Volteé con suma discrepancia al verlo como salía de mi antiguo hogar.
—¿Thomas? —Pregunté con cierta inquietud.
—¿Te llevo a tu casa? —Preguntó al acercarse.
—¿Mi papá te mandó? —Indagué enojada.
—No, fui yo solamente —Sonrió, ladeando un poco el rostro.
No pensé en las palabras de ese hombre, confiar en este momento es un péndulo en el precipicio. Con disimulo bajé la vista a mi teléfono mientras el silencio se marcó mucho entre nosotros. Luego volví la vista a él; se mostraba cabizbaja mientras golpeaba algunas piedras. Rodé mis ojos y preferí dejarlo así para marcar a la agencia de taxis, aunque nunca me dieron la pasada. Genial. Mordí mi labio inferior, buscando algún pretexto al cual acudir.
—No puedo confiar en ti —Esas palabras hicieron que tan bellos recuerdos me humedecieran los ojos—. Además, mi departamento está del otro lado de la cuidad.
—Soy policía y mi casa igual está del otro lado —Confesó, encogiéndose de hombros.
—Está bien —Sellé.
Me llevó en su auto Honda y recorrimos toda la autopista, por las indicaciones que le di. Él conocía bien la cuidad, así que no fue un problema dejarme al frente de mi antiguo, pero acogedor nuevo hogar. Salimos y me ayudó con las maletas hasta la puerta de mi nueva casa.
—Gracias —Le di a saber cuando dejé mis maletas al lado del sofá ya instalado—. ¿Te gustaría una taza de café?
—Sí.
Cerró la puerta y yo me dispuse a desempacar la nueva vajilla que tenía. Saqué dos tazas junto con unas galletas de chocolate que había cogido del supermercado. Las acomodé en mi nuevo comedor y de vuelta en la cocina, puse el hervidor mientras Thomas no dejaba de observar el entorno. No hubo ninguna platica, solo miradas de reojo y algunas sonrisas de su rostro, pero ninguna mía. Este día fue tan desastroso que ni siquiera el más lindo detalle cambiaría mis lágrimas.
—¿Con azúcar o sin? —Le pregunté con una pizca de curiosidad y él se levantó.
—Con azúcar.
—Bien.
Volví por al agua caliente y le eché a su taza, por suerte él ya estaba instalando en la mesa. Luego fui por la mía y al sentarme nuestro silencio fue más cómodo. Y pensar que hace media hora estaba presenciando algo tan bochornoso y difícil de digerir.
—Lo siento —Le confesé al abrazar mi taza con los dedos, la noche otoñal sí que era fría—. Mi comportamiento fue desastroso, lo siento si te hice pasar por un mal momento.
—Descuida —Manifestó al encogerse de hombros y nos miramos por enésima vez—. Es normal que suceda con la persona que quieres, ¿Cómo se llama?
—¿Quién? —Apenas articulé y me quedé hundida en ese recuerdo, en esa vez en que quise saber su nombre—. Derek, se llama Derek.
Sonreí y percibí como lo húmedo de mis gotas de dolor se esparcían por todos los pómulos.
—Ten confianza en mí —Giré captando su atención y me sonrió comprensivo—. Sé que soy un desconocido, pero uno de los valores que he aprendido es la confidencialidad.
Me negué al morder mi labio inferior y vi como ese rostro masacrado se refleja en el oscuro café.
—Lo conocí en último año. Ambos nos conocimos en un desafortunado desenlace, yo a punto de perder mis fuerzas y él sosteniéndome para que no cayera. Fueron circunstancias muy peligrosas en las que él me ayudó a superar. Estaba a punto de perder mi vida, por un momento llegué a pensarlo. Sin embargo, él llegó en el preciso momento y sostuvo mis manos con amor, confesando que todo estará bien porque me ayudaría a salir. Gestos tan profundos y sentimientos tan embellecedores que fueron el paso perfecto para darme cuenta de que ese amor que dura para toda la vida, lo tenía al frente de mis ojos ayudándome a salir del dolor, para volver a sonreír. Derek significó mi soporte, aquel que nunca recibí de otras personas. Fue el único en quitar cada lagrima, en darme su mano para levantarme... Por esa manera tan noble de ser y por quererlo de todas las maneras posible, es mi todo —Le digo con melancolía y suspiré—. Planemos tantas cosas que, si mi vida hubiera sido diferente; tal vez tendría una familia con una economía más baja o más alta, no lo sé y no me importa. Solo pensé en un futuro con él, siendo mi compañía. —Me quebré y observé la pared solitaria de mi casa—. Es increíble, pero si mi destino hubiera sido otro tal vez ya hubiera estado embarazada. Sin embargo, son suposiciones tan ingratas y fantástica que me quiebran en segundos... Pensar que se encuentra con otra mujer, no siendo yo quien lo acompaña, me mata, pero más mata el hecho de que una parte de mi lo quiere así, quiere que ese maravilloso hombre sea feliz como muy pocas veces lo fue.
Lo vi con desesperación, sintiendo la falta de oxígeno y me levanté de la mesa con brusquedad. Quise tirarme desde ese mismo balcón que tenía. La idea de seguir lastimándome o seguir en esta vida provoca reacciones tan mediáticas. Fui decidida a hacerlo, pero el vidrio de la ventana me detuvo como un escudo protector de todo. Apoyé mi cabeza sobre el cristal y lloré con desmedida como lo hice aquella vez que estaba lista para irme.
—Tranquila —Me dijo entre susurros—. Yo estaré aquí.
—Yo pude haber tenido otra vida, una con él, pero no. Me condenaron las personas que amo y personas que tendrían que haber apoyado cada paso de Derek. Nada estará bien... Nada —Susurré con cierto trauma entre voces—. Él un día dijo lo mismo y se volvió real, pero yo en estos siete años de dolor nunca pude estar para él.
Hizo círculos en mi espalda y yo sin tener un brazo al cual apoyarme me quebré entre su pecho. Nunca necesité la compañía de alguien tanto como esta noche fría. Thomas se convirtió en ese pañuelo para secar mis lágrimas. Se convirtió inexplicablemente en alguien que acudió a mi dolor en el momento más preciso.
—Me quedaré acá contigo para que te tranquilices —Confesó y de alguna manera eso me hizo sentir menos vulnerable a lo que pasaba por mi cabeza.