ELIÁN R.
Gruño para mis adentros al verme en el espejo, el moño de nueva cuenta me ha quedado desalineado. Es la tercera vez, no puede ser.
Me lo quito de mala gana y miro el reloj agobiado, si no me doy prisa llegaré tarde. Abro el cuarto cajón de mi closet tomando una corbata negra perfectamente alisada.
Me la pasé toda la tarde de ayer planeando y vislumbrando mi vestimenta para la tan esperada ceremonia de graduación de Alba, y sin duda, la corbata no entraba en mis planes.
—Es una pena.
—¿Qué es una pena? —inquiere de repente una voz femenina.
Parece que he pensado en voz alta. Karina se asoma curiosa por la puerta entreabierta recargándose, cruza sus brazos y me examina de arriba a abajo formando en su rostro una sonrisa de oreja a oreja. Ella lleva puesto un vestido corto blanco haciendo resaltar su cabello.
—¿Qué? —exclamo sonrojado.
—Nada, solo que no me había dado cuenta de lo cautivador que es mi hermano. Irradias finura —dice con un tono de sarcasmo.
—Justamente por algo somos hermanos —río, pero no aparta la mirada de mí—. Deja de verme así —ella exhala poniendo los ojos en blanco.
—¿Cuál de los dos te pondrás? —Señala el moño y la corbata al mismo tiempo.
—Quería ponerme el moño, pero no puedo alinearlo bien —hago una mueca.
—Dame eso —Le doy el moño, se acerca a mi cuello y lo empieza a sujetar alrededor de mi camisa.
—¿Dónde aprendiste?
—Daniel me lo enseñó —me guiña un ojo.
Niego con la cabeza sonriendo. No puedo creer que mi hermana menor se esté convirtiendo tan rápido en una mujer, pero me alegra de que tenga a su lado a un hombre como lo es Daniel.
Él la ha apoyado y sostenido en momentos cruciales, inclusive más que yo, su propio hermano.
—Listo —refiere al cabo de unos segundos.
Me veo en el espejo y sonrío felizmente, después de tantos intentos fracasados, el moño negro por fin está recto.
—Gracias hermana, me has salvado.
—¿Cómo te sientes?
—Nervioso, pero a la vez contento y ansioso. No sé, es un cúmulo de emociones —digo tratando de entender mi turbulenta mente— ¿A qué hora pasará Daniel por tí?
—No vendrá, me iré con sus padres.
Frunzo el ceño.
—¿No se tomarán fotos?
—Sí, pero él contrató a un fotógrafo profesional, así que será terminando la ceremonia —se encoge de hombros.
—Bien, entonces allá te veo.
—¿Harás… eso? —manifiesta casi en un susurro.
Sé a lo que se refiere.
Hace dos días Alba me dijo que Monserrat asistiría a la ceremonia, por un momento dudé de asistir, pero después me replantee la idea.
No debía temer a enfrentar mi pasado, porque después de todo era eso, recuerdos y viejas memorias que soltar. Entonces Alba me preguntó si existía la posibilidad de que hablara con ella, y de inmediato supe que esa disculpa que tanto le debía, tenía que ser dicha. Y este era el momento.
—Sí. —Contesto firme—. Lo haré.
—Todo estará bien —dice en un tono suave, como si estuviera tratando de calmarme.
—Lo sé.
Estoy consciente de que esto puede llegar a ser una gran decisión o, por el contrario, una tremenda equivocación.
No sé cómo vaya a reaccionar Monse en cuánto me vea de nueva cuenta, tengo que pensar con la cabeza fría y actuar con madurez.
—Date prisa si no quieres llegar tarde hermano —ella da media vuelta y se va haciendo sonar sus tacones rojos.
Echo un vistazo al reloj y parece haber caminado más deprisa que hace un momento.
¿Será cierto eso de que el tiempo transcurre más rápido en momentos de felicidad y regocijo, y más lento en instantes de sufrimiento y agonía?
Me veo una última vez en el espejo acomodando mi cabello antes de bajar y despedirme de mi padre y Esperanza, que al verme se quedan boquiabiertos. Salgo antes de que digan algo más bochornoso que Karina.
No suelo usar ropa formal y mucho menos trajes completos de gala; en los eventos que tenemos por lo general suelo vestirme solo con camisa y pantalón.
Conduzco hasta la universidad de Alba dónde será la ceremonia, nos quedamos de ver a la entrada del auditorio para la toma de fotografías.
Antes de llegar me detengo en un puesto de flores y arreglos, sin dudar dos veces compro un ramo combinado de girasoles con gerberas rosas envueltas en un gran papel del mismo color.
No hay mejor combinación que nuestros dos colores favoritos. Ella el rosa y el mío el amarillo, me gustan los colores alegres.
Al llegar, todo luce abarrotado, varias personas con togas, trajes y vestidos elegantes entran y salen del lugar, y es que para mí sorpresa, hay otras dos licenciaturas que hoy también se gradúan.