Dicen que el arte te condena a la soledad, sin embargo, él lleva ya mucho tiempo solo, encerrado, sin que nadie lo descubra o encuentre.
—Supongo que, si el arte me condena a ello, no debería de importar. Siempre y cuando, tú estés aquí, leyéndome.- el Autor alzó la mirada y observó desde lo alto la ciudad.
Por alguna razón sentía una extraña sensación en el pecho, como si nadie realmente existiese, mucho menos cierto joven.
—…es una lástima, ya te había tomado aprecio, Alejandro.