquivarlo. Siempre recordaba a su madre con cariño y por fin podía entender cuanto dolía un corazón roto. Sus días se pasaron de entrenamiento en entrenamiento, de misión en misión. Su vida se había vuelto monótona hasta que lo mandaron a llamar del templo. Mathos era soberbio y siempre pensó que no debería ser un jedi, ya que se comportaba como un soldado. Siempre olvidaba su nombre y nunca había admitido en público que se conocían. Él recordaba lo cobarde que había sido en Narsh, lo rebelde que había sido con las vidas de los soldados de la República en Hutta, pero poco importaba con la presencia de Alara en el lugar. Su maestra estaba como siempre y por alguna razón llevaba su chaqueta puesta. No podía mirarla, ya que no quería molestarla. Nada había cambiado, Alara nunca había querido nada de él. Las conversaciones de Mathos eran siempre iguales y siempre terminaban de la misma manera, con la gente aceptando sus condiciones sin importar las estupideces que dijera. Shin nunca había dejado de comprarle regalos a su maestra, ya que era una costumbre que no había podido perder. Tenía su morral repleto de regalos que nunca había podido darle. Los dejó sobre su escritorio pensando en qué hacer con ellos, por alguna razón esperaba que Alara viniera a visitarlo, pero eso nunca pasó, incluso cuando su habitación estaba junto a la suya. Lyrian siempre hablaba demasiado por el comunicador.
“¿Shin? Estoy en camino.” Dijo divertido el capitán.
“Entendido.” Dijo con seriedad Shin.
“¿Has visto a tu maestra?” Preguntó con curiosidad para recibir silencio. “Chup se llevó tu speeder…” Agregó para hacer conversación.
“Lo sé.” Respondió con simpleza.
Shin caminó hacia el hangar temprano en la mañana. Su maestra todavía dormía. Se preguntó si algo de lo que había dicho era verdad mientras pasaba frente a su puerta. Por alguna razón sintió la necesidad de volver a su habitación a escribir algo que dejó entre sus regalos sin entregar. El Cóndor bajaba por la compuerta para estacionarse bruscamente en el puerto. Lyrian lo recibió divertido como siempre.
“Buenos días… parece que siempre madrugas, Shin.” Dijo sonriente.
“Buenos días.” Dijo con seriedad el jedi.
“Me encanta esa barba… Deberías copiarte mi bigote.” Dijo jocoso mientras lo veía pasar. “Ya debes ser todo un casanova como dice tu pequeña amiga.”
Shin fue al mismo rincón de siempre para acomodarse para meditar.
“¿Estás esquivando a tu maestra?” Preguntó desde lejos.
“Ella es la que me esquiva a mí.” Dijo con seriedad Shin mientras se arrodillaba.
“¿Qué pasó entre ustedes?” Preguntó con prestancia Shin.
Shin cerró los ojos para meditar. Cuando abrió sus ojos Alara lo estaba mirando con curiosidad y no sabía que podía querer de él. Su holo anunció un mensaje para su maestra. Pantora estaba húmeda como siempre. Su maestra quería hablar con él por alguna razón, su speeder necesitaba mantenimiento, pero parecía que Lira iba a necesitarlo pronto. Alara estaba apoyada en su espalda mientras apretaba su cintura, el viento se estaba llevando su aroma mientras él recordaba el calor de su abrazo en Ansion. No dudó demasiado en saltar al combate, ya que no quería meterse en su camino. Los mercenarios empezaron a rodearlo con rapidez mientras los revisaba con la mirada. Sus puños podían golpear cualquier oponente ahora, su Bakuuni era más útil de lo que esperaba. Ninguno pudo tocarlo. Shin sintió que algo iba atacarlo, algo que no podía ver. La daga del líder pasó a su lado mientras miraba con detenimiento a su oponente. El líder se acercó oculto en su Beskar'gam, como la mayoría de los mandalorianos hacía. Tenía el sable de Athos en las manos.
“No pareces un novato como el otro.” Dijo divertido el líder. “Esta arma es formidable.”
“Alguien como tú no puede sacar provecho a un sable, mercenario.” Dijo con seriedad Shin mientras notaba que ya había derrotado a la mayoría de sus hombres.
“Debes ser talentoso para derrotar a todos mis hombres de esta manera…” Dijo mientras el sable ámbar de Athos se encendía.
El líder saltó al ataque y fue directo a atacarlo. Cayó en su trampa. Shin hizo un movimiento mínimo para esquivar el sable, quedado entre el arma y su portador. Su puño izquierdo se hundió profundamente en un rincón del costado de su armadura. Era steelplast. El mandaloriano saltó hacia atrás sorprendido, pero volví a atacarlo con fiereza. El sable pasó de largo ante mientras daba un paso al costado. El beskar era mucho más resistente de lo que recordaba. Su rodilla dio en el frente del pecho de su armadura, pero su oponente apenas sintió su golpe. Ese mandaloriano había usado más de una espada en su vida, sus movimientos estaban entrenados y se le notaba la experiencia que tenía. Lo que no tenía era la Fuerza. Shin encontró la oportunidad para desarmar a su oponente después de que este lanzara una estocada. El sable quedó a sui lado y su cuerpo reaccionó por sí solo para desarmarlo. Iba a tener que agradecerle a su maestra cuando volviera a Coruscant. Sus Pasos de la Fuerza eran mucho más precisos gracias a su entrenamiento con ella. Su Echani había mejorado sus instintos y la gran mayoría de sus movimientos. El mandaloriano terminó desarmado mientras veía el sable flotar junto al jedi. Este le asestó una lluvia de golpes, terminando con una violenta patada frontal. Una de las cabañas se derrumbó sobre él. Shin se sentó a esperar por sus compañeros.