—¡Vanessa, por favor, despierta!... ¡¿Qué te ha pasado, corazón?!
Una voz sumamente familiar me trae de regreso a mi realidad actual, abro levemente los ojos y, tras el rostro angustiado de Darío, encuentro un bello amanecer asomándose sobre el horizonte del mar. Mi lengua y todo el interior de mi boca está lleno de arena, la cual se siente fresca sobre mi rostro y sobre cada extremidad expuesta a ella.
De repente, siento como Darío me agarra bajo los brazos y me jala para recostarme sobre su regazo.
—Genial, estás despertando —se escucha más aliviado, él empieza a limpiar la arena que está esparcida sobre mi rostro, luego sacude mi ropa y mis brazos—. ¿Qué hacías dormida aquí? Por favor, dime algo, ¿acaso te han hecho algo malo?, ¿te sientes bien? Di algo…
Lo recuerdo todo… Desde la conversación que mantuvo Christopher con Jonnathan, hasta cada detalle de mi pasado: mi familia, mi antiguo hogar, mis amigos, mi profesión…, mi muerte.
—Vanessa… Verónica… Creo que mejor te llevo a un hospital para SingleDolls. No te ves muy bien.
Darío insiste en que le diga algo, así que, antes de soltar todo lo que siento, levanto la mirada buscando su rostro y le escupo la arena que está dentro de mi boca.
—Mal parido de mierda… —le insulto.
—¡Pe-Pero!... ¡¿Qué carajos te pasa?! —grita molesto y asqueado.
Darío empieza a limpiarse la arena que le he escupido en el rostro. Me levanto de su regazo y me pongo de pie, doy un par de pasos y luego fijo mi atormentada mirada sobre él.
—Deja de fingir, estúpido —reprendo señalándole con el dedo índice—, no intentes hacerme creer que no te conozco de antes, ni tampoco te hagas pasar por un SingleDolls frente a mí, porque recuerdo tu jodido rostro humano, Darío Hernández.
—¿Hernández? Entonces… ¿sufriste un colapso? ¡¿Has recordado todo?! —pregunta muy sorprendido.
—¡Sí! Y eres un descarado, Darío. Aquel día te presentaste usando mi propio apellido, disque el señor Ferguson… ¡la Ferguson aquí soy yo, yo soy la hermana de Gustavo! —Pateo con rabia sobre la arena y luego grito al cielo sintiéndome sumamente frustrada—… Mi hermano y mi prometido creándome una historia falsa.
—No te creamos una historio falsa, te creamos una identidad falsa, y la necesitabas —aclara con suma seriedad.
De pronto, mi ira baja significativamente al recordar el calvario que viví segundos antes de mi muerte, el sonido que produjo una sorpresiva patada sobre el cristal de la puerta de mi taller de tatuaje, los encapuchados que entraron y se presentaron apuntándome con un arma de fuego, no pidieron dinero ni se robaron los equipos de tatuaje, recuerdo el sonido de las detonaciones y del dolor provocado por las perforaciones que hicieron las balas sobre mi pecho, no recuerdo el día exacto, pero sí cómo mi mejor amigo fue abatido en la cabeza con un único balazo, él pobre cayo a un lado mío y después le seguí yo.
—¿Qué es de Claudio? —Las lágrimas caen deslizándose sobre mis mejillas y mi respiración a sentirse más pesada—… Recuerdo que él estaba conmigo en el momento de mi muerte, que también fue abaleado.
—Vanessa…
—¡Dime que carajos ha pasado con Claudio! —exijo respuesta en medio de mi llanto.
—Claudio murió aquel día, Vanessa —responde con una voz quebradiza y con los ojos aguados—… Murió al instante en que la bala tocó su cerebro, lo siento.
Su respuesta me ha dejado un poco aturdida… Y es que todos esto se siente como si estuviese en medio de un sueño… ¿Será que estoy dormida y que este es otro de esos sueños locos que últimamente estoy teniendo? Tal vez es este un sueño tan largo que hasta me he soñado siendo una SingleDolls. De seguro me encuentro en casa de Darío y justo ahora estoy durmiendo a su lado, acurrucada a él en medio una fría madrugada.
El pinchazo de un pedazo de vidrio bajo la planta de mi pie de trae de regreso a la realidad. Todo esto es verdad, lo estoy viviendo, soy una humana revivida por la compañía SingleDolls, y ahora ellos me han convertido en uno más de sus productos.
—¡Por un demonio, Vanessa! —Darío se exalta al ver la sangre gotear bajo mi pie—, ¿dónde has dejado tus zapatos?
—He perdido…
—¿Has perdido tus zapatos?
—No, he perdido contra SingleDolls.
Darío viene hacia mí, toma uno de mis brazos y lo cruza sobre sus hombros, luego me sostiene por la cintura y me ayuda a estar de pie.
—No entremos en detalles de lo que pasó aquel día, porque podría hacerte mal. Solo te pediré que respondas a una pregunta: ¿Aquel día viste algo que relacionara a los encapuchados con la empresa SingleDolls?
—No vi nada, pero aun así no tengo dudas, fueron enviados por ellos.
Darío me ayuda a caminar y a salir de la playa, la cual empieza a llenarse de surfistas y visitantes que vinieron exclusivamente para el torneo de surf. Voy cojeando a su lado, agarrada de su cintura me dejo llevar sobre el lado menos arenoso y más ventajoso para nosotros, bordeando el bosque de palmeras, vamos con un fuerte sentimiento de perdida, derrota y depresión.
—Créeme que he buscado cada cosa que pueda incriminar a SingleDolls como los responsables de tu asesinato, pero ha sido imposible, no hay nada, ni en los videos del taller del tatuaje ni en los testimonios de las personas que vivían en esa calle —explica Darío con un rostro agachado y algo decepcionado.
Si Darío aún estuviese trabajando como científico anatómico en la empresa SingleDolls, tuviera acceso a mucha evidencia en contra de ellos, pero lo despidieron luego de que los gerentes se enteraran de que él era mi novio y que era el responsable de que yo supiera tanto de la empresa; sí, él fue despedido por mi culpa, por desbocarme en las redes sociales y decir parte de la verdad al mundo: SingleDolls está robando cerebros humanos de muertos que en su tiempo fueron poseedores de cualidades exóticas, sus cuerpos llegan a la morgue, le sacan el cerebro y luego experimentar con dicho órgano. Ni siquiera los familiares de los difuntos se enteran que sus seres queridos están siendo enterrados sin sus cerebros.