—¿Otro dibujo? —preguntó el azabache acercándose a mirar.
Iseul ya no se apartaba.
—Síp —y siguió con los trazos.
Jungkook respiró hondo y decidió aprovechar el momento. Tal vez ahora…
—Iseul —tomó su mano; la mencionada se sonrojó—, ¿crees que pueda saber?
La chica ladeó su cabeza. Dubitativo, Jungkook tocó su muñeca por sobre la tela de su manga larga.
Y ella comprendió.
—Yo… —respiró hondo—. Sí, Jungkook. Te contaré algo. Hace no muchos años mi hermano mayor murió junto a mi madre, y aunque quedó como un suicidio, yo se que no. Mi padre siempre fue agresivo, atacaba a mi madre y mi hermano la defendía. No pudo haberse matado, ¿sabes por qué? Pues él era quien siempre me decía que pase lo que pase, la vida es maravillosa. No importan los problemas, hay que ser fuertes, porque cuando la tormenta pase habrá calma; porque todo lo que sufriste te será compensado con felicidad al doble. Y yo le creí.
Jungkook no supo qué decir.
—Esa noche llegué tarde a mi casa, estaba haciendo un trabajo en la biblioteca. Y lo que vi fue terrible —sonrió con tristeza—. Mi hermano y mi madre, ambos en el suelo con espuma saliendo de su boca. Los doctores dijeron que habían ingerido veneno —Iseul miró a Jungkook directo a los ojos—. Ellos no se suicidaron, yo sé que no. Es culpa de ese hijo de…
Jeon, sin dejarla continuar, la envolvió en sus brazos.
—Está bien, gracias por contarme esto —acarició su cabeza—. ¿Es él quien te hace los cortes?
No respondió.
—Bien, es suficiente por ahora —y besó suavemente su frente.
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