Seré quien quiero ser

Capitulo 2

Miércoles 1ro de abril. 

Los días difíciles, como aquel miércoles primero de abril, envolvían a Chris en una atmósfera opresiva. Su rostro, adornado con una expresión de indignación, reflejaba la frustración que anidaba en su interior. Sentado frente a una mesa redonda en una reconfortante cafetería de la calle Gestileschi, su mirada seria se posaba sobre la libreta abierta ante él. Un bolígrafo inquieto danzaba entre sus dedos, jugueteando con la desesperación que se agitaba en su interior. El café, ya consumido por completo, dejaba solo el amargo sabor de la realidad incumplida.

Allí, en aquel santuario de letras y aromas, Chris luchaba contra el tiempo, forzado a llevar a cabo un trabajo de última hora que había pospuesto con indolencia. Al lado de su cuaderno reposaba un pequeño libro, una novela adolescente llena de vampiros y hombres lobo, que despreciaba con animosidad. El encargo que le habían impuesto consistía en redactar una reseña sobre aquella "infantil obra", como él la llamaba despectivamente. Sin embargo, esta no era la fuente de su frustración. No le llevaría más de veinte minutos escribir una columna de opinión detallada y sincera sobre aquel librito, expresando sin reservas su desdén hacia la trama superficial y los personajes estereotipados. Sin embargo, las exigencias de su trabajo en la prestigiosa revista literaria "Líneas Doradas" le coartaban la libertad de expresar su verdadera opinión. Le exigían que sus reseñas fueran "especialmente positivas hacia el libro y su autor", lo cual lo llevaba a realizar el trabajo a regañadientes.

Mientras escribía con disgusto, sentía que su alma se contraía en un constante acto de autonegación. Las palabras que trazaba sobre el papel parecían desvanecerse en el aire, llevándose consigo la autenticidad que tanto anhelaba. Cada reseña falsa, cada alabanza forzada, lo hacía sentir como un impostor, despojado de su juicio y su discernimiento. Resultaba una tarea ardua plasmar en letras lo que consideraba ridículo y sin sentido. Para Chris, todo aquello carecía de lógica. Durante sus horas de trabajo, con una frecuencia que rozaba la inevitabilidad, se veía asaltado por el impulso de escribir reseñas francas, de expresar con total libertad sus verdaderas opiniones sobre las historias que le encargaban. Eran impulsos ineludibles, como los embistes de un cachorro juguetón hacia su dueño cuando regresa a casa después de una larga jornada.

Sin embargo, Chris era consciente de las consecuencias que acarrearía sucumbir a esos impulsos. Sabía que sus actos tendrían un impacto negativo en su empleo y que, muy probablemente, no podría mantener su modesto estilo de vida sin un trabajo estable. La situación en la ciudad, con un acceso cada vez más restringido al mercado laboral, le impedía permitirse el lujo de estar desempleado. A pesar de no concederse frecuentes placeres ni indulgencias, como el tiempo de ocio, el cual descuidaba constantemente, el peso de la realidad se cernía sobre sus hombros, recordándole la importancia de cumplir con las expectativas impuestas y mantener su precaria estabilidad.

Permaneció absorto en la contemplación de la portada de la novela, con los ojos fijos en las letras que conformaban su título. La esperanza se agazapaba en su pecho, anhelante de que algún destello mágico encendiera su imaginación, infundiera vida a su pluma y lo motivara a escribir. Sin embargo, las musas parecían haberse alejado en silencio, dejándolo sumido en una frustración creciente. En lugar de la inspiración anhelada, un oscuro descontento se arremolinaba en su interior, alimentado por el afilado juicio crítico que emergía de su mente.

No comprendía por qué los jóvenes autores se empecinaban en utilizar una y otra vez los mismos recursos literarios, enfrascándose en la construcción de novelas que parecían clónicas entre sí. La originalidad y el deleite del lector parecían perderse en ese mar de repeticiones. Como un erudito inquieto, nunca había sido ni se consideraba un detractor de la saga "Crepúsculo". En sus ojos, la historia estaba bien construida, y tenía aspectos sorprendentemente interesantes. Sin embargo, no podía evitar sentir que el éxito abrumador de la saga había dejado una herida profunda en el mundo literario, una cicatriz difícil de sanar.

Una reciente conversación con un colega de trabajo había reflejado su preocupación. Sus palabras habían sido un eco de su propia inquietud: "Todas estas historias son meras copias baratas de 'Crepúsculo'. ¿Es que estos jóvenes no han tenido el privilegio de leer sobre otros tipos de vampiros? ¿El imponente Conde Drácula? ¿Lestat de Lioncourt, ese ser seductor y atormentado? ¿O acaso Lord Ruthven, con su aura misteriosa y amenazante?". Las interrogantes resonaban en su mente, agitando su decepción ante la falta de exploración y originalidad de los jóvenes escritores.

La valoración que hacía de la escritura juvenil se revestía de una negatividad pesarosa. Sentía que aquellos jóvenes ya no se entregaban a la tarea de crear, ya no escribían desde su esencia, sino que simplemente se limitaban a copiar, a emular lo que otros habían logrado. Aquello le parecía un golpe lacerante al mundo de la literatura, un desafío a la riqueza de la palabra escrita que se sostenía en los cimientos de los grandes clásicos.

A veces solía decir que artistas como el gran Lev Tolstói o Fiódor Dostoyevski se volverían a morir si tuvieran que leer tan solo una sola de las obras de las que le eran encomendadas. 

El desaliento había calado en lo más profundo de su ser. Cada vez que ojeaba las páginas de una novela mediocre, sentía una mezcla de envidia y decepción. No podía entender cómo esas historias insípidas conseguían ser publicadas y promocionadas con tanta fuerza por parte de las editoriales. Se preguntaba si él sería capaz de hacerlo mejor, si podría tejer palabras y mundos con la misma maestría que anhelaba.
Sin embargo, esa llama de inspiración se desvanecía rápidamente. La confianza en sus habilidades literarias había sido quebrantada. Ya no tenía a las personas que más lo habían apoyado en ese sentido. Una de ellas había fallecido, dejando un vacío doloroso en su corazón. La otra, quien alguna vez creyó en su talento, lo había abandonado, llevándose consigo la fe que Chris tenía en sí mismo.




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