Aún recuerdo todo lo que tuve que vivir en esa apartada casa de ensueño al lado de las pacíficas montañas.
Que luego de descubrir la verdad de Taehyung, el hombre que tanto había aprendido a amar, éste me mantuvo encerrado en contra de mi voluntad, sin embargo nunca recurrió a hacerme daño físico. Quizá algo sinico, pero para mi sorpresa no abusó de mí. Tampoco cambió sus tratos dulces aunque yo lo despreciara a más no poder.
El encierro era desesperante, aburridor e inhumano. No estaba en malas condiciones, claro que no, sin embargo estar entre cuatro paredes era desesperante. La depresión, la soledad, las sombras nocturnas, el saber que no estaba viviendo más que como un animal... era duro.
En este tiempo volví a comprender que no tenía a nadie. Aprendí a quererme y valorar el hermoso ser que soy, que valgo muchísimo, pero la lección más dolorosa fue aprender a ser feliz por mi cuenta. Entonces me puse en forma nuevamente, con el objetivo de hacerme sentir mejor conmigo mismo y demostrarle a mi cuerpo que lo quería muchísimo.
Pasé exactamente cinco meses allí encerrado, hasta que un pequeño error me dió la oportunidad de fugarme y desaparecer de mi jaula de oro.
Uno de los hombres de Tae dejó tirada la llave de la jaula en donde me encontraba, pues ésta se le había resbalado de la ropa. Entonces yo no perdí oportunidad. Rompí el vidrio del lugar, saliendo por la parte de atrás que daba al pequeño bosque frío a unos pasos de casa. Me arrastré con el miedo carcomiendo mi cuerpo, latente a que me vieran, pero crucé con éxito.
Ese día era milagrosamente soleado, asi que no sufrí mucho mi uída, pero me maldije por no poder llevarme a salvaje conmigo. Seguí caminando, dando vueltas, llorando cada vez que caía y siempre estando pendiente porque sabía que a esas alturas Tae me estaría buscando.
Caminé con hambre, cansancio y lágrimas en mi rostro cansado. Me desmayé. Mi cuerpo había resistido y la verdad no sabía cómo lo había logrado. Pero lo hize.
Seok Jin fue mi ángel en ese momento. Fue el único ángel que hasta ahora, no se ha convertido en demonio como los demás. Él me acogió como a un hermano menor, me cuidó mucho y ayudó.
Le estoy eternamente agradecido, y pese a conocerlo en tan poco tiempo, sé que es el único que no me ha mentido. Fue él, quien me dió las fuerzas para seguir mi vida, tratando de ser feliz sólo.
Ahora me mantengo aislado de los demás en mi humilde apartamento, manteniendo mis promesas de no volver a coger un cuchillo si no es realmente necesario. De mi mente volaron las recetas, olviando cada una por completo.
Mi pobre corazón destruido, se volvió fuerte con el tiempo. Me mentalizé en que un príncipe JAMÁS vendría por mi, que la vida es despiadada y difícil, que nadie es digno de confianza. Que pasaría toda mi vida sólo porque ya me había resignado.
Llorando todas las noches en silencio, abrazando mi frágil cuerpo en vanos intentos de disminuir el frío, con una tristeza desbordante manifestada en contiendas e ira desenfrenada...
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Editado: 27.05.2020