Si las luces se apagaran

27. "¡Sorpresa!"

En ese momento no contralaba cada molécula de mi cuerpo, todas ellas se agazaparon con fuerza. Sus labios no formulaban nada y los míos tampoco. En mi cabeza tuve miles de cosas que anhelaba decirle, ¿Por qué haces esto a escondidas donde nadie escucha? ¿Por qué no solo me dices que iras con ella? Tan solo ayer le decía lo estúpida que era con mi inseguridad y pasa esto.

Mi boca se abrió para recriminarlo, pero volvió a cerrarse. Había hecho de este día una escena en plena cancha del colegio, pero ocurrió sin que pudiera meditar mis actos. No hice nada o dije algo, solo me perdí en esos ojos que los catalogaba como culpables. Retrocedí un poco y me digné a irme. Di media vuelta y pasé por el lado de Andrew, quien no sabía qué hacer.

—¡Lizzie, espera! —Su voz la escuché tan preocupada, aunque mi mente cegada no quiso detenerme. Los pasos míos siguieron y solo entonces se detuvieron, cuando él se posicionó al frente de mí—. ¡Ey! Espera, ¿Para dónde vas?

En sus ojos se translució el miedo, igual como lo estaba yo.

—A clases, Derek —Declaré rápido y pasé por su lado, ignorando su angustia.

—No de esa manera, no lo permitiré —De pronto su voz por detrás de mi espalda cambió a un tono enojado—. ¿Qué te sucede, ahora? ¿Estás celosa? ¿Enojada? Ya no sé que pensar.

Me detuve apenas lo escuché.

«¿Qué me sucede?» Yo misma me formulé aquello en mi mente.

Tomé mi cabello totalmente horrorizada. Había algo que ocurría dentro de mí y los celos no eran lo único que me estaba consumiendo. La gota tan mísera que se apoderaba de mí era la inseguridad de verlo enamorarse de otra mujer, no siendo yo. Ocultarme aquello solo hace que esa gota tuviera más ganas de caer al vacío.

—Son inseguridades —Susurré con tristeza y él se interpuso en mi frente—. Verte con otra mujer y que puedas enamorarte de ella, hace que tome decisiones sin pensarlo.

Declaré asustada y él sin articular alguna palabra, se acercó a mí.

—¿Ves es esto? —Preguntó mostrando la larga cadena que, colgado en su cuello, dejando al descubierto la mitad de un corazón—. Esto lleva tu nombre, Lizzie. Sea la mujer que se interponga en mi mirada, tú nunca desaparecerá de ella. Mis ojos siempre te verán a ti. Mi corazón siempre se sellará su entrada a las demás. Jamás olvides que la mitad que tú llevas, te pertenecerá, nadie más que a ti.

—Y-yo, lo siento —Mi débil voz apenas era susceptible.

—No lo lamentes, solo quiero que confíes en mí. Han pasado meses y no eres capaz de hacerlo y me doy cuenta —Tomé un bocado de aire cuando terminó de hablar—. Si tanto me amas, hazlo por todos los momentos de oscuridad que hemos salido adelante solo nosotros dos.

—Será algo difícil, pero por ti lo haré —Tomé sus mejillas y besé sus sonrosados labios—. Lo siento.

—Yo igual por no decirte —Su voz chocó contra mi boca por la cercanía tan agosta que manteníamos.

—No tienes que decirme, no quiero ser una novia acosadora... Y creo que lo estoy logrando —Admito desconcertada.

—Gracias por abrir tus inseguridades conmigo.

—Gracias por seguir dándome fuerzas y aún cuando no las merecía.

Ambos sonreímos y en ese preciso momento, el timbre sonó para llamarnos como reclutas a clases.

—Después te veo —Me acerqué a su mejilla y deposité un beso.

—¿Vamos juntos?

Me separé, negando con la cabeza.

—Claro que no. No quiero que esa asignatura sea un problema para ti, como yo lo estoy haciendo ahora —Bajé la mirada y luego la levanté sonriendo—. Bien, me debo ir, te veo luego.

Con un gesto de manos, me despedí y comencé a caminar, pero un sonoro silbido me dejó plantada en pleno campus. Me giré y él corría tras mí para alcanzarme.

—Eres obstinado, ¿Cierto?

Se encogió de hombros, indiferente.

—No tengo que lamentar, además mi compañera afortunadamente se fue —Me respondió con gran satisfacción.

—¿No te agrada? —Pregunté en voz baja.

—No es la mejor compañera, además siempre sus ideas son las que interesan —Bufó un poco molesto—. No sabe trabajar en grupos.

Al parecer, la compañera de Derek estaba siendo la nube negra sobre su cabeza. Sin embargo, no puedo opinar. Nunca he compartido una sola palabra con ella porque acostumbra a sentarse adelante y muchas veces suele tener un carácter sarcástico.

Llegamos a nuestra sala y nos percatamos que ningún compañero estaba en ella. Nos miramos sorprendidos y justamente un chico que corría por el pasillo, le preguntamos. Al parecer todo el mundo estaba en el auditorio para hablar sobre el abuso escolar. Claramente iban a tomar cartas en el asunto. Después de lo que sucedió con April, esto había sido un escandalo por todo el pueblo.

—No tenemos que ir, ¿Lo sabes?

Asentí cogiendo su mano, entrelazándola.

—Pero necesito hacerlo. Ella estará allá, soportando todo ese peso —Declaré un tanto deprimida por la situación.

—Si necesitas estar con ella es mejor ir —Él me alentó.

De esa manera comenzamos a caminar. Quise desviar mi mirada hacia su cara y dejé que esta se sumiera en su perfil. Ese era mi hombre, el chico que, a pesar de mis inseguridades, siempre estaba ahí para mí.

***

Por fin el famoso día había llegado, aquel día en que cualquier chico o chica hablaba sobre el baile de invierno por los pasillos del colegio. Las clases no estuvieron absortas, toda la clase de deportes fue tema de que hablar. Las más deportistas presumían porque sus citas eran ni nada más ni nada menos que algunos chicos del equipo estrella del colegio.

—Bien, quiero que den cinco vueltas a la cancha y las dejo libre para que puedan ir a bañarse —La profesora nos gritó a todas las que la rodeábamos—. ¡Listas! Las quiero en tres, dos...

Comenzamos a ordenándonos en una fila sobre la pista y tocó el silbato para que algunas salieran como jaguares en busca de su presa. Sin embargo, yo salí como si se tratase de un perezoso. Terminé siendo la última en dar la vuelta y la profesora me regañó por el retraso que llevaba con respecto a las demás. Hice caso omiso, ya que si seguía a un ritmo más elevado conseguiría un infarto de inmediato. De ese modo perezoso di las últimas cuatro vueltas. Ya por la quinta vuelta, la mayoría de mis compañeras y algunos compañeros se fueron directamente a los vestidores. Yo a duras penas traspasaba la línea invisible por la mitad cuando la profesora, por suerte, se resignó en esperarme y se fue.




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