Capítulo 3
El reloj marca la aterradora hora de las cinco de la mañana, el encuentro con Charles me ha dejado tan confundida y aterrada que no pude conciliar el sueño.
Y las vueltas que he dado en la cama tratando de recordar, entender no sirvieron para nada, simplemente estoy en un punto peor. Tanto así que me he llegado al punto de preguntarme si de verdad fue bueno despertar.
Es irónico que la persona que más me inquietan las consideró totalmente desconocido, y peor aún cuál es la razón que al volver al mundo de los vivos lo primero que vi fue a él. Nada parece mejorar, solo empeorar, como lo es la llegada de mi madre, literalmente como una nube negra. Se supone que ella no me miente o al menos mis recuerdos de ella siempre ha sido una santa.
Un pujido me saca de mis pensamientos, debo concentrarme solamente en él. Nate, es todo lo que soñé algún día, por años en aquel matrimonio que tuve solo me concentré en tener un hijo, fue tanto mi desgaste físico y emocional que me hice a la idea de que ser madre no era mi destino. Y ahora que sé que fui capaz de dar vida, no sé qué hacer.
—Gracias por existir bebé, la razón de todo esto eres tú, y sé que valdrá la pena.
Espero que el sol salga con mucha impaciencia, cuando los primeros rayos del sol se cuelan en la habitación estoy lista para salir de mi casa con mi hijo.
Un mensaje de texto me da la oportunidad perfecta para no desayunar con mi madre, la amo, pero no siento la necesidad de estar cerca de ella, por lo menos en estos momentos de la vida.
Con un conjunto deportivo negro, una cachucha y una sudadera del mismo color y con mi hijo en brazos salgo de mi habitación preparada para una nueva ráfaga de relatos olvidados por boca de mi madre.
—¿Vas a salir? —su tono no es el adecuado para todavía no ser las ocho de la mañana.
—Sí —me detengo, la saludo con un beso —Summer me ha invitado a desayunar.
—Llámala y dile que no vas a poder —alzo una ceja claramente sorprendida.
—¿Por?
—Estás convaleciente hija.
—No lo estoy madre —refuto, no quiero que me sigan tratando como una enferma inútil, siempre he sido dueña de mi vida.
—No recuerdas nada.
—Cierto, pero eso no significa que paralice mi vida, creo que ya perdí los suficientes meses estando postrada en una cama mamá. Solo quiero volver a la normalidad, solo eso.
—Te entiendo hija, pero no es bueno que salga, aún no puedes manejar —me empieza a impacientar con sus excusas.
—Ya pedí un auto por aplicación, estoy bien mamá, no voy a dejar a mi hermana plantada.
—Invítala, que venga aquí, yo le puedo hacer perfectamente de desayunar a mis hijas.
—Mamá me voy, ten una buena mañana—me decido dándole un beso en su cabeza.
Me dirijo a la salida, afuera de mi casa el auto ya me está esperando, siento una paz inexplicable cuando estamos lejos de mi madre. No entiendo qué le pasa ¿Dónde está la mamá amorosa?
La casa de mi hermana no está tan lejos de la mía, por lo que un par de minutos estoy entrando al complejo de apartamentos donde vive.
Con una enorme sonrisa, Summer nos recibe, salgo del ascensor y lo primero que hace es quitarme al niño de mis brazos.
—¿Cómo están? —me encojo de hombros —Me entere de la mudanza de mi madre a tu casa, lo siento tanto —me aprieta mi mano, me río sin poder evitarlo.
—Lo dices como si mamá fuera una visita desagradable.
—Lo es —afirma —No me malinterpretes, amo a nuestra madre, solo que desde tu accidente ha cambiado montones. Y confieso que yo también me volví loca, todos en realidad, pero he recapacitado.
—Supongo que fue duro —comento —Pero aquí estoy.
Nate empieza a llorar y mi hermana lo pasa casi de inmediato —No me cae bien cuando llora.
—Tonta… —abrazo a mi niño, mi hermana con su cara radiante y sinceridad me puede ayudar a resolver algunas dudas —¿Summer? —me mira sonriendo —Nunca me has ocultado nada, ¿verdad? —le pregunto con toda seguridad, peor al ver que se demora al contestar se me hace raro.
—Nunca —envuelve su largo cabello rubio entre sus dedos.
—¿Conoces a Charles? —le suelto, ella cambia su semblante a uno más seguro, al parecer pensaba que le iba a preguntar por alguien más.
—Sí.
—Qué bueno, ahora, ¿yo lo conozco?
—Mucho más que yo, Nora —responde riéndose.
—¿Qué quieres decir con eso? —sinceramente me asusto su respuesta.
—Nada rara Nora, trabajaba contigo, realmente las veces que lo vi siempre estaba a tu lado.
—Eso ya lo sabía, sin embargo, me he enterado de que se iba a casar con Sophie —mi hermana afirma con su cabeza como si nada —Por interés.
—Bueno, por interés, por interés, si era, pero creo que la historia es más complicada que únicamente el dinero, había cosas fuertes ahí —comenta y hace silencio.