Al llegar a clase al día siguiente lo primero que noto es el asiento vacío del chico nuevo.
—Le han dado tres días de suspensión —informa Gar—. Dicen que lo internaron en un hospital psiquiátrico.
—¿Quién dice eso?
A veces Gar se pasa de chismoso.
—No puedo revelar mis fuentes.
Debe ser sólo un rumor. La última vez que lo vi no parecía tan desequilibrado. De hecho, me pareció más amable de lo normal.
El día transcurre sin contratiempos y logro no encontrarme con Dick en ningún momento.
—No puedes pasártela escondiéndote, no has hecho nada malo —dice Brenda.
—Si estuvieras en mi lugar lo entenderías.
Miro en todas direcciones antes de avanzar por el pasillo.
—¿Y qué harás mañana en la práctica de gimnasia?
—No lo sé, Brenda. Tal vez llegó el momento de renunciar.
—¡¿Qué?! ¡No puedes!
Me agarra de los brazos, sacudiéndome.
—¡Imagina qué sería del mundo si Darwin se hubiera rendido porque se sonrojaba! ¡Jamás habría inventado los aviones! ¡Viviríamos en un mundo desconectado!
—¡Que idioteces dices! —rio— ¡Él no inventó los aviones!
Por lo menos Brenda sabe como alegrarme.
—Es sólo un ejemplo. No puedes darte por vencida por algo tan pequeño. Ya sé, podrías ponerte mucho maquillaje, así no se notará si te sonrojas.
Esa es la peor idea que podría darme. Aun así, la abrazo por apoyarme siempre.
Lo que más me preocupa es que Dick piense que soy una chiquilla patética. Sé que no se burlaría de mí, pero la sola idea de que lo único que pueda llegar a sentir por mí sea lástima me rompe el corazón.
Tendré todo lo que queda del día para pensar en qué hacer.
—¡Isabel, cuidado!
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Editado: 27.10.2020