Al tener la cabeza apoyada sobre su hombro, la soledad se esfumó como si una tormenta hubiera pasado sobre ella. Sentirlo así, sin medidas, lo dejé todo atrás. Ver mi presente y todos los recuerdos hermosos que marcaron mi vida junto a él, volví a vivir. Entre mis mejillas se formó una sonrisa. Este es el lugar menos indicado para estar de esta forma, pero se queda en el olvido cuando sus brazos vuelven a arroparme con delicadeza, demostrándome más como ese simple gesto se vuelve mi presente y futuro. Aquel subconsciente que no deja gritar como ecos entre mí de que esto está mal, se fue apagando como una llama... Por primera vez lo dejé todo atrás. Cerré mis ojos fuerzas y percibí sus caricias de ensueño, de esas que jamás quieres despertar.
—Tal como tú en un pasado me dijiste —ambos nos separamos un poco, conectándonos con la mirada. Aún bajaban lágrimas de esas hermosas nubes grises y las aparté—, ahora me ves acá sujetando esas manos de las cuales me amarré cuando no creía en nadie. Date la misma oportunidad que me diste a mi para continuar. No dejes que ese dolor del cual no eres culpable, te domine. Ama tu presente conmigo y ese futuro a mi lado.
—No deja de doler —Suelta una mano y golpea su pecho—. Hasta acá y no deja de torturarme.
—Solo hazlo por esta chica que no deja de amar cada forma tuya.
Su mirada sin vida volvió a cobrar algo que le fue arrebatado. Sus ojos tan claros y rojos se forjaron en un brillo. Tomó de mis mejillas con gran necesidad y chocó su frente con la mía.
—No te recordaba tan segura de ti misma —Sonreí con ternura y él dejó abrir sus ojos—. No cambies nunca.
—Tú lograste que cambiara mi vida, Derek —Puse una mano sobre la suya y nuestro roce fue lo más profundo que necesité de él—. Por favor, jamás vuelvas a dañarme otra vez. No sabes el infierno que llegué a pasar por ti. Todo ha sido un desastre en mi vida.
Mis ojos se humedecieron que las lágrimas se acumularon en mis parpados y no dudaron en salir. Separé mis parpados y vi el arrepentimiento en sus ojos, quitó cada lagrima que resbaló por sus mejillas. Ese sentimiento de culpabilidad lo hizo bajar el rostro.
—No quiero ser el culpable de esas lagrimas y lamento mucho las que cayeron... Lo lamento cada día en el que me vi en un hoyo sin salida —Declaró con tristeza—. No lo volvería hacer. Lamento ser un cobarde que...
Sin perder cada segundo de nuestro tiempo, acerqué mis labios a los suyos, rozando el tacto entre ambos. Me sentí en una completa avalancha de sentimientos que revolvían mi estómago. Volví a la fantasía reciproca que me trasmite serenidad. Volví a caer en sus redes queriendo siempre permanecer sobre ellas. Nada era igual que antes, nos complementábamos como nunca. Nunca algo tan profundo nos unió como uno, es como si el tiempo se detuviera.
***
Permanecimos así por un largo tiempo queriéndonos olvidar de cada mochila pesada que cargábamos. Las obligaciones entre ambos decayeron, nuestro tiempo era lo que más importó en ese momento. Pasé por sin fin de dolor, tropiezos y lágrimas, pero volvería a caer solo por él. Nada hora importa, conseguí que mi vida volvería, que ese pedazo de me fue arrebatado volviera a mí. Las horas pueden ser pocas, para equiparar el tiempo perdido, pero vale la pena
—Te extrañé mucho —Susurré, aferrándome a su cuerpo.
—Yo también, no dejo de recordar todos los días en lo mucho que te necesitaba —Formé una sonrisa, al escucharlo—. Hemos estado mucho tiempo acá y tienes que comer algo.
—Descuida.
Mi estomago de pronto comenzó a sonar.
—Vamos, lucecita.
—Bien, entonces llévame a comer.
—Por supuesto que sí —Besó mi cabello.
Me levanté de su regazo, perdiendo la mirada en la sepultura de su mamá. Las rosas blancas que tanto adoraba se encontraban en el centro, resaltando entre otras de colores dispersos.
—Vamos —Tomó de mi mano, sorprendiéndome. Yo le sonreí y volví la mirada hacia el lugar en que descansaba—. Ella te hubiera amado.
—Mi madre lo hace, Derek. Ella te ama.
Subí la vista y en su semblante se dibujaba una sonrisa.
—Pero tu padre no —Comentó con melancolía y yo bajé la mirada decepcionada—. Es hora de irnos. —Asentí, sin perder la vista de sus ojos—. Hasta luego, madre.
No hubo una respuesta alguna, pero en mi alma percibí como que le devolvió la despedida con un "Adiós, cielo" o algún apodo que le daba cuando estaba junto a él. Al ver ese brillo en sus ojos, me sentí plena por dentro. Él volvió a mí como eso tan favorito que se escapa de las manos. Después de tanto extrañaba esos brazos cuando me acogían.
—Ven —Sin temor alguno, enredé mis manos por las suyas—. Tienes que comer, Derek.
—Lo sé —Besó mi cabello mientras avanzaba conmigo hacia el auto—. Te necesito aquí, conmigo.
—Yo igual.
Al llegar al auto me abrió la puerta, lo cual yo accedí al subirme. Él arrancó en cuanto lo encendió. No supe hacia donde se dirigía, pero que más daba si mi confianza en él era infinita. Hubo un silencio acogido en el interior, pero a diferencia de otros este era uno reconfortante. Sonriendo quizás, mi vista se perdió en las calles del pueblo pasando por la plaza, la iglesia y al momento ver el colegio, me sorprendí cuando no se detuvo.
—Derek... —Dije su nombre, perpleja—. No nos detuvimos.
—Lizzie, te dije que te llevaría a comer.
Abrí mi boca para interferir, pero me detuve.
—¿Pensé que seria en el colegio? —Pregunté desconcertada—. P-pero no puedo salir a comer al lugar que se me plazca, Derek. Si mis padres me ven, harán mi sepultura en un abrir y cerrar de ojos.
—No, bizcocho —Reí levemente, aún recordaba ese modismo—. Extrañé esa linda sonrisa... Sino quieres ir a comer algún lugar vamos a casa.
—P-pero, ¿No esta tu padre?
La pregunta hizo que un profundo silencio que expandiera por largos minutos.