—Oye pero qué te pasa- —reclamó pero su alarido no tenía fuerza— me haz hecho golpear.
-L...osiento, esque... -— tartamudeaba a causa de los nervios.
—-Estás muy rara hoy-— comentó ella después de un tiempo.
—Olvídalo—persuadí la pregunta sin que conectase miradas con mi ser.
La llevé hacia el balcón en la que estaba él. No se dio cuenta de nuestra presencia hasta que el seguro hizo fricción con el neumático de la silla, ese chirrido estresante lo hizo reaccionar.
De golpe se fijó en mi, tal vez se dio cuenta de que era muy raro verme de nuevo ahí porque se sorprendió casi anonadado pero volvió a fijarse en el paisaje traslúcido de medio día.
Con él había una joven (como decía Daniela) muy guapa, delgada y de tez blanca. Estaba igual, en una silla de ruedas como si dentro de poco fuese a expirar. Ella miraba el interminable cielo con la mente perdida en sus pensamientos.
Él se acercó a la joven y le susurró algo en el oído, ella solo asintió y salió de allí.
—Debería hablarle— dijo Daniela en un tono muy bajo.—Ya que está sola.
—Vamos yo te llevo.—ofrecí mi ayuda con mucho animo.
Quité el seguro de la silla y con fuerza tiré de ella hasta quedar al lado de la joven que permanecía en su mundo.
—Hola —saludó mi amiga con una voz suave.
La joven movió poco a poco la cabeza hacia Daniela y su rostro evidenciaba casi todo su sufrimiento.
—Hola—respondió pero con voz lenta y sin ánimos.
—Me llamo Daniela ¿y tú? — preguntó cortésmente.
Pensó por unos segundos como si no hubiese escuchado.
—Soy Paulette... Encantada de conocerte.
Mi amiga le dio una mirada tierna y luego se posó en mi con una cara de ¡ey saludale!
—Ahh... Hola soy Annie.
—Hola Annie, Paulette.
—Qué bonito nombre—dije a lo estúpido, de nuevo mi amiga me miro con cara de "la haz cagado"
Ella rió casi en un suspiro retomando su sonrisa llena de esperanza y calidez.
—El tuyo también, gracias.
Aquélla conversación cliché (muy cliché de hecho) me había resultado vergonzosa. Y volvíamos al mismo meollo de ¿ahora sobre qué hablamos?
—¿Por qué estás aquí? —Preguntó Daniela sin pena o algo parecido.
Yo por mi parte me lleve los dedos al puente de mi nariz de la vergüenza. No es algo que se deba preguntar de golpe.
Su pequeña sonrisa se desvaneció, devolvió sus tiernos ojos al arcoiris de atardecer que difuminaba nuestro color de piel.
—Estoy aquí por que.... estoy baja de nota— respondió con cierta desconfianza dando a conocer su intencionalidad.
—Ohh lo lamento—entrelazó sus dedos Daniela que no se despegaba a la respuesta de Paulette.—Pero espero salir muy pronto de aquí.—intentó ser positiva pero no fue capaz, de nuevo la tristeza adornó su rostro.
El jodido silencio infernal embriagó la sala y a mi, como siempre, me gusta romper esos silencios.
—-Bueno y ¿estudias?— pregunté al azar entonando la voz para retomar la vida en la sala.
—Si... Bueno no, estudiaba Alquímia pero tuve que cancelar los semestres por algunos problemas personales— habló con simpleza, había algo que intentaba evadir en cada conversación cómo "problemas personales" ¿que cosas habrá hecho para estar aquí? Son preguntas que no me dejarán dormir.
—¿Y ustedes?— preguntó sin dar cara aún.
—Bueno Daniela estudia medicina veterinaria y yo medicina legal o forense como quieras decirle.
Ella me observó atentamente, yo confundida, le di una sonrisa nerviosa.
—¿Sabes algo sobre medicina forense?— preguntó como si su vitalidad hubiese embriagado su cuerpo.
—Si.. pero antes de estar en el ámbito de medicina legal tengo que estudiar medicina general— dije para luego para sentarme en la silla al lado de mi amiga.
—Pero ¿Podrías abrír un cuerpo?— esa pregunta me hizo pensar más allá sobre ella, parecía muy interesada en saber sobre mis estudios.
—Si pero aún ni siquiere he aprendido a hacer autopsias.—respondí sin dar más revuelo.
—Siempre quise estudiar medicina legal pero mis papás no me dejaron- fijo su mirada en la mano levemente cortada que tenía.
Daniela y yo nos miramos con cara de "esta jovena está loca". No dije nada ante el comentario de Paulette, simplemente le di una sonrisa corta que se convirtió incómoda.
Aún sentada en el banquillo terriblemente incómodo, saqué mi móvil, tenía 30 mensajes por parte de mi madre. Todos con el mismo propósito, saber en dónde estaba.
Solté una respiración atrofiada por lo estresada que estaba, en un mensaje mi madre me amenazaba con llamar a la policía y decir que estaba secuestrada para que regresara a casa, obviamente no voy a ir a casa, quiero olvidarme un poco de todo esto por unos días.