Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 28

Mi corazón estaba decepcionado de él y mi cerebro me hacía recordar a cada instante el porqué no debía confiar tanto en las personas que, por mucho que las quisiera, podían llegar a lastimarme

¿Cuál es la historia detrás de esto?, ¿Por qué Monse dice que le rompió el corazón?, ¿Se refería a esto que estoy sintiendo? 

Mi cabeza está llena de interrogantes que simplemente me hacen querer huir de nuevo. Mis ojos aún siguen hinchados por haber llorado casi toda la noche del viernes.

El sábado y domingo asistí a trabajar como de costumbre, sin embargo, evité mandarle mensajes o llamarle a Elián, pero se percató de eso y me envió muchos mensajes en los que solo me limité a responderle que estaba muy ocupada en la librería. 

Cada lunes, antes de entrar a trabajar, Elián y yo solemos comer en la fonda de la señora Danna; a pesar de que hoy, de nueva cuenta cerraron la librería, decidí no cancelarle.

Me encuentro parada frente a la fonda esperándolo, cuando por fin lo veo llegar en su auto, mis piernas empiezan a temblar y siento unas inmensas ganas de llorar. 

«Llorona me dicen.»

Respiro hondo y enderezo mi espalda.

—Hola cariño —se acerca a mis labios, pienso por un segundo en ladear mi cabeza, pero no lo hago.

Sus labios rosados tocan los míos y mi corazón recuerda la primera vez que lo besé. 

—¡Hola! —digo con mi mejor voz. 

—¿Cómo estás?

—Bien amor —se me escapa, nunca le he dicho así—. ¿Y tú? —hago énfasis. 

—Bien también amor —pasa su brazo por mi hombro derecho y entramos a la fonda. 

Nos sentamos en una mesa, ordenamos nuestra comida y mientras lo hacemos, abro mi boca para hablar, pero él me gana la palabra. 

—¡Um! Por cierto, no te había dicho, pero estaría muy padre que me pudieras acompañar a la boda de mi amigo Braulio, se casa en un mes. 

—¿Y apenas me lo dices? —hago una mueca. 

Por más que intento contener mi enojo y desilusión, simplemente no puedo, me es notorio hasta en la forma de hablar. 

—Sí, perdón, pensé que aún faltaba tiempo. 

—Lo voy a pensar, ¿está bien? Estoy haciendo el servicio social virtualmente, pero puede que para el siguiente mes me pidan que vaya presencial a la oficina. 

—Sí, sí claro —asiente varias veces —. Consideralo, no quiero presionarte. 

—Gracias. 

Siento feo responderle de esta forma, pero mi mente no piensa en otra cosa más que en tratar de aclarar todo este embrollo con él y Monse de una vez por todas. 

Nos ponemos a comer cuando nos llevan los platillos a nuestra mesa.

Se siente un poco de tensión en el ambiente, en parte pienso que ya se está dando cuenta que estoy siendo un poco indiferente y distante.

—Hoy tampoco trabajo —enuncio después de comer. 

—Lo sé, detectaron una anomalía en el techo y la están reparando. 

—Ah… 

—Pero ya mañana la abren, bueno eso me dijo mi padre  —entrecierra sus ojos.

—¿Quieres que te acompañe a la clínica?

—Claro, me encantaría amor. 

Enseguida nos levantamos, pagamos la cuenta y nos subimos al coche hasta llegar a la clínica. Antes de bajar del auto, Elián toma su bata de la parte trasera. 

A la entrada él muestra su identificación y la asistente administrativa lo saluda amablemente, no obstante, cuando se percata de que él me toma de la cintura, su sonrisa se desvanece de inmediato. 

«Parece que el efecto de este chico no solo me pesa a mí».

Subimos unas escaleras hasta el primer piso y nos dirigimos hacia lo que parece ser su consultorio. Allí se encuentra a otro asistente administrativo, un joven de cabello negro más chico que nosotros. 

—Buenas tardes Kevin —lo saluda Elián. 

—Buenas tardes doctor —responde el chico. 

—¿Ya llegó mi primer paciente? 

—No doctor, aún no llega, yo le aviso  en cuanto llegue. 

—Muchas gracias Kevin —finaliza Elián. 

Saca una llave de su pantalón y abre la puerta. Me asombro al ver que su consultorio no es como el de otros médicos, en sus paredes tiene pintadas algunas cosas animadas que hacen alusión a la medicina tales como un estetoscopio, varias bacterias, una jeringa, un libro, una cadena de ADN y un cuerpo humano. 

—Bienvenida a mi pequeño rincón nerd. 

—Es muy bonito, tiene tanta creatividad —refiero observando con detalle los dibujos—. Así hasta dan ganas de enfermarse y venir —bromeo. 

—No digas eso, la gente sufre cuando está enferma —manifiesta en un tono serio. 

—Perdón —me disculpo y me siento en una de las sillas giratorias que tiene. 

Tiene razón, cuando mi mamá se enfermó sentí muy feo verla en ese estado. No sé lo deseo a nadie.




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