Singledolls: la pareja perfecta

18. En el supermercado

—¡Eres una maldita ratera! —el hombre grita frente al rostro de la señora, ambos parecen rondar la misma edad: como 55 años. Con agresividad, agarra el cabello tras la nuca y jala sacudiéndole la cabeza—. Por tu culpa pasé vergüenza en la caja. ¡Te gastaste el saldo de la tarjeta, perra!

—¡Necesitaba medicamentos! —se excusa entre llantos—¡La muerte de mi mamá me dejó con la presión alta! ¡Entiende!

—¡Me vale verga! —vuelve a gritarle. Luego suelta el cabello de la señora y la empuja estrellándola contra la camioneta—. Estúpida mujer… ¡Ese dinero lo gané yo!

La pobre mujer desliza su espalda sobre la carrocería hasta caer sentada en el piso. Ella se ve adolorida de un brazo.

—¡No merezco que me trates así! —su voz se escucha congestionada—. ¡Yo te amo, Víctor!

No puedo soportar esto, no puedo solo quedarme viendo tal escena: un violento troglodita frente a una pendeja enamorada. No sé a quién partirle la cara primero.

Empiezo a caminar entre los autos y Jacky me sigue sin percatarse de mis intensiones.

—¡Eres una vieja asquerosa!... ¿Sabes qué? Ya no te me acerques.

La fuerza que pongo en cada uno de mis pasos son sinónimo de lo mucho que estoy molesta, mis puños van tan apretados, que pronto las uñas podrían perforar las palmas de mis manos, aprieto mi mandíbula para contener las ganas de gritar, pero no logro contenerme.

—¡Oye, tú, imbécil!

—¡Verónica! ¡¿Qué…?! —Jacky trata de detenerme, pero yo ya voy con la grosería en la punta de la lengua.

—¡HIJO DE TU REVERENDA MADRE! —le grito controlando esas ganas de insultarle feo para que no note que soy una SingleDolls.

El viejo maldito gira a verme con un rostro extremadamente furioso. La mujer levanta su húmeda mirada y, al verme ir hacia ella, oculta su rostro entre sus rodillas notándose avergonzada.

—¡¿Y tú quien carajos eres?! —me grita el hombre.

Jacky me agarra del hombro intentando detenerme, pero yo me safo de su agarre con cierta brusquedad.

—Verónica, no creo que sea buena idea entrometerse. ¡Detente!

Por más precavida que sea Jaqueline, no entiendo porque se hace de ojos ciegos frente a este tipo de hombre. Una persona está siendo maltratada, no podemos simplemente ignorarlo.

—¡Voy a demandarte, desgraciado! —amenazo e inmediatamente empiezo a buscar a mi alrededor—… ¡¿DÓNDE ESTÁN LOS ESTÚPIDOS POLICÍAS CUANDO SE LES NECESITA?!

EL viejo se para frente a mí y me levanta la mano con intensiones de golpearme, pero Jaqueline le detiene.

—Hay cámaras en estos estacionamientos. —Jaqueline señala la parte alta de un poste de luz—. Ten por seguro que voy a pedir el video al supermercado y te denunciaré, así que es mejor que empieces a huir desde ya.

Aquel rabioso rostro se mezcla con una evidente expresión de temor, gruñe rabioso y luego da media vuelta para abrir la puerta del auto. Al instante, el hombre enciende el motor del auto. La señora levanta la mirada al percatarse de que su señor tiene intensiones de irse sin ella. En pocos segundos le vemos partir a toda prisa sin importarle que su mujer estaba a un lado del auto y que casi le pasa una llanta encima.

La señora se levanta del piso y empieza a correr con vaga esperanza de que el auto vaya a detenerse por ella.

—¡Víctor! —Ella deja de perseguir el auto cuando este aumenta la velocidad. Solo le queda ver como aquel desgraciado se aleja dejándola sola.

Jaqueline posa su mano sobre el hombro de la señora y se para frente a ella para buscar su atención.

—Ese vergajo no merece tanto amor. Lo mejor es dejarlo ir.

La señora cae de rodillas sobre el concreto del estacionamiento, en plena tarde calurosa y, con el sol intenso sobre nosotros, vemos como se parte en llanto. Decido ir hasta donde están ellas, la agarro bajo los hombros y trato de levantarla, pero ella no ayuda, se deja caer de nuevo.

—¡Maldición, amiga! —me quejo molesta y luego respiro hondo—… Ese desgraciado no merece ninguna lagrima, así que deja de comportante de manera tan patética y levántate. Sé que puedes seguir tu vida sin él.

Ella parece reaccionar a mis palabras, se levanta del piso mostrando un rostro serio bajo un maquillaje corrido y humedecido en lágrimas. Por fin logro que fije sus ojos irritados en mí.

—¿Y ustedes quienes se creen como para entrometerse en nuestros problemas?

—Solo somos dos amables —Jacky detiene su respuesta al verme—…  bueno no tan amables mujeres que buscan ayudarte.

—No quiero de su ayuda… —dice la señora con disgusto y entre dientes.

—Bueno, dejemos a esta pendeja sola —le sugiero a Jaqueline—. Es una malagradecida.

Agarro el brazo de Jacky y jalo de ella para alejarnos de la señora e ir al interior del supermercado. Jacky avanza un poco indecisa, de vez en cuando gira la mirada, un tanto preocupada, por el estado emocional de la señora.

—¡Espero no regreses con ese abusador! ¡¿Me oíste?! —Jacky le alza la voz a distancia.

Giro la mirada solo para ver la reacción de la mujer luego de la petición de Jaqueline, ella asiente un poco dudosa.

 

Al cruzar las puertas corredizas del supermercado, nos vamos directo a las oficinas para comunicar a los gerentes sobre el incidente que se dio recién en los estacionamientos, ellos quedaron en enviar los videos a las autoridades policiales para que se iniciaran las investigaciones.

Ojalá y lo atrapen pronto…, y que a la señora no se le ocurra regresar con él.

Salimos de las oficinas y agarramos una carretilla grande para empezar a buscar todos los productos que Jacky tiene escrito en su lista de compras, y mientras empezamos a llenar la carretilla, vamos opinando de la reciente escena que presenciamos en los estacionamientos y de lo mucho que molesta ambas actitudes. Las dos estamos de acuerdo en que aquellos dos vejestorios son unos estúpidos, que el mundo debería iniciar una purga para eliminar a personas como esas.




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