Serena: El torpe ángel aprendiz

5. Helado y fiesta

¿Estudiar? Si claro, en sus lindos sueños, esta jovencita tiene una fiesta a la cual asistir por lo tanto estará ocupada escogiendo el atuendo que mejor se le verá para esta noche. ¡Al diablo con Jeremías y sus cosas raras de ángeles! ¡Soy joven, necesito vivir, necesito salir y conocer personas!

Es la segunda fiesta a la que asistiré en esta semana, no me importa sinceramente. Cuando logramos tener dinero, Megan y yo salimos a bailar a algunos boliches de Capital pero no con la frecuencia que nos gustaría, las entradas cada vez están más y más caras, maldita y triste realidad en la cual vivimos.

Por ese motivo cada vez que nos invitan a una fiesta asistimos sin falta, hace bien salir y relajarse un poco, más cuando acabas de terminar la semana de exámenes y tienes que soportar a tu ángel custodio taladrando tu linda cabecita con sus cosas angelicales.

Joder, que difícil fue escoger el atuendo adecuado, luego de haberle dado media vuelta a mi armario opte por lo que había elegido al comienzo: un pantalón blanco y una remera corta de tirantes. Es una fiesta, sí, pero estoy segura que más de uno se pasarán de listo con las mujeres que lleven vestidos o faldas por lo tanto decido estar cómoda con mi lindo y gastado pantalón blanco.

Termino de vestirme y peino mi corto cabello con cuidado, siempre he llevado el mismo y aburrido corte desde que pase a tener cabello azul, corto por encima de los hombros. La razón era sencilla, mientras que a mi madre y hermana sus rulos se lucen a la perfección como pequeñas ondas, a mi se me enredan en las puntas y pareciera que llevo un ovillo de lana que fue atacado por un gato.

Bien, ahora toca el momento de escaparme. Su casa queda en Palermo y por lo tanto debería de tomar un taxi o un colectivo que me llevará hasta ella pero está vez me aprovecharé del estúpido de Dylan e iremos en su auto, maldito hijo de empresarios, niño mimado, su madre es un ángel que ha vivido desde siempre entre humanos al igual que su padre, poseen una buena fortuna gracias a la empresa que crearon hace unos cuantos años, para su cumpleaños número dieciocho le regalaron un lindo deportivo rojo que hoy usaría conmigo.

¿Es que acaso no puedo tener amigos normales? A veces me pregunto que tengo en mi maldita cara y por qué atraigo a tantos ángeles a mi alrededor, joder quiero amigos normales no emplumados que saben volar y me lo refriegan por toda la cara como si fuera la gran cosa hacerlo.

Mi meta para esta noche será entablar amistad con personas normales, humanos y apartarme lo más que pueda del mundo angelical. ¡Lo conseguiré estoy completamente segura! Terminaré la secundaria con un gran grupo de amigos humanos y haré cosas normales entre adolescentes.

Sigilosamente salgo de mi habitación, las luces del pasillo están apagadas, la puerta de Rosa está cerrada y la de Alastor también, muy rara vez mis padres cierran la puerta de su cuarto pero ahora deben de estar teniendo algún tipo de discusión con respecto a mi hermano, siempre lo hacen, sus discusiones giran en torno al demonio de la familia, mi padre desea castigarlo y mi madre no permite que le haga daño aun sabiendo que Alastor no la soporta y no la considera su madre.

Me asomo en la sala de estar y no puedo creer lo que veo: ¡está vacía! ¡Jeremías no está aguardando por mí para reprocharme!

Por el amor al Trono, que feliz he de sentirme en estos momentos, ahora Serena podrá divertirse tranquila en una fiesta sin estar soportando al estúpido de mi ángel custodio. Simplemente deseo ser una adolescente normal, una humana como los demás pero con Jeremías cerca no lo podré lograr, mucho menos cuando interfiere en mi vida cotidiana.

Necesito encontrar un balance entre ambos mundos antes de que esto sea tarde pero lo que más deseo es recuperar mi vida antes de que mis alas nacieran, mi reputación en la escuela la cual se vio perjudicada desde el momento en el cual Jeremías comenzó a molestar a los profesores, ahora hasta vergüenza me da entrar a sus materias.

Hace un calor infernal fuera, pareciera que estoy en el mismo infierno agonizando ante las terribles llamas de Satanás y siendo castigada por Lucifer, siento que me derretiré en cualquier momento como un lindo y delicioso helado de crema de vainilla y dulce de leche, ¿Cómo mierda soporta mi padre el calor del infierno? ¿Dónde habrá una heladería abierta a las doce de la mañana? ¡Joder! ¡Quiero un helado de vainilla y dulce de leche con cucurucho!

Ahora no pienso ir a ninguna fiesta sin mi heladito.

Estoy haciendo una escena, cruzándome de brazos y pateando el suelo como una niña haciendo un berrinche mientras que inflo mis mejillas... Serena tienes casi dieciocho años, madura un poco.

Ñe, madurar es para frutas.

El deportivo de Dylan estaciona en la vereda, lleva las ventanas bajas. El ángel hace una extraña mueca mientras mira mi discusión interna la cual hace que siga haciendo berrinches silenciosos y me enfade conmigo misma.

—¿Acaso estas drogada, Serena? —Dylan arqueo una ceja confundido y aterrado.

—¿Que? —le pregunto abriendo la puerta del deportivo en cuanto volví a la realidad. —¡Por supuesto que no! Anda conduce a la heladería más cercana.




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