Pero no puede aceptarlo. Cada vez que besa su piel, cada vez que su tacto la roza, siente ansias de huir de ese lugar. Esto no puede estar pasando, y lo que aun es peor, ella no puede estar aceptando algo como esto.
—No, deténgase, ¡basta! —exclamó Emilia empujándolo y sacándoselo de encima mientras se colocaba en pie cubriéndose con lo que encontró—. ¿Usted cree que con mostrarme un documento que no recuerdo que he firmado voy a aceptar todo esto?
Apretó los dientes, inquieta, retrocediendo de inmediato.
Emanuel entrecerró los ojos molesto, sentándose sobre la cama. No se esperaba esto, más aun cuando ya estaba a punto de hacerla suya, se siente frustrado, aun así mantiene la calma. Arregló su cabello con sus manos antes de pronunciar alguna palabra. Su expresión fría se alzó hacia la mujer, intimidándola.
—Entiendo, sobria no piensa igual que borracha ¿Necesita beber algo primero? —le dijo en tono sarcástico.
Emilia lo notó. Arrugó el ceño, ofendida.
—No sea absurdo, señor, lo que haya hecho borracha no cuenta legalmente —reclamó retrocediendo, dispuesta a cruzar esa puerta y no volver jamás.
Emanuel se rio en su cara sin borrar la expresión severa de sus ojos.
—Borracha rompió el jarrón —dicho esto alzó ambas cejas con ironía.
—¿Tiene pruebas de eso?
Sonrió con sarcasmo.
—¿Las necesito? Es su palabra contra la mía —se colocó se pie saliendo de la cama sin cubrirse mientras Emilia desvía la mirada para no verlo—. La palabra de una simple mujer común y corriente versus un empresario de una de las más grandes empresas financieras del país.
—Lo voy a denunciar por las redes sociales si es necesario —lo amenazó Emilia retrocediendo a la vez que se acerca a ella.
Emanuel la escuchó incrédulo antes de echarse a reír a carcajadas.
—¿Con que pruebas? Hágalo y yo la denunciare por difamación, frente a todo el mundo quedará como una mentirosa que solo buscaba sacarle dinero a Emanuel Stravros —respondió tomando una bata que había detrás de Emilia haciéndola entender que no se acercaba a ella sino a recoger su ropa.
Emilia no respondió. Sabe que es injusto pero lamentablemente el mundo es manejado por quien tiene más dinero, y ella difícilmente podría contra aquel hombre. Ni siquiera tiene familia ni amigos que la apoyarían. Además no hay pruebas más que un jarrón roto... a menos que...
—Y si piensa denunciarme por abuso sexual —señaló Emanuel como si le leyera la mente— no tiene pruebas, puede ir al hospital y corroborarlo, no le puse ningún dedo encima. Se que acostarse con alguien borracho es ilegal, no soy idiota.
—Pero usted y yo estábamos desnudos en la cama —indicó incrédula—, e incluso mandó a uno de sus empleados a traerme la pastilla del día despues...
—¿Quién quisiera acostarse con alguien que huele a alcohol y vómitos? —señaló con otra pregunta tomando unas toallas blancas—. Además ¿Tienes testigos? ¿Alguien que corroboré sus palabras? Soy un buen hombre que encontró a una mujer borracha en la calle y sin saber donde vivía la llevó a su casa para que ella pudiera estar segura. Pero esa mujer enloqueció causando un daño de millones de dólares.
Y se acercó a la mujer que no se ha movido de su lugar.
—Dese un baño, le traerán su ropa de la lavandería, luego de eso la llevaran a su casa, le doy tres días para que lo piense. Si en tres días no recibo respuesta mis abogados se contactaran con usted. Le diría que fue un gusto pero le mentiría, solo espero que cuando vuelva a verla sea más inteligente y se de cuenta que en sus condiciones no tiene derecho a quejarse.
Emilia palideció. Es claramente una amenaza. Sostuvo las toallas entre sus manos y su expresión se detuvo en aquel hombre.
Aquel enmudeció. Otra vez es ella. Ante Emanuel es como si estuviera su ex prometida, la misma expresión dolida de Rose. El hombre tragó saliva sintiendo un sudor frio antes de golpear la pared sorprendiendo a la mujer y salió dando un portazo.
—Si no fuera por esos infames ojos verdes —dijo apretando los dientes mientras se apoyaba en la puerta.
Su corazón late acelerado, deseaba tanto poseerla en estos momentos, mientras tenga los ojos cerrados es como si quien esta en sus brazos es su ex prometida, no aquella vulgar mujer de aspecto similar. Su corazón rebosa del sentimientos adormecidos hacia su único amor. Es una maldición sin embargo, sus ojos verdes rompen su ilusión, es como si le restregará en la cara que por más que se parezca a Rose, no es ella.
Respiró inquieto llevándose la mano al pecho, necesita darse una ducha, desahogar sus ansias con su mano. Sino cargará todo el día con las ganas contenidas. La similitud de esta mujer con su Rose lo esta enloqueciendo. Pero acaba de descubrir que le sirve, su cuerpo reacciona y se calienta al estar junto a ella, siempre y cuando mantenga los ojos cerrados.
Es obvio que nunca será como ella, y que él nunca la amara por ser quien es. Solo será una muñeca vestida y comportada para desahogarse físicamente. La sustituta de su Rose, hasta que ella vuelva. Porque aunque todos le digan que ha muerto sabe en su interior que no es así. Y mientras la espera puede usar a esta otra mujer.
Emilia en tanto se ha dado un baño sin salir de su ansiedad, solo quiere salir ya de este lugar y no volver. No quiere pensar en el tema del jarrón ni de ese contrato absurdo. Gira la llave para sentir el agua más caliente y reaccionar. Esto es real, no una pesadilla.
Al salir del baño vio su ropa ordenada y limpia sobre la cama por lo que se vistió de inmediato. Luego tomó su cartera y abrió las puerta para salir como si estuviera huyendo, pero ¿Eso es posible? ¿Si se va lejos podría él alcanzarla?
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Editado: 19.09.2022