Sirvienta o cenicienta

Capítulo 4

Primero que nada, quiero dejar en claro… que amo la habitación que les dan a las del servicio. Sé que… sí, soy del servicio, pero tengo agua caliente, cama comodísima, colchas de algodón, un armario que no tiene ratas y finalmente, tengo privacidad. Nada de pensar que los vecinos marihuanos de al lado me espían a través de las paredes que tiene orificios, o que por las ventanas, nah. 

Me encanta. 

Lo único… que me levantan a las seis veinte, todos los días.

—Ya me desperté, señorita Bonnie.

Persona madrugadora no soy, primer aviso. Así que parezco gallina matada a escobazos, con voz de fumador destartalado y con mueca de gángster. 

—Pero niña, ¿Siquiera te lavaste la cara?

Yo no pregunto por sus carentes cuidados dentales, usted no me pregunte por mis ojos hinchados.

—Sí.

Sigo mi camino, porque no quiero tener que responder nada. Según mi queridísimo y magnífico horario, A ESTA HORA yo debía limpiar la piscina. Es mi primera tarea, de las no muy pocas.

Joder.

Soy la persona menos amante al agua a estas horas, y por lo que veo, la piscina solo tiene ciertas hojas, por lo que me estiro hasta una cosa en específico, larga, que me dicen que es para eso. Ni voy a intentar llevar mi mente a que maquine el nombre, no estoy en gasolina a estas horas, corro a base de gas.

—Estúpida mierda —maldigo, porque la cosa no quiere ampliar, como sé que debe hacerlo —. ¿Solo a mí me tienen que pasar estas cosas? Magnífico. 

¿Por qué a primera hora de la mañana debo hacer esto? Porque a mi jefe, el señor Cross, le gusta nadar luego de ir al gimnasio, que tiene en la segunda planta. 

Gente rica y productiva… Mi peor pesadilla ahora mismo.

—¡Maldición…! —casi me caigo.

No sé nadar. Lo que me faltaba, si muero ahogada ahí podré decir que el universo me odia.

Siento la vibración de mi celular en el raro bolsillo que tiene mi uniforme. Y contesto, pongo el celular contra mi hombro izquierdo, así puedo tener ambas manos libres para seguir recogiendo las hojas que cayeron en la piscina. Iba a ponerme a hablar y darme un descanso, pero Bonnie me mira fijamente desde la segunda planta. Esa señora da miedo.

—¿Aló?

—Lissy, ¿Qué haces despierta tan temprano?

—¿Para qué llamaste? —pregunto enojada.

—Porque al parecer entraste a whatsapp, y me enseña la hora de tu última conexión. Me asusté, creí que algo malo había pasado.

Así de poco madrugadora soy.

—Estoy trabajando. Conseguí el empleo en casa de Cross como dijiste.

—¡Grandioso! —se emociona. Escucho a Violet, su esposa embarazada, hablarle. Está enojada porque está en llamada conmigo. Violet siempre me odió, porque yo fui la primera novia y primer amor de Adam. ¿Cómo le explico a la neurótica actriz que yo no soy la persona en la que su esposo piensa todas las noches? Como sea, el drama de esos dos no es mi problema, que se hagan su propia narrativa, donde no me estresen —¿Qué haces ahora?

—Limpio un desperdicio de agua gigante, que podría ser entregado a aldeas necesitadas, pero que es puesto para complacer a un rico que solo piensa en hacerse más rico —respondo de mal humor. No soy una persona madrugadora, repito —. Le limpio la piscina a Cross.

Adam se ríe desde el otro lado.

—Pienso en muchas más cosas que solo hacerme más rico —escucho que me responden detrás de mí.

—Te llamo luego, Adam.

Corto.

Mierda. Puta mierda.

—Señor…

—Blake, amo tu lengua venenosa y cínica —responde con una sonrisa —, pero mi piscina está sucia aún. Y ya debo nadar. A esta hora es que vuelvo todos los días, sé que tu horario lo dice.

—Ya lo haré, lo siento. 

Estoy cometiendo tantos errores, y no tengo ni veinticuatro horas aún.

—¿Con quién hablaba, señorita Blake?

—Con un amigo, señor —murmuro —. No usaré el celular en horario de trabajo.

—¿Uno muy cercano? —pregunta mientras se quita el suéter. Se ve sudado por la actividad física que hacía. Se pone bajo una regadera cercana a su piscina y se deja caer agua. 

—Mi… mi mejor amigo —soy una mujer simple, hormonal y muy caliente. Lo admito. Así que miro para otro lugar, para evitar malentendidos y… demás.

Sigo con esa cosa cosa sacando las hojas que tiene la piscina, ya casi no tiene nada. Pero cuando menos lo espero, Cross está detrás de mí, no tan cerca como para tocarme, pero sí lo suficiente como para que lo sintiera. Me volteo, está goteando, el agua que se echó en la regadera cae por su cuerpo, su pecho y sus brazos. Esa sonrisa de lado me recuerda a cuando me apoyó contra Afrodita. 

En ese momento yo no era una criada de la familia Russo, ni era la hija que necesitaba dinero para su madre, tampoco era la ex novia de Adam… en ese momento solo me sentí la mujer más atractiva y sensual de todas. Así me hizo sentir.

¡Es muy malditamente temprano!

—Ahí todavía hay hojas, Blake —me dice muy cerca de mi oído.

Muevo rápido mi cuerpo para ver dónde señala, pero, porque soy una persona muy poco agraciada por Dios, el celular se me resbala del bolsillo. Se me enfría el corazón porque creía que caería en el agua, pero cae en la orilla. Escucho el momento exacto cuando impacta. 

—Mierda —susurro y me bajo a ver. Lo recojo, se le ha roto la pantalla. Genial, tenía problemas con la sensibilidad, el audio, se marcaba solo, el pin de carga se le dañó hace días y ahora, yupi, la pantalla.

Lo reviso, esa línea divisoria se parece a la que tiene mi culo. Maldición.

Otra cosa que no voy a arreglar. 

Miro mal a Cross. Él toma la cosa esa de sacar las hojas, es como un colador pero con el mango larguísimo. Y termina de sacarlas. Él es más alto, así que puede alargar más su cuerpo, además, de que yo tengo miedo de acercarme mucho, porque no sé nadar. Es decir, que limpie su propia piscina.




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