¿Peligrosos para la humanidad? Si analizo mis últimos sentimientos de odio, tal vez yo lo sea, pero él parece ser buena persona... ¿Tan siquiera es correcto referenciarnos como «personas»? ¿Qué somos? Me pone un poco triste pensar en mí como un objeto, lo cual es lo más cercano a mi realidad. Es raro que me sienta de esta forma, que tenga estas interrogantes en mi cabeza, se supone que no debería ser así, no debería ni importarme mis orígenes.
No debería tenerle miedo a la muerte...
Si lo que dice este hombre es cierto entonces estoy en graves aprietos, necesito llegar cuanto antes con mi comprador para poder verle a los ojos y así activar mi sistema de romance, sino estaré acabada.
—Vámonos de una maldita vez —digo mientras voy taconeando sobre el blando suelo del bosque. Jamás pensé que caminar con tacones fuera tan difícil, esto no es lo mío.
—Tacones en el bosque como que no va, ¿verdad?
Aquel hombre me está viendo trastabillar con los tacones. ¡Qué vergüenza!
—¿Qué sugieres que haga? Mi caja no trae accesorios extras, así que tocará irme así.
Su atención regresa hacia el lugar del accidente, sus ojos se posan sobre el auto de su propietaria, da un gran suspiro lleno de melancolía y después su mirada vuelve a mí.
—El humo del fuego se está condensando, los bomberos podrían llegar en cualquier momento, vámonos ya.
—Sí.
Vamos caminando bordeando del oscuro bosque, justo a un lado del barranco por donde caímos; con cierta cautela avanzamos bajo la luz de la luna y acompañados del agudo cantar de los insectos noctámbulos. Cada vez que fijo la mirada en lo profundo del bosque siento un corrientazo escalofriante, su espesura a estas horas es muy oscura y temeraria, no me gusta estar aquí. Espero y logremos encontrar una forma de subir a la carretera, o tal vez un pueblo donde podamos tomar un autobús que nos lleve a la dirección de mi propietario… ¡Ya quiero salir de este horrible lugar!
—Verónica, no te quedes tan atrás de mí, apura el paso.
—Deja de ser tan mandón y…, después de todo... ¿Cómo es que sabes mi nombre?, ni yo me lo sabía.
—Lo leí en tu caja —responde mientras avanza cauteloso delante de mí, con su mirada enfrente—. Veo que agarraste la factura y no te percataste del enorme nombre que tenías enfrente.
—Te presento unas de mis cualidades...
—Eres despistada
Él voltea a verme mostrando una sonrisa burlesca.
—Sí, soy un desperdicio de cualidades.
Detiene sus pasos, voltea a verme y espera a que yo le alcance, y cuando lo tengo frente a mí, me regala una sonrisa compasiva.
—Verónica, eres una SingleDolls única, eso te hace especial entre las demás.
—Claro, esas son las palabras que normalmente se usan para consolar a un desdichado.
—No te digas desdichada, ni siquiera tienes una hora de vida, ¡así que animo!
Es muy bondadoso, todo lo que dice y hace es para hacerme sentir bien, aun cuando lo he tratado a las patadas, él siempre trata de animarme; de seguro esa es una de sus cualidades, ser bondadoso.
Nuestra caminata continúa bajo la luz de la luna y bordeando el solitario bosque, yo voy batallando con los tacones y él va peleando con los mosquitos… Sí, mosquitos… En las venas de cada SingleDolls circula sangre humana, poseemos una estructura ADN originada en un humano, el cual pasa una cierta cantidad de exámenes médicos y, si es seleccionado, se le paga por la transfusión de sangre. Nuestro cuerpo no sabe crear glóbulos rojos, no podemos reponer la sangre que perdemos, por tal razón debemos procurar no perder tanta sangre; por supuesto, tampoco es que los mosquitos nos vayan a dejar vacías las venas, pero si son molestos.
—Por cierto, no me has dicho tu nombre.
—Mi nombre es Christopher, si te pareces muy largo puedes llamarme solo Chris.
—Ok, te llamaré Chris... Da pereza decir un nombre tan largo.
—¿La pereza es otra de tus cualidades?
—¡Claro que no! —respondo enfadada y él simplemente se echa a reír.
Sus carcajadas sobresalen entre los sonidos que produce el viento al golpear las hojas de los árboles, es una noche tan fría que hasta da coraje; no traigo la ropa apropiada para soportar estas temperaturas, este vestidito es muy corto y escotado, y ni se diga de los tacones.
—¿Tienes frio? —pregunta mientras me recorre con la mirada—. Ese vestido no te ayuda mucho…
—Este vestidito es una mier… miércoles, un momento, ¿miércoles? ¡¿Qué verduras pasa?!
Luego de escucharle soltar unas cuantas carcajadas, le escucho decir:
—Tu sistema de censuras está activado, por eso no puedes decir malas palabras.
—La que los parió... ¡¿Cómo me quito esa censura de encima?!
—Lo puedes hacer, pero necesitarás frotarte con alcohol para remover el sello que tienes atrás del muslo derecho.
Toco la parte de atrás del muslo derecho, pero no siento nada extraño.
—¿De verdad tengo un sello atrás de mi muslo?
—Sí, justo abajo de la nalga derecha.
—¡Estúpido!, ¡¿me estabas lujuriando las pompis?! —le exijo respuesta mientras intento bajar el largo de mi vestido.
—¿Qué?, ¡claro que no!
—¡Imbécil! —insulto sintiéndome muy enojada—. ¿Acaso insinúas que mi cuerpo es un asco? —Le lanzo mi mirada amenazante.
—Pero ¿qué pasa contigo?, que amargada eres, en serio.
Genial, por fin le hice enojar. Ya me hartaba tanta bondad.
A lo lejos podemos divisar ciertas luces, mientras más nos acercamos más aparecen sobre el horizonte del bosque.
—Mira, Verónica, ese es el pueblo donde vivía con mi propietaria; por ahí pasan varios autobuses que tiene de ruta la dirección que tienes en la factura.
—Bien —respondo sintiéndome más aliviada.
De repente, el sonido de unas pisadas sobre la maleza nos pone en alerta, ambos observamos nuestros alrededores a la mayor brevedad. Chris se me interpone cruzando uno de sus brazos frente a mí y me obliga a retroceder tras su espalda, intenta protegerme, levanto mi rostro buscando su mirada y me encuentro con una valentía absoluta, él es la primera persona que se muestra preocupada por mí.