ELIÁN R.
Cuando el equipo de urgencias me pasa el diagnóstico final, siento como una daga penetra en lo más profundo de mi alma, desangrándome.
Han pasado tres días desde que la mamá de Alba entró inconsciente a urgencias. Al inicio, los doctores dictaminaron un desmayo ocasionado por debilidad y fatiga, también se encontraron rastros de sangre en la materia fecal, por lo que Alam, el jefe de urgencias, ordenó que se hicieran los estudios pertinentes.
No podía verlos aún porque, como se lo había dicho a Alba, esa no era mi área, así que le tuve que insistir a Alam para que fuera parte del caso clínico y por fortuna, aceptó.
***
—¿Es alguien cercana a tí? —cuestionó después de que le dijera si podía ser parte del equipo.
—No —mentí— ¿por qué?
Sé que es recomendable que ningún médico se deba involucrar en un caso clínico de algún familiar, amigo o pariente cercano porque evidentemente puede resultar contraproducente, pero sentía que lo tenía que hacer, por Ana y por Alba. No podía quedarme con los brazos cruzados sabiendo que podía aportar, ya sea mucho o poco, pero lo podía hacer.
—Porque corriste a la ambulancia y te veías un tanto… asustado —exclama mirándome curioso.
—Ah no, no —me aclaro la garganta— creí que era un familiar, pero no, me había equivocado —aprieto mis labios con fuerza tratando de disimular un poco la tristeza que me causa hablar así de la madre de mi novia.
—De acuerdo, si no eres cercano, puedes ser parte del caso, después de todo tienes un diplomado en urgencias, ¿no?
Mientras cursaba el cuarto año de mi carrera, creí que sería interesante aprender sobre urgencias, así que me metí a un diplomado de Urgencias Médicas y Sanitarias en una universidad particular.
—Sí, lo tengo.
—Bien —asiente y se va.
***
Tengo que ser muy cuidadoso si no quiero que me veten, no solo del caso clínico, sino hasta de mi propio puesto de trabajo en la clínica por haber mentido.
Las enfermeras me pasan otro reporte de análisis y uniendo todas las piezas del rompecabezas, es evidente, los pronósticos no son nada favorables.
—Gracias —le digo a unas de las enfermeras, ella asiente y se da media vuelta—. Espera, ¿dónde está ella? la paciente —aclaro—. Ya no está en el área de urgencias.
—La doctora Jimena le asignó una cama en el segundo piso, pero el jefe de urgencias quería bajarla a terapia intensiva ahora que se conoció el diagnóstico.
—¿Qué? no ¿por qué? Aún tiene que intentarse el tratamiento.
Ella se limita a encogerse de hombros, así que decido ir directamente con Alam. Sin embargo, cuando estoy a punto de subir, veo llegar a Alba.
Ella más que nadie ha tenido que cargar todo el peso de esta desdicha. Sus ojeras delatan cansancio, sus labios sin color delatan desolación y su sonrisa débil y apagada delatan profunda consternación.
Mis ojos se llenan inmediatamente de lágrimas, no puedo evitarlo… me duele verla en ese estado. Le mando un mensaje.
YO: Ve al estacionamiento, allí te veré.
Ella alza la vista y me ve. Saca su celular y me responde.
CARIÑO: ¿Dónde está mi mamá? Pregunté por ella, pero me dijeron que ya no estaba en piso.
YO: Te explico allí, ven rápido.
Camino hacia la salida de la clínica, empujó la puerta y salgo dirigiéndome al estacionamiento. Alba espera unos segundos a que salga y enseguida sale ella.
Nos perdemos un poco entre los coches y al final me detengo. Antes de dar media vuelta respiro profundo sin que se de cuenta.
—¿Quieres decirme qué está pasando? —pregunta en un tono serio— ¿Dónde está mi mamá?
Sé que ahora soy parte del caso, pero a decir verdad me mataría decirle el diagnóstico final de su madre, no me toca a mí decirlo, pero tampoco quiero mentirle otra vez porque le prometí que no lo volvería a hacer.
—Le asignaron una cama en terapia intensiva.
—Bien —dice ella—. La iré a ver —se gira, pero la agarro del brazo.
—Amor —bajo la mirada—. Tienes que saber que se le hicieron algunos análisis y… los resultados no fueron favorables —digo tratando de sonar tranquilo para no asustarla.
—¿Por qué?, ¿qué tiene? —inquiere arrugando el entrecejo—. Elián, dime por favor.
—Alba, por más que quiera, no me toca decirtelo, recuerda que solo soy auxiliar en el caso —pongo mis manos sobre mi nuca—. Espero que lo entiendas.
—Está bien —suspira agobiada—. No te preocupes, el que ya seas parte del equipo de médicos de mi mamá hace que mantenga viva la confianza y esperanza.
Noto una lágrima bajando por su mejilla derecha.
—Todo estará bien Alba —me acerco y le doy un beso en su frente para después abrazarla.
—Sea lo que sea, te prometo ser fuerte porque tú lo eres —refiere y simplemente cierro con fuerza mis ojos.