Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 21

—No puedo hacerlo Rubí, ¿y si le cancelo? Podría decirle que no me siento bien o tal vez decirle que tengo que ir a visitar a unos tíos, yo que sé. 

Estoy como loca caminando en círculos por mi habitación. Hoy es sábado, hoy tengo una cita con Elián y no me siento preparada en todos los aspectos posibles. No puedo creer que tan rápido pasarán seis días desde que fue año nuevo.

La misma madrugada que Elián me dijo que saliéramos, no pasó ni un minuto cuando le llamé y conté a Rubí, por supuesto que gritamos y saltamos de la emoción. En verdad se alegraba de que por fin algo bueno me pasara después de toda la mierda del año pasado. 

—Déjate de tonterías Alba —me reprende al otro lado de la videollamada—. Es un nuevo comienzo.

—No sé si podré hacerlo, estoy nerviosa. 

—Es super normal que te sientas así, si en la primera cita no estás nerviosa es porque en definitiva no te gusta. Así que relájate, hoy no te vas a escapar, vas a salir con él —sentencia.

—¿Me ayudas con mi vestimenta? Iremos a Chignahuapan, investigué el lugar y creo que el clima es húmedo.

—¿A dónde? —frunce el ceño y se ríe.

—A Chignahuapan, no conozco el lugar, pero él me dijo que es un sitio bonito. Al parecer es un pueblo mágico de aquí de México. 

—¡Uy! Eso suena muy romántico —mueve sus cejas de arriba hacia abajo—. Oye, ¿le dijiste a tu mamá de la cita?

—Sí —rebusco entre mi clóset algunas prendas abrigadoras— ayer le dije y no dijo nada que ya supiera.

***

Dos días antes

—Ma' el sábado saldré con Elián —intento sonar lo más relajada posible, como si fuera un plan normal como cualquier otro.

Nos encontramos en la cocina preparando la comida. 

—¿En serio? —me mira con los ojos entrecerrados—. Estás bromeando.

—No, de verdad saldré con él, será en plan de amigos.

»Creo.«

—¿Tu lo invitaste o él? —se queda boquiabierta. 

Al parecer no es capaz de creer que un chico como Elián me haya invitado a salir, a decir verdad yo tampoco me la creí al principio. 

No me considero una chica tan atractiva, a veces visto con ropa holgada y en ocasiones ando un poco desaliñada, pero si algo me ha de destacar es que, cuando decido arreglarme, me siento la chica más bonita del mundo y eso lo transmito con los que me rodean porque en definitiva he robado uno que otro suspiro. Sin embargo, en estos meses que he estado en Puebla, digamos que no me he arreglado lo suficiente, ¿será el sábado la ocasión?

—Él me invitó.

—¡Ay! Que emoción —da unos pequeños saltos—. Dale los poemas, dile lo que sientes.

—No mamá, no quiero verme desesperada.

—¿Qué te dije de dejar el egoísmo atrás y atreverte más? —se cruza de brazos—. Hoy estamos, mañana no lo sabemos. Es mejor que seas sincera tanto con él como contigo. No tengas miedo. 

—Lo voy a pensar ¿está bien? —digo para tratar de convencerla—. Pásame la cuchara para mover la sopa —cambio de tema.

***

Me encuentro parada enfrente de mi casa, Elián se ofreció ir por mi para recogerme aún cuando le dije que no era necesario. A pesar de que me puse una chamarra de algodón debajo del vestido, mi cuerpo tirita de frío y es que son las ocho de la mañana. Queríamos disfrutar del día completo, no nos bastaba con salir en la noche unas dos o tres horas, ambos sabíamos que nos merecíamos una buena salida.

Él sugirió el lugar, solo me bastó con ver tres o cuatro fotos para aceptar inmediatamente, aunque llegar hasta allá nos tomará alrededor de una hora y media, pero estoy segura que valdrá la pena cada minuto junto a él.

Echo un vistazo a mi bolsa café que tengo conmigo y de entre otras cosas veo la libreta roja pequeña que contiene mis poemas. No sé porqué la traje, aún no estoy lista para enseñárselos a Elián, me causa mucha pena lo que pueda opinar.

Alzó la vista y a lo lejos de los árboles visibilizo un coche negro idéntico al de él y es cuando mi respiración se empieza a agitar. Conforme avanza el auto quiero salir corriendo, pero estoy segura que ya me vio y hacerlo me haría quedar mal.

Para enfrente de mí y baja el vidrio de la ventana. Me da una sonrisa gentil y me quedo petrificada por un instante, no sé si por el frío o porque él ya está aquí. 

—Hola, ¿lista? —pregunta y enseguida estira su brazo para abrir la puerta del copiloto. 

—Sí, claro —me aclaro la garganta, subo al coche dejando mi bolso en la parte de atrás y me pongo el cinturón de seguridad. Qué emoción.

—Toma —me da un vaso cerrado—. Preparé café antes de salir para sobrevivir al frío. 

—Gracias. 

No sé qué más decir, puede sonar tonto, pero no estoy acostumbrada a recibir este tipo trato, tan cálido y amable que a veces puede asustarme.

Sé que no lo hace solo por mí, así es su personalidad, tan natural y sincera; es justamente eso lo que le facilita tratar a la gente.




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