Andrés toma el asiento del copiloto y yo me voy en la parte trasera, el auto de Daniel es espacioso por dentro, creo que se trata del Ford Fiesta, lo reconozco por la parrilla tipo panal que sobresale de la parte delantera del coche. Siempre me ha gustado conocer sobre los modelos que cada año lanzan las compañías automotrices, el diseño e innovación de cada uno de ellos es maravilloso y siempre trato de buscar la ventaja competitiva que cada vehículo ofrece para satisfacer las necesidades del cliente. Es divertido hacer ese tipo de análisis.
Durante todo el recorrido, me la paso callada, ellos entablan una conversación y puedo sentir que hasta cierto punto me ignoran, así que me pongo mis audífonos. Honestamente aún siento un poco de incomodidad por el simple hecho de que esté viajando con dos hombres. No los quiero juzgar anticipadamente, pero tampoco quiero defenderlos porque sé que aún no los conozco bien, sencillamente debo ser precavida y tener cuidado.
En el momento en el que Daniel estaciona su auto diviso por la ventana la famosa Casa Club en la que es la fiesta. Más que una casa pareciera que es una cabaña elegante porque está construida totalmente de madera y tiene dos pisos, pero lo que más me llama la atención son los grandes ventanales de cristal oscuro que sobresalen por encima de la casa. Es muy sofisticada como para que la usen de bar.
Cuando salgo del coche, un perrito chihuahueño sale disparado ladrando y corre hacia mí asustandome. Andrés se da cuenta y se ríe, enseguida sale una chica de pelo castaño de unos 18 o 19 años y abraza al canino.
—Perdón, siempre hace eso con las personas que no conoce —exclama la chica acariciando al perrito—. Las suele olfatear mucho.
—Creo que lo hace muy bien —sonrío.
Ella me devuelve la sonrisa, a continuación saluda amistosamente a Andrés y cuando se acerca a Daniel le da un beso apasionado.
«Vaya, que intenso.»
Al interior de la casa, sólo hay unas cuantas personas, yo diría que hay aproximadamente quince. Unos están sentados en el sofá de la sala con un vaso de plástico en mano, parecen estar cómodos; otros más están sentados en una barra donde un tipo les sirve tragos. En todas las pequeñas mesas que hay yacen refrescos, botellas de alcohol, latas de cerveza y bowls de botana. El volumen de la música no es muy alto, por lo que a lo lejos se puede escuchar perfectamente las voces de las personas que están conversando plácidamente.
Noto que al fondo de la casa hay una puerta que da a lo que parece ser un pequeño jardín donde están otras pocas personas conviviendo allí, de lado derecho hay unas escaleras que te llevan al segundo nivel de la casa.
—¿Quieres algo de tomar? —Me pregunta Daniel—. ¿Tequila o una cerveza?
—Una cerveza por favor —respondo sin pensar, no quiero verme tan aguafiestas tomando solo agua o refresco. Si supieran que desde hace dos años no pruebo la cerveza no me creerían, y no es porque no me guste o porque sea amargada, sino porque nunca me sentí con ganas de tomarla, simplemente no me apetecía.
—¡Que sean dos! —grita Andrés por encima de mi hombro.
Daniel se dirige a la cocina tomado de la mano de la chica que al parecer es su novia. Andrés se sienta en una silla alta que está alrededor de una mesa de mármol gris y enseguida hago lo mismo.
—¿De quién es la casa? —pregunto.
—De un amigo —responde a secas.
—Qué bien —trato de sonar animada—. ¿Y la chica de cabello castaño es la novia de Daniel?
—Así es, llevan dos años y medio saliendo juntos.
—Uff, sí que es bastante tiempo.
—¿Crees que dos años sea mucho tiempo? —frunce el ceño.
«Nunca he salido con alguien más de un año, así que no sé.» Quiero decirle, pero me muerdo la lengua.
—¿Qué hay de ti? —pregunto y de inmediato su expresión se vuelve fría.
—No hay nada que contar sobre mí —desvía la mirada. Noto la rigidez de su cuerpo.
—¿No tienes novia porque con todas eres grosero? —bromeo, pero parece no hacerle risa.
—Hay cosas mucho más importantes que una simple y patética relación, admitamoslo —se cruza de brazos—. Se conocen, se enamoran, terminan y ¿luego qué?, ¿tienes que ir a terapia para sanar las heridas emocionales que eso te causó?, ¿pierdes amistades por culpa de eso? No gracias, es pura pérdida de tiempo, dinero y vida misma.
Frunzo el ceño, me quedo en silencio y no digo nada más. ¿Acaso se refiere a la fugaz relación que tuvo con aquella chica que sin más le dejó de hablar? No me imagino lo mal que la pasó.
—Sus bebidas. —Daniel interrumpe dejando un six de cervezas sobre la mesa.
—Gracias viejo. —Rápidamente Andrés abre la lata y le da un gran trago.
Daniel y la chica se sientan frente a nosotros.
—Alba, ella es mi novia Karina —comenta y ella, a lo lejos, me saluda alegremente con la mano.
Lucen tan diferentes uno del otro, ella parece muy risueña y divertida, mientras que él, por lo poco que lo he conocido, es reservado y astuto, supongo que ella deja entrever su lado cariñoso.