—¿Te sientes bien? —Jade de pronto preguntó.
—Sí, claro —Murmuré sin pensarlo.
—Entonces, te dejo. Debo ir por unos cuantos libros a mi casillero —Se acercó a mí y besó mi mejilla—. No te aflijas, Liz.
—Claro que no.
La vi irse por el pasillo dejándome en una recóndita soledad y no supe que hacer. Solo me dejé caer en la muralla de mi bloque, pensado en lo que me acaba de decir ella. Todo ahora me revuelve la mente y solo pienso en no caer sobre el suelo. Estoy confundida al punto de tener mis ojos vidriosos. Aquello se podía leer a la distancia, era perceptible desde cualquier ángulo.
Los minutos pasaron y cuando tuve los ánimos suficientes, tomé un par de libros antes de que él se acercara y prácticamente corrí a la sala. Llegué a mi pupitre y apenas solté mi mochila, apoyé mi codo sobre la mesa mientras mi cabeza descansó sobre mi mano. Mi estado se combatía entre el desinterés de mi alrededor y la decepción que en ese momento me embargó. El timbre sonó y de pronto la sala comenzó a llenarse. El profesor apareció a los cinco minutos y tiró el libro de clases contra el escritorio. Las miradas de mis compañeros junto con la mía se fueron al instante a él.
—¡Las notas están asquerosas, por no decir que el examen fue todo un fiasco! —Gritó el profesor por las cuatro paredes, mientras que las caras de mis compañeros palidecían al igual que la mía—. Las entregaré uno a uno...
De la lista que se encontraba en el libro de clases, el profesor comenzó a llamar a los primeros de la lista; la chica inteligente de la clase, seguido de una chica baja y una morena con lentes, mientras murmullos de preocupación fueron en aumento cuando se entregaban las notas.
—Elizabeth Jones —Avancé apenas me llamó con esa voz ronca. La mirada atenta de mis compañeros me consumió y recorrí a pasos nerviosos el pasillo. De pronto un pie se interpuso en mi vista, aunque sin decir nada, lo esquivé hasta llegar al lado del profesor. Levanté la vista y él me sonrió al entregarme la hoja—. Es una buena nota, señorita.
—Gracias —Murmuré sin una gota de felicidad en mi rostro.
—¿Está bien? —Se preocupó.
—Yo solo...
Y la puerta se abrió de golpe, interrumpiéndome.
—Esta no son horas de llegar, señor —El profesor comentó.
Volteé para ver de quien se trataba y era el chico de la mirada gris que se detuvo ante mí. Mi cuerpo reaccionó al instante, que verlo frente a mí, se siente como ansiedad.
—Señor Derek tengo su examen —Murmuró el profesor como oídos sordos.
Di algunos pasos y esa cercanía se distanció como aquel olor de su exquisita fragancia. Su mirada interrogativa se posó entre mis tristes ojos y la desvié apenas me di cuenta.
—Puede ir a sentarse, señorita.
—Gracias —Le susurré al profesor y caminé por el pasillo de la sala intentando que esta decepción no me invadiera. Había pasado tantas cosas en la vida; rechazos y mentiras de parte de mis compañeros y familia, pero nunca me sentí tan acongojada con las palabras dichas por Jade y los recuerdos en mi mente.
Al término del pasillo, me senté sobre mi silla y recosté mi cabeza sobre la mesa, sin siquiera ver mi examen. Cogí el lápiz que tuve a la vista y solo me limité a delinear en mi cuaderno para perderme un poco de esta realidad. Solo aquello logra que mi cabeza esté en cualquier lugar que no sea el que ahora estoy presenciando.
—Liz, ¿estás mejor? —Jade preguntó un tanto preocupada.
—¿Por qué no lo estaría? —Murmuré sin expresión alguna.
—Bueno, no lo sé. Después de lo que te dije has estado más ida —Me encogí de hombros.
—Ya no interesa —Mentí.
—Tengo una buena noticia para ti —No quise verla—. Javier trajo un poco de pastel y dijo que solo lo quiere compartir contigo.
Me tensé de una. Ese chico sembró la gota del miedo y solo verlo, esta la aumenta.
—No gracias, no quiero.
—Bueno, entonces le diré que te deje —Murmuró convencida de que lo vería, yo en cambio, alivié un poco la tensión que ocurría en mi cuerpo.
Era difícil acercarme cuando la imagen de Javier del día viernes volvió a mi mente. Mentir en estos casos era la mejor arma para mantener alejado a ese chico. Aún recorría el miedo de que esa historia tenga su final en otro lugar con él.
El timbre sonó como siempre y salí prácticamente corriendo de la sala para alejarme lo suficientemente de todos. Así fue, ni siquiera me digné a ir a mi casillero, solo fui hasta un lugar donde nadie se encontraba. Las gradas del estadio de futbol americano eran las únicas vacías y en una de ellas, me senté mientras abrazaba mis piernas. Comencé a tener inseguridad de mí y mis alrededores, dejándome caer. Ya no lo logro confiar en nadie y eso me confunde por completo. El aire se acumuló entre mis pulmones y entre lágrimas que bajaban lentamente, me vencí.
—¡¿Estás bien?! —Alguien gritó.
Me sentí con pocas ganas de voltear y ver al responsable de la voz. Todo lo que había oído y leído, me tenía en un camino sin saber hacia dónde dirigirme. Ahora ya no sabía en quien confiar. Volteé con pesadez, viendo a un chico vestido de la mascota del colegio
(un puma) Me sonrío intentando por lo lejos, ver mi aspecto y cuando se percató de mi estado, su sonrisa se borró del rostro.