Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 29

ELIÁN R.

Esto es totalmente mi culpa, asumo la responsabilidad.

Sabía que se lo tenía que decir, pero no hice caso. He de admitir que no estoy bien desde que Alba salió de mi consultorio hace una semana, desde entonces no hemos podido hablar y bueno, tampoco la he visto. 

Me encuentro en las instalaciones de lo que será la editorial, hace un mes se firmó el contrato del local y hoy por fin empieza el diseño y estructura del mismo. Después de todo, intentar cosas nuevas no es tan malo.

Si les dijera a mis compañeros de la clínica que ahora soy director de una cadena de librerías, además de ser médico, no me creerían. Creerían que paso mis intensas mañanas en otra clínica u hospital. 

No sé porqué, pero estando en la librería o pensando en la próxima editorial, me hace recordar inmediatamente a Alba, siento que ya dejó un sello especial en mi vida. Quiero verla, quiero asegurarme de que está bien y, aunque suene muy cursi de mi parte, quiero pedirle perdón las veces que sean necesarias porque claramente no se merece el trago amargo que pasó. 

La supervisión de hoy ha finalizado pronto, incluso más de lo que esperaba, así que me tomo un minuto en reflexionar acerca de hacer o no una cosa que desde hace mucho tiempo quiero realizar.

El Elián romántico y sentimental que habita dentro de mí, me convence de hacerlo, así que sin perder más tiempo, me despido de los trabajadores de la obra y camino hasta llegar a mi coche.

Me pongo mis lentes, ingreso la dirección que tengo guardada y pongo en marcha el motor. Antes de llegar a la ubicación exacta, me desvío hacia un drive thru de una cafetería cercana; ordeno donas y café para llevar. 

Me integro de nuevo al camino y después de conducir algunos minutos, aparco mi auto en la esquina de la calle. Desde aquí puedo ver bien la casa de Alba, destaca entre todas las demás porque tiene un tinte moderno y actual.

Sé que ella no se encuentra dentro, en los meses que hemos pasado juntos aprendí sin querer sus horarios de clase, así que es mi momento para conocer y conversar con su mamá, si es que la encuentro, ese es otro detalle. 

Salgo del coche, tomo la caja de donas con los cafés y me acerco convencido a su puerta, todo el timbre y un sonido agradable se expande por toda la casa. Respiro hondo, echo mis hombros para atrás intentando relajarme, estoy un poco tenso, como si estuviera a punto de hacer una cirugía bastante riesgosa, así se siente. 

—¿Quién es? —pregunta una voz femenina al otro lado de la puerta. 

No sé qué decir, así que suelto lo primero que se me viene a la cabeza. 

—Soy Elián. El nov…  —me detengo enseguida.

No estoy muy seguro de si Alba le dijo que estamos en una relación, pero hasta no saber, quiero evitar cualquier conflicto que pueda perjudicarla.

Cuando se abre la puerta, la misma señora de pelo corto que vi por primera vez en esta puerta, se sorprende al verme. 

—¡Ay hola! —exclama emocionada. 

—Buenas tardes señora, disculpe la molestia. 

—Cuál molestia, por favor pasa, pasa —me invita al interior de su casa y acepto contento. 

Ahora puedo respirar tranquilo, la parte más complicada de la cirugía ha sido un éxito. 

—Siéntate, estás en tu casa —ella recoge una laptop del sillón y acomoda los cojines—. Disculpa el desorden.

—No se preocupe.

—¿Qué le ofrezco doctor? Algo de ¿agua, café, té o jugo?, aunque jugo no tengo, pero no importa, puedo ir a la tienda —refiere y se rebusca entre sus bolsillos.

—No, no se preocupe —repito—. De hecho traje algo de café y donas —las dejo en la mesa de centro de la sala. 

—¡Oh! —se tapa su boca— no era necesario doctor, pero muchas gracias.

—Tome un café y una dona por favor.

Ella asiente, agarra un café y una dona con una servilleta. Procedo a hacer lo mismo.

—Gracias, no se hubiera molestado. —Agradece de nuevo—. Mi Alba es muy afortunada, si no me hubiera hecho caso de haber confesado sus sentimientos por usted, ella aún estaría suspirando e imaginando escenarios ficticios en su cabeza.

Casi me atraganto con la dona en cuánto dice eso.

—¿Usted ya sabe que somos novios?

—¡Sí! Me dijo que gracias a mí, ella se convenció de abrir su corazón y ser sincera.

—¿Entonces usted la animó? 

—Por supuesto —afirma convencida—. Le dije que era joven, que se arriesgara y que no engañara a su corazón —continúa—. Es que mire doctor…

—Llameme Elián por favor —digo gentilmente.

—Bueno, Elián —ríe—. Mi hija toda la vida se ha refugiado en escribir sus poemas, en leer, en salir y hablar solamente con Rubí, su mejor amiga, en ir a la escuela y en visitar a su abuela. Eso ha hecho en los últimos diez años. Alba fue una niña feliz y hablo en pasado porque sé que a partir de los problemas que tuve con su padre cuando ella era una adolescente, todo se fue para abajo.

—Sí, me comentó que se habían separado y por eso se mudaron —hago una mueca— debió ser duro para ella.




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