El Autor se encontraba al filo del acantilado, en su forma más salvaje, más grande e imponente. Tenía a alguien sujeta del cráneo, haciéndola tambalear en el vacío sin remordimiento, todo por haber seguido a Alejandro.
— Ningún otro asqueroso humano puede tocar mis preciados escritos.- masculló con fiereza.
Le estaba hirviendo la sangre.
—Discúlpeme, no era mi intención- no quiso escuchar razones, siguió jugando un poco más con ella—, por favor, suélteme...- imploró la pobre humana con temor, Autor la observó con asco y la lanzó sin más al vacío.