Seré quien quiero ser

Capitulo 7

Las próximas cuatro horas fueron una agonía para Chris, como todos los días. Sumido en una desgana profunda, se arrastraba por los monótonos pasillos de la revista sin un ápice de entusiasmo. Cada segundo parecía estirarse, alargando el tedio que lo aprisionaba en aquel lugar. Anhelaba el momento de abandonar aquel ambiente grisáceo y regresar a su hogar, donde podría prepararse para la ansiada reunión nocturna con su pandilla.

Emma, la única mujer en el grupo antes de la llegada de Iris, había encontrado finalmente un resquicio de tiempo en su apretada agenda para salir con sus amigos. Su ausencia se hacía notar, pues siempre aportaba una simpatía radiante y un sentido del humor contagioso que añadían un toque especial a cada encuentro. Tanto Chris como Paul la echaban de menos. Chris anhelaba las conversaciones enriquecedoras con su amiga, mientras que Paul añoraba la luz que Emma irradiaba.

Una vez concluido su turno, Chris se despidió de Molly, su compañera de trabajo, y emprendió el camino de regreso a casa. Aunque el cielo continuaba cubierto por un persistente manto gris que se había afincado en la ciudad en los últimos días, el clima era agradable, brindando una tregua a los habitantes. Chris decidió caminar, disfrutando de la cercanía de su hogar. Dependiendo de su ritmo, calculó que tardaría entre quince y veinte minutos en una caminata relajada, aunque cuando la prisa apremiaba, podía completar el trayecto en diez minutos o incluso menos, acelerando el paso.

Su mente estaba inmersa en el episodio que había experimentado esa misma mañana al despertar. Sentía un profundo pesar por ceder ante el agotamiento y el estrés que lo habían consumido durante tanto tiempo. Los últimos meses habían sido arduos y Chris no estaba tomando medidas significativas para cambiar su situación. Eso era lo que más le dolía: ser consciente de las propias carencias y alimentarlas con su inacción. Sin embargo, se encontraba atrapado en una espiral de negatividad que le resultaba desafiante contrarrestar. Sabía que en algún momento tendría que dar el primer paso para evitar estancarse, pero el panorama no mostraba señales claras de cuándo llegaría el momento en el que dejaría de ser un mero espectador y se convertiría en protagonista.

Mientras divagaba en sus pensamientos, Chris se percató de que se encontraba a escasos pasos de su departamento. Había desconectado de la realidad, sumiéndose en un estado de automatismo. El camino hacia casa estaba tan arraigado en su memoria que no requería prestarle atención, confiaba en su conocimiento como en un viejo amigo.
Una vez dentro de su apartamento, nada realmente interesante sucedió. Se dedicó a organizar la ropa que utilizaría esa noche y acordó con Paul una sencilla cena previa a su salida. Optaron por una humilde pasta de tallarines con una salsa que Paul había aprendido de su madre, evocando así sabores familiares y cálidos.

El armario de Chris no ofrecía una amplia variedad de opciones para vestirse. Contaba con nueve camisetas lisas: tres blancas, tres negras y tres marrones. Además, tenía una camiseta con la palabra "Kickboxing" reservada exclusivamente para sus entrenamientos. Las opciones más sofisticadas se limitaban a una camisa azul y un saco negro que solía utilizar en ocasiones ligeramente más formales que una simple salida a un bar. En cuanto a sus prendas inferiores, no había mucha distinción. Poseía un short de entrenamiento, un pantalón negro holgado con líneas blancas a los costados y un total de seis jeans: dos negros, dos azules, uno blanco y uno gris. Sin embargo, solo utilizaba regularmente dos de ellos, uno negro y uno azul.

Para la ocasión, Chris optó por un jean negro, una camiseta marrón y las únicas zapatillas que poseía, unas blancas que llevaba a diario. Tras la cena con Paul, esperó media hora y se concedió una agradable ducha, liberando su cuerpo de la acumulación de suciedad del día. Se afeitó cuidadosamente, cepilló sus dientes y peinó su cabello hacia arriba con un toque de cera capilar. Con unas gotas de su colonia favorita, se roció de un aroma sutil y, finalmente, se enfundó en su elección de ropa.

Se encontraba haciendo zapping en la televisión cuando, aproximadamente a las nueve menos diez de la noche, Paul salió de su habitación y se acercó a él.

-¿Estás listo? - preguntó Paul, observándolo detenidamente de arriba a abajo.

-Meh, con esto es suficiente. Pareces emocionado por el día de hoy-respondió Chris, mientras disfrutaba de "Top Gun" en la televisión y admiraba la belleza de Kelly McGillis.

-Ha pasado un tiempo desde que reunimos al grupo para salir a buscar unas cervezas -respondió Paul, intentando quitarle importancia.

-Y ha pasado un tiempo desde que pudiste ver a Emma -replicó Chris, tocando un punto sensible.

-De nuevo con t-t-tus comentarios... Espero que puedas mantener la boca c-c-cerrada y no digas nada estúpido esta noche - tartamudeó Paul, con cierta preocupación en su voz.

-Tranquilo, Paul, mis labios están sellados - aseguró Chris.

-Es mejor que s-s-sea así... ya es hora de que nos p-pongamos en c-camino - dijo Paul, con un tono de ansiedad.

-Seguro... vamos -respondió Chris, apagando la televisión y asegurándose de apagar todas las luces antes de salir del departamento.

La Fortaleza, un rincón querido y familiar para Chris y su pandilla, se erguía con modestia a poca distancia de su apartamento. Conocido de manera íntima por aquellos que solían frecuentarlo, el lugar se había convertido en un refugio de encuentros regulares en los últimos años. La música que flotaba en el aire era un suave bálsamo para sus oídos, mientras que la cerveza, a un precio asequible, se presentaba como una compañera fiel en cada reunión. Estos dos simples factores habían forjado el vínculo que la pandilla tenía con La Fortaleza, convirtiéndola en su destino predilecto para las salidas nocturnas.




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