Silencios que matan

Capitulo 4

A media clase, mientras la maestra de matemática explicaba un nuevo teorema de los tantos que tenía en su libro. Érika volvió a girar la vista de forma disimulada para verlo, otra vez.  

Cómo si su vida no fuera ya lo suficientemente desesperante, ahora tenía al mismo chico que la salvó de quitarse la vida sentado en la fila que le quedaba a la derecha, tan solo a una butaca delate de la suya. 

Él no le había dicho nada. Ella tampoco había hablado. Solo se miraron unos segundos al entrar al curso y fue suficiente para saber que la recordaba, y es que nadie olvida tan rápido a alguien que intenta acabar consigo misma y más si se cree culpable por ello. 

Trató de poner atención a la maestra, pero su mente se negaba a dejar de lado la presencia de Rafael. Verlo allí era como un recordatorio de algo que tenía pendiente y también era como tener una bomba de tiempo en las manos que no se sabe en qué momento explotará; y es que le asustaba que fuera a comentar lo que pasó en el puente, pero también la reconfortaba la idea de que pronto eso ya no iba a importar.  

A la hora del recreo lo vió a lo lejos con unos compañeros. Él se estaba riendo de algo y cuando sus miradas se cruzaron, simplemente asintió con la cabeza saludándola y volvió a prestar atención al grupo.  

-Erika… - dijo Juana en tono de regaño y ella la miró. 

- ¿Qué pasa? - 

Estaba sentada a su lado en el banco, con el ceño fruncido.  

-Llevo cinco minutos hablando contigo y tú no has escuchado ni una palabra de las que dije ¿En qué piensas? 

-En nada, solo me distraje. ¿Qué decías? -  

-Te hablaba de la tarea para la próxima semana, ya sabes el proyecto. Tengo una idea para él. En lugar de hacerlo dibujado como habíamos planeado es mejor hacerlo como una maqueta a 3D.  

-Va a ser muy difícil hacer eso. Nos sale más fácil dibujar.  

-A ti te sale más fácil dibujar, pero no podemos hacer solo dibujos, debemos variar- usó las manos y puso un tono de voz profundo para darle dramatismo -Ya has hecho tres de los siete proyectos que se entregarán en el curso y todos han sido dibujados en cartulinas. No quiero tener lo mismo que los demás.  

Érika suspiró 

-Bien, hagámoslo así entonces- Juana sonrió emocionada.  

-Esta tarde podemos empezar a buscar los materiales para terminarlo cuando antes. Yo tengo cartón en casa, así que no es problema y tú tienes pinturas en la tuya por lo que faltarían muy pocas cosas…  

Siguió hablando un buen rato sobre el dichoso proyecto con la emoción que la caracterizaba. Le gustaba todo lo que tuviera que ver con manualidades así que cuando había proyectos donde le daban la opción de hacerlo como quisieran, ella aprovechaba para dejar salir su creatividad.  

Érika la escuchó atenta, hablando sólo cuando era necesario, y se pasaron todo el recreo con el mismo tema.  

… 

En casa volvió a repetirse la rutina de siempre.

Su madre llegó e hizo una pregunta más por cortesía que porque quisiera saber realmente como había sido su día, su padre llegó después con su ánimo depresivo característico y juntos comieron a la mesa.  

Érika los miraba pensando cómo las cosas fueron volviéndose así por su culpa. Si tan solo se hubiese quedado callada no estarían así ahora. Con ese sentimiento que le carcomía el alma se fue a la cama.  

En la noche sintió que alguien entraba a su habitación y prendía la luz. Al verlo se llenó de miedo y se hizo un ovillo en la cama. Sabía que no valía la pena gritar y que aunque la escucharán sus padres no vendrían a salvarla. Estaba perdida.  

Él se empezó a acercar con una sonrisa perversa y ella cerró los ojos para no verlo, pero sintió cada paso que daba en la habitación y también sintió cuando se subió a la cama. Cuando la tocó ella empezó a llorar. 

Despierto con los ojos llenos de lágrimas. Miró a su alrededor, se dio cuenta de que había sido otra pesadilla y siguió llorando mientras se abrazaba así misma. No pudo volver a dormir en toda la noche.  

El despertador sonó en la mañana y ella aún tenía los ojos abiertos mirando a la nada, sus brazos seguían envueltos sobre sí misma y su cuerpo en posición fetal. Le tomó unos minutos levantarse porque, esta vez, no tenía ganas de hacerlo en absoluto, quería permanecer allí para siempre.  

Mientras iba a clases pasó nuevamente por el puente y desaceleró el paso para mirar ese camino de tierra que conducía hasta debajo de él. 

El pensamiento de si debería seguir a la escuela o acabar con lo que había dejado pendiente se cruzó por su mente, pero algo la empujó a seguir su camino.  

Ya volvería después. 

 



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En el texto hay: tristeza, amigos y amor, seretos

Editado: 23.06.2023

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