Mis ojos no podían cerrarse, prácticamente un escalofrío corrió en mí, sin querer provocarlo. Ahí se encontraba apoyado con las manos sobre el lavamanos mientras que su espalda desnuda se erguía cuando respiraba bocados de aire. Mis ojos por unos momentos se quedaron golpeados con esa imagen de culpabilidad, pero después inesperadamente viajaron por las cuatro largas líneas que delineaban su espalda. Era horribles, además de ser recientes. Aquellas marcas no eran antiguas, muy bien sabia cuanto se tardaba algo en sanar. Sus cicatrices, puedo estar segura que no eran de un tiempo largo.
Mordí mi labio inferior con desesperación, intentado digerir todo lo que veo. Verlo con aquellos ojos perdidos, me mata. Su mirada oscura se pierde entre el olvido del espejo para luego caer sobre la porcelana del lavamanos. Fue inevitable que ese nudo áspero raspara mi garganta, cuando me siento culpable por todo esto.
—Te veo, Lizzie.
Mi mirada sorprendida recayó en el reflejo de su rostro incomprendido a través del espejo. Ante tanta incomprensión mi mentón tiritó con gran fervor y por poco llegó a quebrantarse.
—Lo siento —Susurré con arrepentimiento.
—Ven aquí —Murmuró mientras tomaba de mi mano, atrayéndome hacia él.
No pude contenerme ningún segundo más y hundí mi cara sobre su pecho desnudo mientras mis brazos se aferraban a su angosta cintura. Sentirse idiota por un error cometido, eso era lo que me pasaba ahora. No medí las consecuencias de mis actos y ahora estamos de esta manera.
—Lo siento, Derek —Al pronunciar esas palabras sentí como mi pecho se estrujaba.
—No tienes porqué, preciosa —Murmura sobre mi pelo.
Yo sin entender a lo que se refería de repente, sentí como sus manos se aferraban a mis caderas levantándome más alto de lo normal, haciendo que yo enredara mis piernas en su angosta cintura. Su cercanía irradiada tranquilidad y no sé qué es mejor que esto, es realmente gratificante. No me interesó adonde se dirigía en ese entonces conmigo, solo me interesaba su compañía por encima de todo. Me arropé perfectamente en mi lugar de encuentro, él prácticamente era ese lugar que tanto soñé estar. Todo se pierde en ese momento y nada es más hermoso que dejar que los pensamientos cambien el curso de nuestro tiempo.
Me aferré con a él, sin querer soltarme. Notaba como su respiración encendía cada molécula de mi ser completo. Era increíble como un gesto tan normal de una persona, logra en mí crecer la necesidad de llegar más allá sin tomar preocupaciones. Comenzó a caminar y yo con mi cabeza apoyada sobre su hombro veía cada paso que daba, luego ambos nos sentamos en una silla del baño conmigo sobre su regazo. Mi respiración estaba un poco alterada, pero manteniendo la compostura, levanté mi cabeza para verlo detenidamente.
—Perdón si fui una idiota.
Mis palabras de arrepentimiento hicieron que una sonrisa se formara en su perfecto rostro.
—No tienes que disculparte por eso, Lizzie. Es un juego... Es solo que... —Mis ojos lo miraban inquietante mientras él se daba una pausa para suspirar—. No quise que vieras lo que hay detrás de mi espalda, lo otro fue una tontería. Perdón si te asusté con irme tan rápido.
—Creo que acepto tus disculpas —Él me observó incrédulo, pero después esbozó una sonrisa cuando se dio cuenta de mi broma—. No me interesa nada malo que tienes, te amo siendo tú mismo. Te amo con ellas o sin, ¿lo recuerdas?
—¿Segura? —Preguntó inseguro.
Sonriendo llevé una de mi mano hacia sus marcas delineando entre el roce de ellas.
—Completamente segura... Si te dejara por esto, sabiendo que yo también las tengo sería una completa idiota... Derek, no sé si te das cuenta, pero eres lo mejor que pudo haber llegado a mi vida —Confesé y en sus ojos logré notar un brillo en sus ojos, uno que desearía guardar por siempre.
—Y tú a mí, lucecita —Sus confesiones hacían que temblara como una lechuga.
Tomó mi rostro con ambas manos y depositó un beso tan profundo sobre mis labios que a medida que transcurrían los segundos, todo se colocó más intenso y desenfrenado. Era tanta la pasión que se formaba en nuestra burbuja que sus manos se filtraban por debajo de mi ropa manchada haciendo que de mí saliera un gemido imprevisto.
—No puedo llegar más —El caliente aliento que salía de su boca me advertía que todo se tenía que detener.
—Lo sé —Susurré con los ojos cerrados.
Los abrí y sus penetrantes ojos grises no apartaron la vista de mí, viéndome con lujuria. Tragué saliva y envolví mis brazos por detrás de su cuello.
—Más adelante todo cambiara —Dijo él.
Yo suspiré, asintiendo.
—Algún día tendrá que suceder —Acerqué mis labios y deposité un beso sobre la punta de su nariz.
—No te sientas presionada, yo jamás trataré de hacerte sentir eso —Sonreí negando.
—Créeme, cuando esté preparada para dar ese enorme paso, serás el primero en enterarte —Confesé y de pronto escuché una leve carcajada.
—Espero ser el primero y el último en enterarme.
Reí por su comentario mientras apoyaba mi cabeza en uno de sus hombros.