Ser parte de ti

Capitulo II. Cuando late el corazón

Mientras disfrutaba de ese abrazo, mi hombro izquierdo sintió el caer de una mano extendida, alzándola y volviéndola a dejar caer por dos veces más, voltee mi rostro para ver quién era aquel que vivía de la prisa por insistir, no era nadie más que uno de mis amigos que replico —¿Ya has terminado? Hay que irnos, mira qué hora es Anthony—

Al gozar todo ese rato con Susan el tiempo pasó tan rápido como una estrella fugaz que marcaba las veintidós horas en el reloj de aquella cafetería.

Los dos reaccionamos al tiempo, esto provoco que Susan tomara su bolso color rojo, que echara su silla hacia atrás haciendo que raspara con el piso provocando así un sonido, se levantó y me vio a los ojos, esos grandes ojos se impregnaban en mi mirada, ella podría lograr que me pusiera lo más rojo que mi tono de piel morena clara alcanzara. No temía a nada en ese momento, dio un paso para estar más cerca de mí y coloco su mano derecha en mi mejilla izquierda. Colocando sus pies en puntas para así conseguir alcanzarme dejo un beso sumergido mi mejilla derecha.

–Nos vemos luego, Anthony —Lo menciono con la misma sonrisa de alegría y confianza del inicio de nuestra conversación.

–Nos vemos, todo un gusto estar contigo —exprese con aquella alegría que me había causado conocerla.

Paso caminando alado de mí, dejando esa esencia que lograba atrapar a todos, con ese perfume; continuo caminando hacia aquella puerta y salió hacia la noche oscura de perdiciones. Regrese a la mesa con mis amigos, pagamos la cuenta y salimos diez minutos después de ella, la noche todavía no acababa para nosotros y decidimos ir al pequeño pero espaciado departamento al que me había mudado tres meses antes de mi cumpleaños en Abril.

Al llegar al departamento tomamos lugar en el balcón, apreciando la belleza de veinte pisos de altura, fui a la pequeña repisa que tenía y tome la botella de vino más casual, tome cuatro copas de cristal y me dirigí nuevamente al balcón donde ya estaban mis tres amigos de la vida, me senté en una de las sillas, coloque las copas en la mesa de madera oscura.

Al terminar de abrir la botella se escucharon tres golpes en la puerta, extrañado deje la botella de nuevo, avance hacia la puerta, gire la manilla; la puerta me dio un golpe en la cara porque alguien quería entrar con una una voz que exclamo —¿Dónde has estado todo el día? ¡Te he estado buscando! ¡Feliz cumpleaños Anthony!—

Soltándome un fuerte abrazo e intentando cargarme con sus brazos, me di cuenta que se trataba de Cristina; la conocí desde el primer día que llegue a este edificio, porque se ofreció ayudarme a subir cajas cuando me mude. Ese mismo día que me mude, en la noche le invite a salir a comer por la ayuda que había brindado en la mañana, Cristina consintió la invitación, así que sin dudar pasaría por ella al anochecer.




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