CAPÍTULO 2
A la edad de catorce años, la mayoría de las niñas están pensando en banalidades y sus vidas son totalmente banales, pero de nuevo, mi vida no sigue ese rumbo. Una nueva mudanza a un pueblo olvidado por todos está ocurriendo ahora mismo y esta vez no por mi culpa. La casa a la que nos mudamos es pequeña y algo acogedora, con rejas blancas en un suburbio de casas completamente iguales y con las calles completamente vacías.
La ocasión de mudanza esta vez es por una bruja, una mujer vieja y aburrida de la vida que tiene como meta en la vida acabar con mis padres porque le han frustrado su horrendo plan de secuestrar niños para comérselos. Lastimosamente la mujer a la que ya ellos habían capturado y mandado al lugar al que mandan a los seres mágicos malvados, se ha escapado y ha vuelto a las suyas, dado que la mujer fue capturada por mis padres, las autoridades mágicas quieren que sean ellos mismos los que vuelvan a capturarla así que por eso nos hemos mudado a este pueblo aburrido y pacifico donde se espera que la mujer este escondida planeando secuestrar niños.
—Yo no quería mudarme. — Susurre a mi hermana mayor, Amara. Mi hermana ya tiene diecisiete años, se ha graduado de la escuela y no podrá seguir estudiando porque mis padres no se lo han permitido. La entrenaran para que sea una cazadora como ellos, además muy prontamente ya le permitirán quitarse el tinte morado del cabello, el cual mi hermana odia en demasía. El cabello morado es una tradición en la familia de mamá, desde los catorce hasta los dieciocho o veinte las mujeres deben pintarse el cabello de morado, él porque es algo que no puedo saber hasta que cumpla la mayoría de edad.
—Todo se ve tan aburrido. — Se quejó Amara mirando el vecindario, no había nadie en las calles, hasta paso la típica rueda esa que pasa en los desiertos, esa que parece de paja ... Mmm me entiendo sola.
Salí del auto cuando escuche a mis padres llamando a mi hermana, eso significa que debía de irme. Corrí a la casa buscando la habitación donde estuvieran mis cosas.
Las encontré en la habitación más pequeña, amontonadas. Las acomode como mejor me pareció, debía de sacar las cosas de su interior prontamente para que mamá no se molestara. Empecé a ordenar las cosas, no tengo muchas cosas, ni mucha ropa, lo que más tengo son medias altas, son mis favoritas y mi hermana me las compra cada vez que puede.
Amara paso por mi cuarto para ayudarme a ordenar lo que viera fuera de lugar, terminamos rápido para bajar a comer en la mesa con nuestros padres, la comida ha sido comprada en algún restaurante local, papá la está sirviendo mientras mamá está sentada ojeando un libro de aspecto viejo.
—Amara saldremos esta noche, debes estar atenta— Comento papá al sentarse en el comedor. Amara asintió, nos preparamos para comer en silencio como normalmente pasa.
— ¿A dónde irán? —Pregunte después de un rato de comer. Amara me pateo por debajo de la mesa, ella siempre me dice que trate de no hablar mucho frente a mamá pero no siempre le hago caso, lo que dijera esa mujer dejo de afectarme hace mucho tiempo.
—Eso no es de tu interés. — Respondió mamá. Asentí y seguí comiendo en toda la incomodidad que se creó luego de esas palabras. A veces me pregunto por qué mi madre me trata de esa forma, ¿Qué hice para merecer ese trato? Si no me quiso tener no fuera sido tan tonta como para dejarme nacer.
Amara al finalizar de comer se levantó de la silla, me agarro por la muñeca de mi brazo derecho y con la otra mano tomo sus platos sucios. —Ayúdame a lavar los platos.
Ella hizo esto para no dejarme al alcance de mi madre.
Tome los platos de mi padre quien no me miro cuando lo hice y los míos, ya Amara regresaría por los de mamá. En la cocina Amara me indico que empezara a lavar los platos en los que iba por los demás, hice mi labor en silencio con la ayuda de Amara a un lado, pero ella se retiró antes de terminar para ir a prepararse y poder estar lista a tiempo a la hora de salir con mis padres.
Al terminar me senté en la sala de estar, esperando que los otros se fueran. Mis tres familiares pasaron a la puerta de la salida.
—No le abras a nadie. — Advirtió papá de pie en el marco de la puerta, asentí sin voltear a verlo. Papá es confuso, a veces parecía quererme pero en casa nunca me defiende de mamá y me ignora en la mayoría del tiempo, solo cuando me lleva a parques es que me habla con naturalidad, tal vez le teme a mamá.
Me dispuse a ver algo de televisión, en casa siempre ha habido un solo televisor y lo ubican en el salón principal donde solo puede ser encendido cuando mis padres no están o los fines de semana por solo dos horas en el día. Me recosté en el sofá ignorando el programa en que había dejado la televisión
—Hola Eileen. — Una voz profunda y clara se dejó oír justo detrás del sofá. El susto me ha hecho saltar y caer del sofá, me senté con rapidez mirando al dueño de aquella voz.
Esa era una voz que aun podía recordar en mis sueños, me seguía desde esa noche a los ocho años cuando lo vi. El hombre encapuchado de cabello negro, ojos color vino tinto y cara marcada. Ha aparecido dentro de mi casa después de tanto años y con una sonrisa de boca cerrada me miraba atentamente. Acomode los marcos de mis gafas, las que había adquirido no hace mucho tiempo para ver la televisión y leer.
— ¿Te llevaras mi alma? —Pedí con un hilo de voz, el tono de esta asustada y temblorosa, me hizo sentir débil pero los recuerdos de lo que hizo en el hospital hace algunos años rondaba mi mente de manera apresurada.
— ¿Qué? No, al menos no por ahora. — Negó con la cabeza causando que su capucha cayera, su cabello ha crecido. —Quiero presentarte a alguien que tiene asuntos pendientes contigo.
El hombre se movió para revelar que detrás de él se encuentra una mujer joven de cabello rosado y piel morena me miraba de manera intensa.
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Editado: 13.02.2024