Hoy he vuelto una vez más al árbol con la promesa que sería la última vez, tal como ayer, la semana pasada y la semana anterior a esa. He vuelto buscando cerrar, por fin, este ciclo que se mueve en espiral; con la esperanza de dejar pasar el pasado y presentarme al presente, del mismo modo en que tan fervorosamente me aferro a ella. Miro al horizonte implorando que de allí me llegue una respuesta o un consejo, mas lo único que llega a mí es la fría brisa que susurra, inclemente, su nombre; ese nombre que se torna miel en mis labios, que me vuelve el corazón de cristal y la cabeza de yeso.
Un día desperté y ya no estaba, me dejó solo con su perfume y mil hirientes recuerdos felices. Desde entonces la inmediatez con que ella viene a mi cabeza apenas cierro los ojos no me deja más remedio que sonreír mientras la extraño, pues como la lluvia empapa las calles así su amor empapaba mi existencia, salvo que en lugar de nostalgia lo que prevalecía era felicidad; como un día soleado con el suelo mojado y sombrillas abiertas. “A”.