Siempre Cerca Nunca Juntos

Recuerdos.

Había algunas hojas sueltas meneándose de un lado a otro por el rocío del aire, algunas chocaban contra el pavimento, mientras otras se iban muy lejos de sus hogares. Eran hermosas, siempre lo había dicho, pero había algo triste en ellas.

Cada que llegaban las grandes tormentas y brutales vientos, éstas eran arrancadas de las ramas del árbol y dirigidas a lugares desconocidos, volando por ahí sin poder hacer nada.

Ese día estaba cayendo una gran tormenta. El árbol que estaba al frente de mi casa se movía de lado a lado, como si en cualquier momento fuese a salir volando a algún lugar.

Los relámpagos iluminaban la tarde nublada. Algunas hojas se desprendieron del árbol y salieron volando hacia el sur, no podía evitar admirarlas. Solo a veces, cuando sentía que no podía más, quería ser una de ellas. Ser llevada muy lejos sin importar el dónde.

Un gran trueno quebró el silencio, haciendo que mi piel se erizara. Llevaba más de tres horas frente a la ventana sin alejar la mirada del árbol, era muy grande, sus copas casi tocaban el nublado cielo, sus hojas eran de un verde limón muy cálido y su tronco de un café robusto y oscuro.

Cuando estaba pequeña me gustaba dibujar el gran árbol con hojas de diferentes colores; rojas, negras, rosas, azules, amarillas... infinitas. Aquel árbol siempre había traído buenos recuerdos a mí, pero había sido solo hasta algunos tres años atrás. Mi vida era perfecta, todo era perfecto.

Recordaba que en otoño, cuando la vida de aquellas hermosas hojas verdes pasaban a ser naranjas y rojas, siempre recolectaba tantas hojas como podía y después las colocaba bajo mi cama hasta de mi madre fuera y las limpiara. Cam decía que debíamos cuidarlas, él siempre estaba muy emocionado para la llegada del otoño, también era su época favorita.

Un nudo se instaló en la boca de mi estómago. Sentía que mis pulmones quemaban y no podía quitar la mirada del árbol, no quería decir su nombre, siempre dolía cada que lo recordaba.

Los recuerdos eran tan pesados que hacían que mi alma se deshabilitara. No quería pensar, solo necesitaba dormir por algunos días y aquellos recuerdos de esa época desaparecerían de nuevo y todo volvería a ser normal. No tenía por qué recordar, podía evitarlo, lo sabía, pero es difícil cuando tienes que convivir con tus mismas emociones.

Cuando por fin pude quitar la mirada del árbol, me giré para sentarme en la cama. Me dolían los músculos.

La noche anterior medio había hablado con Iker. Me había pedido disculpas por haber actuado de aquella forma pero después simplemente se había ido. Ni siquiera había tenido oportunidad en pensar lo que había ocurrido entre ambos. Mi mente estaba ocupada en otra parte oscura de mi vida.

El teléfono volvió a sonar, había sonada más de diez veces, pero no quería responder. Solo necesitaba un poco de tiempo para pensar. Esto era normal, pasaba todos los años desde hace tres años atrás, pero nunca lo había superado, y sabía que tal vez nunca lo haría.

Porque aquello que siempre me atormentaba eran los recuerdos, recuerdos de él. La vergüenza y el dolor no eran buenos amigos, pero ya sabía cómo lidiar con ellos. Solo estaría algunos días en oscuridad, pero después, volvería hacer la misma Kay de siempre. No debía preocuparme, dejaría que la culpa devorara mi alma por tres o cuatros días y después estaría bien.

-¿Dónde coño estás?

Leí las palabras dos veces, y traté de sonreír. No era buena idea hacer enojar a Gaia.

Mi teléfono volvió a sonar con otro mensaje.

-Kay, por favor estoy empezando a preocuparme... ¿Puedes creer que no ganamos? ¡Dejamos ese infierno limpio!

Ya me había enterado que no habíamos ganado el premio, y era una idiotez. Era verdad que habíamos dejado aquel lugar limpio y fuera de cualquier mancha, pero el grupo de Jess había limpiado el establo hasta dejar los pisos de madera brillante.

Yo quería esa comida gratis.

Suspiré mientras otro trueno caía. No quería responderle, odiaba preocupar a Gaia, pero sabía que insistiría en querer venir a casa, y hoy no estaba de humor para ello. Solo me estaba preparando psicológicamente para la semana que se aproximaba.

-Pensé que ya lo habías superado, ayer estabas bien.

El siguiente mensaje cortó mis pensamientos, podría decir que siempre estaba bien, pero hoy era algo diferente.

Ayer apenas había vuelto a pensar en lo que se avecinaba. Cuando había entrado a casa, había encontrado a mi madre con un álbum de fotos en sus manos mientras sonreía melancólicamente, después solo se me había quedado mirando y había dicho:

-¿A que no es bello?

Mi corazón se había vuelto a romper de nuevo, sin mi permiso.

-Estoy bien, en serio, solo necesito hacer algunas cosas.

Mandé el mensaje y dejé el celular rápidamente encima de la cama. No quería bajar pero sabía que debía hacerlo, no quería preocupar a mi madre, ya habíamos hablado mucho del tema.



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Editado: 10.06.2018

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