Adara
Despierto por una pesadilla, mi respiración está agitada, no veo a nadie a mi alrededor, esta ni siquiera es mi habitación. Aún estoy en la casa de George, ese toque elegante en las paredes y ese color marrón pardo tan elegante es propio de su casa.
Camino por la casa y escucho voces cerca, voces conocidas, me acerco despacio para evitar hacer ruido, me escondo cerca a la puerta y puedo ver a mi madre hablando con George, Peter y Math, acerco mi oído para poder escuchar de que hablan.
―No lo haré George, no puedo hacerlo ―confiesa mi madre al borde del llanto.
―No te estamos pidiendo eso Sara, estamos entre la espada y la pared por ese maldito ―exclama Math.
―Tenemos que tomar una decisión, ¿lo harás? ―pregunta Peter.
―No! ella tiene una vida por delante, esto es un error, debe haber otra manera ―suelto un pequeño suspiro y cuando intento dar un pequeño paso, el suelo cruje y todas las miradas se dirigen hacia mí. Quedo congelada, no sé que decir así que solo salgo de ahí, corro para pedir un taxi que me lleve a casa. En el camino, no dejo de pensar en la discusión que tenía mi madre con los demás, se oía importante.
La última vez que los vi de esa manera, fue cuando tenía 6 años, exploraba por la casa de George cuando escuché voces conocidas cerca de mí, apreté mi peluche contra mi pecho con miedo. Recuerdo haber visto a mi padre discutir con los representantes del pueblo.
―Es dinero sucio, ¡No podemos aceptarlo! ―había exclamado mi padre
―Necesitamos el dinero, lo sabes ―respondió George muy serio.
―Podemos hacer otros negocios, George ―murmuró mi padre.
―Suficiente, lo seguiremos aceptando ―afirmó Math.
―Papi....―me acerqué a mi padre inocentemente―. Papi no puedo dormir ―todas las miradas se posaron en mí, en ese momento me di cuenta que no debía estar ahí. Mi padre me tomó en brazos y yo oculte mi cara en su cuello.
―Vámonos pequeña, te llevaré a casa ―mi padre acarició mi cabeza y caminó conmigo.
―Señorira ―el conductor me saca de mis pensamientos―. Ya llegamos a su destino.
―Muchas gracias ―le doy un poco de dinero y salgo del auto.
Al entrar a mi habitación puedo analizarla mejor, cambió bastante desde que era pequeña, las paredes siguen siendo blancas pero la decoración es distinta.
Lo que amo de mi cuarto es el ventanal, la luz entra de manera maravillosa, es acogedor.
Me meto a la ducha y descanso mi cuerpo, siento el agua fría correr por mi cuerpo, relajando mis músculos, se siente muy bien.
Saliendo de una larga y cuidadosa ducha, me arreglo poniendo música de fondo y así sentirme más animada.
Bailo al compás de la música, recorro mi cuarto buscando que ponerme, luego de un rato bajo en busca de comida, llevo horas sin comer y muero de hambre. Me siento en el sofá y pongo mi serie favorita, sonrío satisfecha, solo yo y mi comida.
***
Las siguientes dos semanas fueron un poco aburridas. La universidad me tiene muy cansada con clases y exámenes. Ayer terminé con mis últimos exámenes, pero estoy segura que pronto tendré muchos más. Mi madre me tuvo ocupada día y noche, debía hacer mis prácticas en el hospital, no es algo que me moleste mucho, me gustar estar en el hospital y ayudar a las personas.
En estas dos semanas también aproveché para hablar con Luzbel. Se disculpó por dejarme sola en la fiesta, me aseguró que tenía cosas muy importantes que hacer, lo cual entendí. Hablar con él, me mantuvo cuerda, mi vida social disminuyó por el poco tiempo que tenía para distraerme o tan solo descansar.
Pero hoy es mi día libre, sin universidad, sin madre, sin nada, solo yo, mi comida y mi serie favorita. Ya me acostumbré a despertarme temprano, hoy limpié un poco la casa para poder relajarme en paz. Abro algunas cortinas para que entre luz, preparo palomitas como desayuno y me siento en el sofá, en paz después de tiempo.
Escucho el sonido del timbre y soltando un gruñido me levanto a ver quién es. El timbre suena insistentemente.
―Ya va, ya va ¿Quién es? ―abro la puerta y miro a la persona que se encuentra al frente de mi con una sonrisa―. Luzbel ―me sorprende verlo aquí. Ayer estuvo muy ocupado con algunos asuntos de trabajo y no pudimos hablar.
―Hola preciosa, lindo día, ¿no? ―saluda de manera muy simpática y me entrega unas sencillas rosas, sonrío y las acerco a mi nariz. En las películas huelen bien, en la vida real...no tanto.
―Gracias, son...muy lindas ¿Qué haces por aquí? ―le abro paso para que entre a mi casa mientras llevo las flores a un florero.
―Bueno, me quedaré en el pueblo un tiempo por negocios y pensaba en pasar la tarde juntos, yo invito ―sugiere Luzbel, lo veo examinar mi casa y sentarse en el sofá.
―Esas son mis palomitas ―digo acercándome a él, ambos reímos y nos miramos un momento―. Hoy es mi día libre, creo que sería bueno que salga un poco. Llevo años sin poder divertirme en una tarde de amigos ―confieso.
―Entonces...¿Qué dices? Será divertido ―intenta convencerme.
―Iré a cambiarme ―sonrío y corro a mi habitación, escucho como Luzbel suelta una carcajada ya que casi me caigo por la prisa.
Busco algo para ponerme, no sé a dónde iremos así que intento ponerme algo fresco por el clima. También uso una chaqueta de jean para la tarde. Llevo una mochila con algunas cosas que podría necesitar, uno nunca sabe, tal vez vayamos a nadar o algo así, el día está muy caluroso.