- ¿Acabaron el proyecto?- fue lo primero que preguntó Érika al ver a Juana llegar y sentarse a su lado.
-¡Yo creo que le gustas a Rafael!- exclamó su amiga ignorando su pregunta y dando saltitos de alegría. Ella se quedó pensando en sus palabras unos segundos sin saber que decir. No creía que eso fuera posible.
-No digas tonterías, eso es imposible.
-No son tonterías, es la verdad, incluso me estuvo haciendo preguntas sobre las cosas que te gustan.
-Él es muy curioso, eso no tiene nada que ver- dijo disimilando la emoción que la inundó unos instantes. -no puedes hacer conjeturas de algo tan simple.
-Es que no fue solo eso, fue la forma en que te miraba mientras estabas pintando, además, ¿Viste cómo salió detrás de ti cuando dijiste que te ibas? Poco le faltó rogarte para que te quedes. Ah y ni creas que no vi como lo mirabas tú a él eh.
-Yo no lo miraba de ninguna forma, no empieces a imaginar una historia donde no hay nada porque…- no quiero ilusionarme con algo que sé que es imposible -vas a confundirlo todo.
-Es que no hay nada que confundir, está clarísimo. Ustedes están que mueren por el otro y te lo digo yo que tengo experiencia en esas locuras- la emoción de Juana era tan palpable como la de una bebé con juguete nuevo, Érika, por otro lado, estaba confundida.
El día anterior se había dormido pensando qué habría pasado entre ellos, luego de que se marchara, si habrían tocado otro tema, si Rafael la habría abrazado como lo hizo con ella, si sus manos se rozaron al intercambiar algún objeto o si sus miradas se encontraron con mucha frecuencia.
Esperaba que su amiga le contara si el chico la había acompañado a casa, si se habían despedido dándose la mano o algo más e incluso esperaba saber cómo la trató la madre de Rafael, pero lo que realmente no se imaginó fue que Juana sacaría conclusiones de los sentimientos que ella si sentía por él y que él, de ninguna manera, sentía por ella.
…
Ojalá esa idea no se le hubiese quedado plasmada en la cabeza, ojalá su mente no hubiera fantaseado una y otra vez con una historia que no existiría, ojalá pudiera dejar de pensar en el chico que volvía locas sus emociones.
-¿Con qué quieres empezar hoy? -Preguntó a Rafael mientras se sentaba en el piso a una distancia un tanto lejana de él.
-Quiero empezar dándote esto- le sonrió y sacó algo envuelto en papel de regalo, tenía forma cuadrada y un típico moño rojo encima.
Lo extendió en su dirección y ella lo sostuvo insegura.
No sabía que pensar, que decir o que sentir con respecto a lo que estaba pasando. Hacía tanto que no recibía un regalo que no estaba segura de que debía hacer con este.
Lo miró unos segundos, luego pasó su vista al chico que la miraba sonriente y le devolvió la sonrisa.
-Gracias-
-Es un gusto para mí ¿No vas a abrirlo? -
Asintió y de puso manos a la obra para ir quitando la capa que ocultaba de su vista una caja de bombones, de sus bombones favoritos.
-Wow
-¿Te gusta?
-Me encanta.
Sus miradas volvieron a conectarse y al ver esos ojos grises brillando con intensidad la chica recordó su conversación con Juana, pero siguió sin hallarle sentido. Ella no le gustaba, él simplemente estaba tratando de agradecerle por ayudarlo o es tan buena persona que quiso regalarle esto por el simple hecho de hacerlo. No tenía por qué haber algo más detrás. No podía haber nada más detrás.
Ella llevaba meses sintiendo que nadie la quería, sintiendo que no tenía ninguna esperanza para seguir con vida, sintiendo que nunca iba a conocer el amor y ahora estaba sintiendo cosas por Rafael, pero no quería que él lo supiera y peor aún, no quería que lo sintiera porque eso complicaría todo. Lo último que deseaba era que alguien sufriera por su partida y eso es justo lo que iba a pasar si Juana había dicho la verdad.
Desvío los ojos hacia la caja para distraerse (tenía que dejar de pensar en lo mismo porque sino se volvería loca), la destapó y se la acercó al chico para que tomara primero. Este lo hizo con una sonrisa.
-Gracias
Ella no pudo evitar quedarse mirándolo mientras él se llevaba el trozo de chocolate a la boca y sintió como su cuerpo empezaba a arder al ver sus labios moverse en una danza increíblemente sexi.
Apartó los ojos y tomó un bombón para distraer las ganas de querer hacer algo que estaba segura era lo peor que podría pasarle en este momento de su vida.
Aguantó unos pocos segundos antes de que su impulso la venciera y volviera la vista hacia Rafael nuevamente para encontrarselo con la vista puesta en ella. Su mirada era tan intensa que le hacía pensar que le estaba leyendo los pensamientos a través de los ojos y si todas sus miradas tendían a ponerla un poquito nerviosa, aquella hizo vibrar hasta los espacios más profundo de su ser.