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No podía ser cierto. Esto debía ser una jodida broma, si. O una pesadilla.
Es decir...
Había caído en una depresión que nisiquiera en la adolescencia había experimentado, sintiéndose mucho peor, mucho más dolido que desde el día en el que dejó de oir esa melodiosa voz, sentir esa calidez y sobre todo, desde el día en el que dejó de ver esos ojos celestes por los cuales estaba coladito. Perdido, enamorado.
Sinceramente el hallazgo de la policía le había bajado, a él un hombre pesimista, sus esperanzas de encontrar con vida a su amada de un 100 a un 30% sin exagerar.
Todo este tiempo había pasado, año y medio. Y hasta ahora encontraban esos cuerpos en tal estado deplorable que a veces uno no alcanza a imaginar lo enferma, sucia y cochina en todos los sentidos que podía ser la mente humana. La maldita mente humana.
Una vez enterado de las cosas, corrió huyendo como si algo lo persiguiera, para internarse en su sótano bajo llave sin las mínimas intenciones de salir.
¿Para qué?
Ese bajón de emociones se le había venido encima para destruirlo, acabar con todo y juntamente con sus demonios, irlo despellejando de a poco y sin piedad. Como tratando de acabar la poca fuerza de voluntad que tenía para seguir viviendo.
Era cierto que habían personas menos afortunadas que él, con enfermedades terminales, con vidas injustas, con tratos crueles y aún asi se aferraban de manera aterradora y admirable a la vida. Sin embargo para Min, vivir sin pasión era lo mismo que ser un maldito zombie que come por comer, anda sin rumbo, sin saber porque vive, ¡ no tenía sentido!
Vivir sin ella... sin su amada.
¿Qué pasaría si la encontrasen sin vida?
Seguramente se echaría a la pena condenando su alma, por que ella aún tenía su corazón.
No podría reemplazarla asi de fácil, no la olvidaría nunca, y tampoco acogería la idea de buscar a alguien más y dejar todo en el "pasado", su corazón NUNCA se lo permitiría.
¿Tan aferrado estás a ella?
Era cierto.
A tal punto que no comió, no bebió ni atendió sus necesidades fisicas para dedicarse a llorar día y noche como que haceptando la derrota de una vez. Algo que no hubiera hecho pero las circunstancias se habían prestado.
Él, un hombre con orgullo, estaba llorando en su sótano en plena oscuridad importandole poco si era de día o de noche, si tronaba o resollaba, si salía el sol o no. Era lo mismo.
Sus días se habían convertido en un maldito oyo negro que lo engullía cada vez más para luego tragarlo.
Y es que, cual veneno de pringamosa, su corazón dolía cada vez que hacía fuerzas para llorar y dar un quejido de dolor peor que el anterior, desconsolado.
Ignorando a su rommie quien en vano lo llamaba, golpeaba la puerta y hasta consideraba la idea de llamar a la policía o a alguien que abriera la maldita puerta para ver a su mayor, pero se abstuvo de hacer tonterías.
Esperó paciente.
Pero el cuerpo es débil. Y en una noche determinada el peli-negro salió de su encierro, abrumado por las luces artificiales a las cuales no soportaba por sus rojizos ojos. De tanto llorar.
Corrió a su habitación para que nadie lo viera en ese estado lamentable y se dispuso a bañar su cuerpo glorioso, hechando sobre su piel cualquier cantidad de jabones y vainas para volver a oler como persona.
Jimin no estaba, pero en su "ausencia" había mantenido la enorme casa aseada e impecable.
En ese momento, al bajar las escaleras se oyó el ruido de la llave y un "click" seguido para finalmente abrirse la puerta y a un Jimin cabizbajo con el semblante decaído y su morada como el mismo la describiria, en indefinición.
Caminó hacia la cocina pero su mirada no tardó en posarse sobre el pelinegro quien lucía de palidez mortal junto a unos ojos rojizos, los cuales lo admiraban sorprendido. El menor no perdió el tiempo, y corriendo con auténticos torrentes de lágrimas resbalando de sus ojos, abrazó a su Hyung metiendose en sus brazos y aspirando su aroma.
Era él. Era su Min-Hyung.
Sin embargo el mayor estaba siendo azotado por esas punzadas a su corazón otra vez. Y ahora Jimin era la razón.
Al separarse, detalló el rostro del más joven quien le regalaba una sonrisa con los ojos casi en una linea.
Jimin se había desteñido el cabello, dejando al natural su color rojizo tirando a naranja, de igual forma quitando sus lentes púrpura para dejar ver esos ojos celeste claro; semejantes a dos zafiros decorando su rostro y a la perfección colocados.
Jimin... lucía como...
El mayor prefirió guardar silencio y ahorrarse sus comentarios. No le iba a decir con toooda la serenidad del mundo: "Oye, mocoso irrespetuoso, te pareces a mi novia la que secuestraron el 4 de Febrero y de la cual; no se haya su cuerpo".
Entonces procedió a comerse de buen gusto el manjar que el menor le había preparado, recordando lo mucho que extrañaba su sazón. En tanto respondía las preguntas de Jimin con ciertas.... Verdades disfrazadas. Mentiras piadosas. No quería que Jimin sospechara algo.
Esa misma noche, Yoongi se dirigió a la cocina para sacar de los cajones de abajo una cantidad de bebidas alcocholicas las cuales, tenía reservadas para visitas, ocasiones especiales o simplemente, tenerlas como cosa bonita allí.
No era un fanático de intoxicar su cuerpo y abusar de la capacidad que éste tenía, para combatir la resequedad que causaba en sus células dicha bebida.
Pero fue metiéndose una botella tras otra, hasta quedar con un pequeño trago de vodka y todos sus sentidos totalmente fuera de control.
Subió las escaleras como pudo, sosteniendose a veces de las paredes porque pensaba que iba derecho y de una se torcía.
Cruzó el pasillo y al llegar a la biblioteca, se encontró con un ángel danzando al ritmo de la melodía de violín, sutilmente mezclada con un toque francés.
El menor estaba perdido en su mundo, sumido en la rutina de baile y la memorización de los pasos, que no percibió aquellos ojos azul rey los cuales le admiraban desde la oscuridad.
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Editado: 27.05.2020