Emilia desvió la mirada por un momento, buscando las palabras adecuadas antes de volver a fijar sus ojos en él.
—Disculpe, no acabo de entenderlo —dijo cuidando sus palabra esperando que todo solo haya sido un malentendido de su parte, no puede ser que alguien tenga ese nivel de desfachatez.
Emanuel se acercó a su lado. Y aunque en un principio no estuvo dispuesta a retroceder su cercanía se le hace peligrosa y no pudo evitar mantener la distancia con un paso hacia atrás cada vez que él adelantaba otro.
—Durante el periodo que dure el contrato te quedaras a vivir aquí —respondió con seriedad y no parece dispuesto a aceptar lo contrario, sabe como amenazar a la gente, y una simple mujer como esta no será la excepción—. No quiero otra vez tener la mala fortuna de encontrarte borracha en manos de otro hombre.
La acorraló contra la pared sin despegar su mirada intimidante frente a ella. Emilia apretó los dientes al notar la diferencia de tamaños y contextura de ambos. No quiere sentirse pequeña frente a aquel hombre pero no es tan fácil como quisiera. Aun así siente la rabia acumulada en su pecho a punto de estallar de impotencia. Apretó ambas manos tensando su rostro.
—¡¿Qué mierda?! Yo tengo un lugar donde vivir no necesito de sus limosnas —exclamó molesta dándole un empujón ofuscada, aunque solo fue capaz de moverlo unos centímetros.
No piensa vivir en ese lugar, controlada a ese nivel ¿Esperara también controlar su vida privada, sus horarios, sus salidas? ¿Y todo por un estúpido Jarrón? Sí, son trescientos millones de dólares, pero le hace sentir como si no solo hubiera entregado su cuerpo durante un año, sino su vida completa. Preferiría trabajar por años para pagarle que tener que humillarse de esa forma. Por ello se aferró a su cartera sin intenciones de quedarse en ese lugar, sea lo que sea que diga aquel hombre.
Emanuel sorprendido por la reacción pronto chasqueó la lengua impaciente. Es difícil controlar a un animal que a pesar de estar en desventaja en sus condiciones físicas no parece notarlo. Pero lo peor no es eso.
"Mientras más la conozco más notó que es distinta a Rose" pensó arrugando el ceño.
Rose no hubiese dicho una grosería ni menos intentar huir de sus responsabilidades.
Por ello agarró a Emilia del brazo con brusquedad justo cuando ella parecía dispuesta a irse haciéndola retroceder violentamente golpeando su espalda contra la pared, para tenerla frente a sus ojos. El golpe fue tan fuerte que por unos segundos sintió que perdía el sentido.
—Habla de ese departamento inmundo, ni siquiera una rata podría vivir ahí, entiendo que para alguien miserable como tú puede ser un palacio, pero deberías siquiera sentir vergüenza de vivir en ese lugar —habló en forma despectiva.
—Es lo que me alcanza con mi sueldo —musitó herida en su orgullo.
Para una huérfana como ella haber logrado tener su propio lugar sin apoyo de nadie, aunque arrendado, hasta ahora había sido un logro, por eso le duele la forma egoísta de este hombre que no ve eso.
—No entiendo, te estoy ofreciendo un lugar mejor donde vivir, con más comodidades, comida y alojamiento gratuito —indicó molesto tomándola de ambos hombros aprisionándola contra la pared—. ¿Cómo puedes despreciarlo y pensar en volver a ese nicho asqueroso? Si no te gustan los muebles podemos comprar otros, si la pintura es de tu desagrado puedo pedir que la cambien. Te estoy ofreciendo lo que cualquier otra mujer apreciaría...
—Me lo ofrece a cambio de que me quede aquí ¿Para qué? ¿Qué me entregue a usted y viva bajo su control? —respondió apretando los dientes—. ¿Qué le pasa? ¿Esta obsesionado conmigo?
¿Obsesión? ¿Por alguien como ella? Se sintió ofendido que esa idea pasara por la cabeza de esa tonta mujer, sino se pareciera a Rose nunca siquiera la hubiera mirada. Esta afuera siquiera de sus mínimos estándares.
—Te lo ofrezco solo a cambio que me pagues el jarrón que rompiste —exclamó ofendido—. Dinero no tienes, bienes tampoco, ni familia ni nada, y como te pareces a mi ex entonces lo único que puedes darme que valga la pena es tu cuerpo. Pero ¿Obsesionado por ti? Ahí estas equivocada, solo quiero tu cuerpo porque quiero soñar que estoy con ella, no contigo.
Emilia empuñó ambas manos, maldito hombre, maldito jarrón, maldita pobreza ¿O sea quiere su cuerpo solo para creer que está teniendo relaciones con su difunta prometida? ¿Podría ser algo más enfermo e inhumano? De solo pensarlo le hace sentir escalofríos, por lo que desvía la mirada queriendo que la soltara, pero Emanuel Stravros no parece dispuesto a dejarla ir.
—¿No ha pensado siquiera como iré a mi trabajo desde aquí? No hay forma de movilizarme —reclamó impaciente.
Emanuel la tomó de la barbilla aunque ella intentó oponerse a que la tocara.
—Si necesitas ir a trabajar mi chófer te llevará, te dejará en la estación de metro cercana para que nadie te vea llegar con él y sospechen. No creo que tengas a otro lugar donde ir, no tienes a nadie, una huérfana como tú con suerte tiene donde caerse muerta —por su expresión al decir esto fue claro que sus intenciones son hacerla sentirse peor.
Emilia desvió la mirada, conteniendo su emotividad, el tono la hirió aun más tanto para que sus ojos se pusieran vidriosos.
—Usted ni siquiera me conoce —dijo sin mirarlo.
Emanuel dejó escapar una risa cínica.
—No me interesa conocerte —respondió con una sinceridad abismante—, te lo repito, solo quiero tener sexo contigo, solo quiero tu cuerpo, no tu interior, no me interesas como persona, quiero que seas el objeto para desahogarme. Nada más.
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Editado: 19.09.2022