Habían pasado cinco días desde la final de Skill Shot, y el mundo de Alex seguía girando como un torbellino que no podía controlar. El sol entraba tibio por la ventana de su cuarto, pero él apenas lo notaba. Desde esa noche devastadora, la pelea con sus padres, el portazo, la ruptura con Ann, no había encontrado mucha paz.
El celular seguía vibrando con notificaciones que ya no miraba, y la bici nueva estaba juntando polvo en un rincón del living, intacta desde que le había dicho a su viejo que era para él. Ann no había respondido sus mensajes, ni los "te amo" desesperados ni los "hablemos, por favor" que le mandó hasta la fecha. El silencio de ella era un agujero que se agrandaba cada día, pero el ruido del afuera no lo dejaba hundirse del todo.
Mientras desayunaba un mate cocido frío, Claudia lo miraba sin decir una palabra, el timbre sonó con un chillido que lo sacó de sus pensamientos. Era Santy, con un buzo de la selección argentina y una sonrisa que parecía no caberle en la cara, acompañado por Rubí, que traía un café en la mano y el pelo suelto brillando bajo el sol.
—¡Mirón, tenemos cosas que hacer! —gritó Rubí desde la puerta, entrando sin esperar invitación para empujarlo hacia afuera—. La ciudad está explotando con lo tuyo, y no vas a quedarte acá mirando el techo.
Alex frunció el ceño, sin ganas de nada.
—¿En serio tenemos que hacer esto? No estoy de humor —respondió, pero Rubí le dio un empujón suave hacia un auto que los estaba esperando.
—No llores, campeón. Ganaste Skill Shot, sos el rey de la plaza, y ahora todos quieren un pedazo del gran Alex. Nos vamos a un streaming ahora, después a la tele, y hay radios pidiéndote. ¡Cambia esa cara, dale! —dijo ella, con esa energía que la caracterizaba.
No tuvo mucha opción. Media hora después llegaron al primer destino, un canal de streaming en el centro de Córdoba, un lugar chico pero lleno de luces y cámaras que lo hicieron transpirar las manos otra vez. El conductor, un pibe flaco con auriculares gigantes, lo recibió como si fuera una estrella.
—¡Alex Kovalyk, el fenómeno de Skill Shot! ¡Bienvenido! Contamos cómo fue esa final, el gol de oro, todo el quilombo de la plaza Alberdi —dijo, mientras le ponía un micrófono enfrente.
Alex respiró hondo, todavía con el nudo de Ann en el pecho, pero algo en las luces y el entusiasmo del lugar lo empujó a hablar. Contó cómo se bajó del colectivo, cómo Nico le llevó la ropa, cómo el zurdazo al travesaño definió el campeonato. La gente en el chat del streaming explotaba con emojis de fuego y mensajes como "el rey de Córdoba" o "Skill Shot es lo más". Por un rato, se olvidó del desastre en casa y de la voz cortante de Ann diciendo "terminamos".
Esa misma tarde, Santy y Rubí lo llevaron a un programa de tele. El set era más grande, con tres cámaras y un presentador canoso que lo saludó con un apretón de manos firme. Frente a las luces calientes y el público en vivo, Alex se sintió fuera de lugar, pero habló igual. Contó cómo Skill Shot había cambiado su vida, cómo la plaza se había convertido en su mundo, y hasta se rió cuando el conductor le preguntó si Emilia le había pedido revancha después de la final. "Todavía ni me habla", dijo, y el estudio estalló en risas.
Pero por dentro, Alex pensaba en ella más de lo que quería admitir. Después de aquella noche, no se habían vuelto a ver. Se escribieron un par de veces, nada intenso, apenas chispazos de ironía y distancia. Emilia no parecía arrepentida de lo que pasó, ni muy interesada en repetirlo. Y Alex tampoco sabía qué sentir. Había deseo, sí, pero también un muro invisible entre ellos. Quizás fue solo eso: dos almas rotas buscando consuelo. Y aunque no lo decía, una parte de él se preguntaba qué habría pasado si se hubieran conocido en otro momento, con menos heridas encima.
Más tarde, de camino a una radio, mientras iban en el asiento trasero del auto, Rubí lo miró de reojo.
—¿Y Ann? —preguntó, en un momento de silencio, mientras el sol caía detrás de los edificios.
Alex bajó la mirada, tragó saliva.
—Ya no estamos hablando. Nos separamos. Buscábamos cosas distintas… pero así es la vida. Ojalá esté bien. La quiero mucho… todavía la extraño.
Rubí asintió, bajando un poco la voz.
—A veces las personas que más amamos... no comparten el mismo camino. Queremos que caminen con nosotros, pero tienen otros planes. Otra forma de ver la vida.
Alex se quedó en silencio unos segundos, mirando por la ventana.
—Sí. Y lo peor es que una parte de vos todavía quiere creer que se puede, que se puede cambiar, que el amor alcanza. Pero no siempre alcanza. Y si te aferrás a eso, te terminás olvidando de vos mismo.
Rubí no dijo nada de inmediato. Solo le apoyó una mano en el hombro con cariño, y después, con una sonrisa suave, añadió.
—Pero ya vas a ver que lo vas a solucionar, de una forma u otra. El amor a veces se va, pero otras veces vuelve, y si no vuelve, es porque algo mejor está esperando más adelante. Vos sos un buen pibe, Mirón. No te cierres. Todavía queda mucho por vivir.
—En realidad… está por venir lo mejor —agregó Santy, girándose apenas para mirarlo—. Tu vida recién empieza, vas a romperla toda, el año que viene. Lo que hiciste este año fue solo el prólogo. Ahora empieza el libro posta.
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Editado: 10.05.2025