Si las luces se apagaran

26. "Mitades"

Un par de minutos rondando en esta cosa de dos ruedas, sentía que me faltaba poco para el día final. Solo contaba los segundos para que esta pesadilla terminara. Era cierto lo que me había dicho April, su abuela le había enseñado hace dos días atrás, y al juzgar por las frenadas que daba, le creí. Cuando se detuvo, mi corazón pudo palpitar con más calma e inmediatamente salí de la moto tirándome al piso.

—Por fin tierra, te extrañaba tanto —En ese momento no me importó cuando le deba un casto beso a la calle de cemento—. Para la otra regresaremos caminando... Pensé que no viviría para decírtelo.

—Que melodramática —Se quejó mientras se sacaba el caso.

—Si tu fueras la que va atrás de esa cosa...

—¡Como que cosa, chiquilla! —La voz de una anciana que salió de la puerta, me sorprendió.

Perpleja, alce mi rostro y vi los rasgos de la abuelita de ceño fruncido; sus ojos eran iguales que los de April, asombrosamente únicos. Además de tener una mezcla de mechones de cabello entre cobrizo y blanco, podía ver bien que le asentaba la viejez. Sin dudas April llegaba ser la viva imagen de ella. Los ojos de su abuelita se posaron en los míos, retóricamente. La incomodidad de su mirada hizo que tragase saliva, esa expresión no traía buenas consecuencias.

—¿Tú eres la mejor amiga de April? —Asentí sonriendo. Era una bonita frase para sellar nuestra amistad.

Su cara de fastidio hacia mí en un momento fugaz, se disolvió dando paso a una sonrisa satisfactoria que viajaba de una mejilla a otra. Extendió sus brazos, queriendo que yo le respondiera. Me levanté dudosa y en ella me arropé, oliendo ese exquisito perfume que caracterizaba a las abuelitas.

—Gracias por ayudarla. Gracias para estar para ella —Podía oír cada una de sus frases que me dejaban sin aliento.

Su voz se quebraba con nostalgia y alegría al mismo tiempo, este era el amor que realmente tiene April. Decliné de la idea de separarme de ella porque necesitaba este abrazo, por una extraña razón.

—No tiene por qué agradecerlo, yo también lo estoy de ella —Me separé, viéndola con detenimiento. En sus ojos destellaban un brillo poco visto.

—Gracias —Volvió a repetir.

—No hay de qué —Sonreí amigable.

—Siento interrumpirlas, pero abuela tenemos un problema, ninguna de las dos tenemos vestidos de la época medieval para el viernes que es el baile de invierno —La abuela que me daba un abrazo de oso, extrañada se alejó de mí, frunciendo el entrecejo.

—¿Lo que dice mi nieta es verdad?

Insegura por lo que pudiera decir, asentí con una meuca.

—Chicas ustedes son muy desorganizadas. Tuvieron mucho tiempo para buscar un vestido —Me encogí de hombros. Para mí, elecciones de vestidos, zapatos y cabello no era de gran importancia, había prioridades más grandes que este tipo de festividades.

—No es algo de nuestro interés —April dijo en nuestra defensa.

—Bien, pero antes de enseñarle mi colección de vestuario necesito que coman algo.

Si que yo logré objetar y ya la abuelita me arrastró por toda su casa dejándome en una las sillas de su cocina. La casa de April al igual que la mía no era de lujos, más bien era una casa campestre. Aunque la casa de April a diferencia de otros quedaba fuera del pueblo, un poco apartada en el bosque. La única manera de llegar era por un camino de cemento despoblado que seguía su curso hacia un lugar que ni siquiera conocía.

Al sentarme en la mesa, su abuelita dejó en ella miles de dulces para degustar el paladar. De aquí de seguro salgó con un kilito demás. Volví la mirada hacia su abuelita y ella dejó al frente de mí un exquisito chocolate caliente por la época de otoño. Sin dudas los grados bajaban mucho. April y yo comimos como unas verdaderas salvajes mientras su abuela comenzó a nárranos la historia de cómo fue obligada a casarse con un hombre que no amaba y dejó atrás a su verdadero amor. Estábamos tan sumergidas en la historia que la hora transcurrió gracias a ello. Solo me percaté del tiempo cuando vi por las persianas el sol ocultándose por los cerros. April decidió que era hora de levantarnos. Apenas lo hice, mi estómago estaba a punto de reventar.

Subimos hasta la tercera planta que era el ático y allí, donde dormían miles de cajas acopladas una encima de otra, buscamos. Todas etiquetadas con una palabra "Patio" "Cocina" "Vestuario" La abuelita nos indicó cual sacar y era la que decía "Teatro" Luego nos señaló otra y otra... En fin, terminamos bajando cuatro cajas polvorientas que se usaban en el teatro. April, fue la primera en abrir una y gritó al instante. Asustada me acerqué a ella y miré el cadáver de una araña.

—Está muerta —Le digo intentando no reírme de ella.

—¿Cómo lo sabes? —Ella preguntó inquieta.

—Porque la toco y no hace nada —Tomé un palillo tocándola e inmediatamente la araña salió corriendo, escondiéndose por entremedio de las paredes—. ¡Ups! Creo que no.

—Genial, ahora la araña querrá venganza —Ella bufó molesta, lo que me hizo reír.

—De seguro sobrevivirás.

—Ya chicas, ¿Quién será la primera en probárselos?

Con la pregunta de la abuela, ambas nos miramos retóricamente.

—Ella —Ambas dijimos al mismo tiempo apuntándonos con el dedo índice.

—Yo decidiré... —Tapo sus ojos y comenzó a mover su dedo índice—. Ella.

Los abrió viendo a la chica que eligió y canté victoria cuando supe que esa yo no era.

—Vamos, April no tengo todo el día.

—Bien —Ella dijo sin ánimo.

—Te esperamos.

Al final todo esto se tornó como esos desfiles de moda. Yo con la abuela estábamos sentada mientras ella desfilaba por el pasillo con los vestidos. El primero en pasar por la pasarela era un vestido rosa y negro que en definitiva era para mostrar busto, como de esos que se colocaban las mujeres en las cantinas.

—Esto no —Recalcó ella.

—Siguiente —Dijimos ambas.




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